LA MEMORIA TIENE CINCO HUECOS

En todo el corazón de los Montes de María, una de las regiones más azotadas por la guerra en Colombia, está incrustado el pueblo de Ovejas o ‘La universidad de la gaita’, como le dicen con orgullo sus habitantes. En la plaza central del municipio se ha celebrado el Festival Nacional de Gaitas más antiguo del país, desde hace más de 30 años, un certamen que reúne en octubre al mejor talento de la Costa Caribe.

Antes de que la guerra empobreciera a la región, integrada por 15 municipios de Bolívar y Sucre, los Montes de María eran considerados como la ‘despensa del Caribe colombiano’, por la cultura de trabajo de sus habitantes y la riqueza de sus campos. Hace no muchos años no era posible transitar tranquilamente por esta ‘despensa’. A sus habitantes les tocaron todos los males: el confluir de diferentes grupos guerrilleros y paramilitares que se disputaban una zona estratégica para el narcotráfico, una institucionalidad débil y corrupta, y una tierra mal repartida.

Este especial multimedia busca explorar cómo a través de la música de gaitas se ha construido memoria sobre la guerra y la paz en Ovejas. Esta puede ser interpretada como una historia de estigmatización, de devastación y desesperanza, pero también de resurgimiento y de resiliencia. La historia de cómo se lucha conscientemente desde el arte para recordar y no repetir.

“Una esperanza de amor y paz florece hoy en mi pensamiento
Al ver hoy tanta tristeza y tanta maldad
Hoy extendida en mi bello pueblo”.


Canción “Amor y paz”, del profesor Alexander Beltrán.

¿A qué suena la memoria en Ovejas, Sucre?

“Porque el ovejero es sano de nacimiento
Y si dicen que carga un fusil
Seguro es una gaita con cinco huecos”.


Canción “¿Por qué nos llaman así?”, de Gerson Vanegas.


Una epidemia que postró a los Montes de María

Una epidemia que postró a los Montes de María

A las 2 de la madrugada del 18 de enero de 2001, Santiago Gamarra terminó de enterrar a siete de los 28 cuerpos que un sanguinario grupo de paramilitares masacró en el corregimiento de El Chengue el día anterior. Gamarra llevaba diez años como el sepulturero del municipio de Ovejas, en Sucre, un trabajo muy demandante para la época. Hoy tiene 72 años y aunque su memoria permanece intacta, no logra calcular un aproximado del número de cadáveres que ha enterrado en su vida. “Cientos”, dice contando los muertos de los diferentes grupos guerrilleros y paramilitares, que desde los años setenta han pasado por este pueblo situado en las vastas montañas de la región de los Montes de María.

Siguiendo el rastro del conflicto armado en Ovejas

No se puede hablar de Ovejas sin hablar de los Montes de María, donde la guerra llegó hace muchos años. Pobladores calculan que llegó en medio de una serie de reivindicaciones sociales en materia agraria que benefició a cientos de campesinos montemarianos sin tierra. Antes de que las primeras guerrillas llegaran a este pueblo de gaitas y tamboras, estos campesinos, pioneros de la lucha por la tierra en Colombia, se organizaron en la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, mejor conocida como la ANUC.

En 1968, el gobierno de Lleras Restrepo compró grandes haciendas a viejas familias latifundistas para entregárselas a campesinos que las habían habitado. Sin embargo, las titulaciones colectivas tuvieron origen a comienzos de los sesenta, cuando el entonces Instituto de Fomento Tabacalero le entregó tierras colectivas a los ovejeros dedicados al cultivo de tabaco.

Según logró establecer el portal VerdadAbierta.com, la ANUC tomó especial fuerza en Sucre, lo que atrajo a la guerrilla del ELN y casi una década después, al Partido Revolucionario de los Trabajadores, PRT, concebido de una división del Partido Comunista Marxista-Leninista. Otro movimiento guerrillero poco recordado nacionalmente que se hacía llamar MIR-Patria Libre, cuyas filas no superaban los cien miembros, se unió al ELN en lo que se llamó Unión Camilista, y luego, a la Corriente de Renovación Socialista, CRS, que en los años noventa se desmovilizaría junto al PRT en Ovejas.

Parte de la élite terrateniente de los Montes de María sintió dicho intento de reforma agraria y la proliferación de estas pequeñas guerrillas como una amenaza a su poder. Con la llegada de varios personajes vinculados al narcotráfico que compraron tierras desde los años ochenta, comenzaron a aparecer minúsculas expresiones de paramilitarismo local, que para ese entonces ya se expandían desde el Magdalena Medio a varias zonas del país. Con complacencia de miembros de la fuerza pública y financiados por ganaderos de la región que se excusaron en estar protegiéndose, entre otras guerrillas, de las recién llegadas FARC, los primeros ‘paras’ agredieron a la población campesina, en especial a sus líderes agrarios catalogándolos de subversivos. Además mataron líderes de izquierda, sobre todo de la Unión Patriótica; maestros sindicalizados, y políticos cívicos.

Enemigos del pueblo

Como parte de su proyecto armado, la guerrilla de las FARC incursionó en los Montes de María desde el Magdalena Medio, el Urabá y otras regiones antioqueñas. El Frente Quinto del Bloque José María Córdoba llegó a la Costa Caribe en los años ochenta y por décadas trajo consigo asesinatos selectivos, desplazamientos masivos, reclutamiento de menores, secuestro y extorsión de ganaderos y comerciantes, ataques contra la infraestructura eléctrica y minera y un severo control social sobre la población. Además, ‘los paras’ no fueron los únicos que acribillaron a la activa organización campesina que reclamaba la tierra que por años había trabajado en los Montes de María; la guerrilla, en muchas ocasiones, también la consideró un enemigo con el que no congenió ideológicamente, y arremetió contra líderes de la ANUC y de las Juntas de Acción Comunal.

Para hacer presencia en los Montes de María, las FARC constituyeron los frentes 35 y 37 a comienzos de los años noventa , que no solo embistieron a la organización social, también lo hicieron contra las demás guerrillas que delinquían en la zona. En Ovejas, las guerrillas del PRT y de la CRS se desmovilizaron en 1991 y 1994 respectivamente. 500 combatientes del CRS que llegaron de varias zonas del país vivieron junto a los 1.200 pobladores del corregimiento de Flor del Monte, lo que ha estigmatizado a los ovejeros hasta el día de hoy como supuestos colaboradores de la guerrilla. Un falso estigma que por años ha servido como justificación de los paramilitares que pocos años después arrasaron con decenas de pueblitos de Sucre y el sur del Bolívar.

Los frentes 35 y 37 se fortalecieron en Sucre con la desmovilización del CRS y del PRT. Coparon áreas estratégicas, trajeron guerrilleros de otros lugares, generalizaron el secuestro y los hostigamientos y aumentaron los ataques contra quienes consideraron “enemigos”, como el exgobernador del departamento Nelson Martelo, a quien asesinaron en junio de 1995. Los campesinos también recuerdan un triste día de 1996, cuando las FARC activaron 60 kilos de dinamita que cargaba un burro en el cercano municipio de Chalán, matando así a 11 miembros de la fuerza pública.

Con la creación de las Cooperativas de Seguridad Rural durante el gobierno Samper, mejor conocidas como las Convivir, los ‘paras’ de Salvatore Mancuso y los hermanos Carlos y Vicente Castaño, en alianza con de políticos, ganaderos y narcotraficantes sucreños, encontraron la puerta de entrada perfecta a la región. Los carnés de las Convivir prácticamente se volvieron en licencias para matar, una sombrilla legal que los cubrió mientras organizaban los preparativos para la violenta aparición del Bloque Montes de María de las AUC . Incluso, uno de los exjefes del bloque, Rodrigo Mercado Pelufo, alias ‘Cadena’, hizo parte de Nuevo Amanecer, una Convivir de Mancuso y del finquero y financiador de ‘paras’ Javier Piedrahita.

De acuerdo con la documentación del portal VerdadAbierta.com, bajo las órdenes de Mancuso y los Castaño, esta estructura paramilitar llegó en 1996 por el norte a los Montes de María: por el municipio de El Guamo, Bolívar, y en San Onofre, Sucre, en marzo de 1997, masacró a cinco personas e instaló sus campamentos. Desde allí, bajo las órdenes de alias ‘Cadena’ y de Edwar Cobos Téllez, alias ‘Diego Vecino’, desataron una ola de masacres que hacen recordar las peores épocas de lugares como el Urabá antioqueño a finales de los años ochenta y mediados de los noventa. La primera masacre paramilitar en Ovejas ocurrió el 6 de septiembre de 1997, seis personas fueron asesinadas.

Los ‘paras’ se ensañaron especialmente contra los habitantes de las zonas más montañosas, donde la lucha campesina por la tierra ha tenido más raíces, como en Ovejas, Colosó y Los Palmitos. Los acusaron injustamente de auxiliar a las guerrillas, masacraron con sevicia e intentaron arrebatarles a las FARC y al ELN el negocio y las rutas del narcotráfico en la región.

El espiral de la violencia

La tambora, instrumento fundamental de la música de gaitas, hace recordar el dolor de un pueblo que tristemente se hizo famoso en la opinión pública. Es muy difícil que los sobrevivientes de El Salado, en El Carmen de Bolívar, se olviden de cómo los ‘paras’ tocaron la tambora mientras torturaban, desmembraban y asesinaban a 60 de sus pobladores. Bajo el mando de Mancuso, un grupo de 450 paramilitares mantuvo cercado el corregimiento entre el 16 y 21 de febrero del año 2000. Según documentó el portal RutasdelConflicto.com, para llegar hasta el pueblo, los ‘paras’ asesinaron a 14 personas en Ovejas y a otros tres en el municipio de Córdoba, Bolívar.

11 meses después, el 17 de enero del año 2001, el turno fue para el corregimiento ovejero de El Chengue. Después de cortar la electricidad, 80 ‘paras’ del Bloque Montes de María asesinaron a 28 hombres con machetes y mazos de moler piedra. Antes de huir, incendiaron parte del pueblo y desplazaron a las 100 familias que lo habitaban. Y así, hay otros nombres de la región que hicieron parte de esta historia terror: Macayepo (17 víctimas), Mampuján (11 víctimas), Las Brisas (11 víctimas) y Hato Nuevo (13 víctimas),entre muchas otras.

La Justicia se ha quedado corta responsabilizando a los miembros de la fuerza pública y demás aliados de los ‘paras’ en la región, a pesar de algunas sentencias contra el Estado por su omisión en los hechos y en contra de políticos como el exsenador Álvaro ‘El Gordo’ García, quien fue condenado a 40 años de prisión por planear la masacre de Macayepo.

Según el informe ¡Basta Ya!, del Centro Nacional de Memoria Histórica, la estrategia de los ‘paras’ en los Montes de María, conocida como ‘tierra arrasada’, consistió “en el ejercicio de la violencia que no solo aniquila a las personas sino que destruye el entorno material y simbólico de las víctimas. De esta manera, el territorio se vuelve inhabitable por la propagación de las huellas de terror, lo que fuerza el éxodo de la población”. A pesar de que retornaron poco más de 80 habitantes, El Chengue se siente como un pueblo fantasma, reflejo de la situación actual de decenas de caseríos montemarianos. Toda esta violencia, además, fue justificada públicamente como parte de una estrategia de contraguerrilla, lo que terminó por revictimizar a la población civil .

A la par que los ‘paras’ iban masacrando, las guerrillas, sobre todo las FARC, multiplicaron los asesinatos selectivos, el secuestro y la extorsión. Los grupos ilegales se disputaron este corredor hacia el litoral Caribe, tan estratégico para el narcotráfico. En Ovejas y en otras regiones de los Montes de María la guerra estalló, dejando decenas de miles de desplazados consigo. Los registros de violaciones de Derechos Humanos que ha logrado recopilar el centro de investigación académica Cinep dan cuenta de una cruenta guerra, durante los primeros años del milenio, entre ‘paras’, guerrilleros y militares .

Después de la desmovilización

El Bloque Montes de María comenzó un proceso de desmovilización en 2003, cuando la guerrilla estaba más entera que nunca. 590 paramilitares se desmovilizaron y alias ‘Diego Vecino’ pagó los ocho años de cárcel que exige Justicia y Paz a cambio de contar la verdad y de reparar a sus víctimas. ‘Cadena’ desapareció en medio de la negociación con el gobierno. La Fiscalía presume que lo mandó matar Rodrigo Tovar Pupo, alias ‘Jorge 40’, máximo exjefe del Bloque Norte, el terror de la Costa Caribe desde 1999.

Tras la desmovilización del Bloque Montes de María, alias ‘Jorge 40’ quiso ocupar la región y aunque sus planes originales naufragaron, Miguel Villarreal, alias ‘Salomón’, su segundo al mando, coordinó la misión. ‘Salomón’ controló durante casi dos años el hampa de estas montañas a través de la autodenominada ‘Banda de los 40’ y tuvo al menos 24 funcionarios públicos en la cuota neoparamilitar, incluyendo integrantes de la Policía, el extinto DAS y el Ejército, según documentó VerdadAbierta.com.

Después de haber producido más de un centenar de homicidios y de extorsionar cuanto quiso, ‘La Banda de los 40’ tuvo el mismo fin que las FARC en los Montes de María. En el año 2007 comenzó un proceso que debilitaría a ambas estructuras, que quedaron prácticamente diezmadas en estas montañas. Entre las razones está que había organizaciones de narcotraficantes que le disputaron las zonas estratégicas para el ‘narco’ a alias ‘Salomón’, la presión de algunas organizaciones internacionales y la muerte de Gustavo Rueda Díaz, alias ‘Martín Caballero’, el exjefe de las FARC en la región, en un combate contra el Ejército en 2007. De hecho, para ese entonces es un lugar común decir que la fuerza pública estaba enfrentando a guerrilleros y nuevos ‘paras’ por igual.

Sin embargo, el aumento de este tipo de presencia estatal también tuvo consecuencias contraproducentes. Decenas de campesinos en Ovejas denuncian que fueron capturados y presentados como guerrilleros durante el gobierno de Uribe. Un oscuro periodo de la estrategia que bautizó como Plan Patriota, como parte de la Política de Defensa y Seguridad Democrática (2002-2010).

Según datos oficiales, la cifra de personas desplazadas por la violencia bajó de 1.625 en 2007 a cerca de 100 en 2009.

Los problemas habían acabado para muchos campesinos que volvieron a sus parcelas. Jueces de tierra han ordenado la restitución de cientos de hectáreas a campesinos de Ovejas, un pueblo empobrecido por la guerra que parecía tener un nuevo aire. Sin embargo, esta política de restitución se ha visto amenazada por una problemática reciclada desde los años sesenta: la lucha por la tierra .


Escuche la historia del Festival Nacional de Gaitas de Ovejas