SEIS SEMANAS DE DOLOR EN URABÁ
La ruta de la guerra que desangró a la región hace 22 años
  • La Comisión Valores de Estados Unidos (SEC) investiga a Chiquita por sobornos a autoridades portuarias.

  • El Departamento de Estado considera a las Auc terroristas

  • Chiquita es condenada y debe pagar una multa por los sobornos

  • Un grupo de asesores legales le aconseja a Chiquita parar los pagos a las Auc.

  • Cesan los pagos a las Auc

  • Chiquita es condenada por financiación a terroristas

  • -Abogados del gobierno aconsejan ocultar los nombres de los empleados de la empresa

  • El National Security Archive solicita la desclacificación de archivos de la SEC

  • El Comité Especial de Litigio de la multinacional presenta su propio informe

  • El National Security Archive publica la primera tanda de archivos

  • Chiquita presentó un recurso para evitar la entrega de los documentos

  • El Tribunal de Apelaciones de Columbia falló a favor de la entrega de los documentos

LA GUERRA ENTRE VIEJOS ALIADOS

En 1995, los habitantes del Urabá vivían bajo la zozobra constante de la guerra entre las Farc y sus antiguos aliados, los desmovilizados de la guerrilla del Epl que decidieron rearmarse y unirse a los paramilitares de los Castaño.

La serie de masacres comenzó un año antes. El 23 de enero de 1994, guerrilleros de las Farc en compañía de un grupo de disidentes del Epl entraron al barrio La Chinita de Apartadó y asesinaron a 35 personas. Algunas víctimas militaban en Esperanza, Paz y Libertad, el partido político creado por el Epl en 1991 luego de entregar las armas. Según el Centro Nacional de Memoria Histórica, fue la peor de las 18 masacres que hubo en el Urabá por esa época.

A partir de ahí, cuando la guerrilla cometía una masacre en una finca bananera de influencia política de los exinsurgentes, las autodefensas respondían con otra en un predio de influencia de las Farc, persiguiendo militantes de la Unión Patriótica y del Partido Comunista. Así se perpetraron matanzas como las de El Aracatazo, Los Kunas y Bajo del Oso.

La historia de la guerra se remonta a dicha desmovilización en 1991, cuando el Epl abandonó el conflicto armado y sus reinsertados comenzaron a conocerse como ‘Los Esperanzados', miembros de Esperanza, Paz y Libertad.

La tranquilidad de la zona duró muy poco. Un año después de los acuerdos, las Farc, apoyadas por una disidencia del Epl que siguió en armas comenzaron una tenaz ofensiva contra los desmovilizados tachados de traidores, copando a su paso los territorios que antes dominaban. ‘Los Caraballos’, como eran conocidos estos guerrilleros del Epl que no se desmovilizaron, estaban integrados por cerca de 100 hombres bajo el mando de Francisco Caraballo, uno de los fundadores del Epl en Urabá.

Así lo recuerda Carmen Palencia, varias veces sobreviviente de la violencia en Urabá cuando era líder de ‘Los Esperanzados’ y actual presidenta de la Asociación Nacional de Víctimas por la Restitución y Acceso a la Tierra, una organización que reúne a más de mil líderes víctimas de despojo.

Así, de un lado los hombres de Caraballo se unieron a las Farc y del otro, un grupo de desmovilizados del Epl volvió a las armas, ahora con el respaldo de los hermanos Castaño para defenderse de sus excompañeros. Los nuevos aliados de los ‘paras’ tomaron el nombre de Comandos Populares.

En el proceso de Justicia y Paz, Hebert Veloza García, alias ‘HH’, exjefe del Bloque Bananero de las Auc, confesó que los Comandos Populares fueron responsables de matanzas en lugares como Turbo y Carepa.

Palencia relató que en esta guerra por el dominio del territorio era fundamental el control de los sindicatos. Hasta la desmovilización del Epl, las dos guerrillas tuvieron un acuerdo de no agresión a la hora de dividirse la influencia sobre las bases sindicales. Este acuerdo de tranquilidad ayudó a ambas partes a identificar en cuáles fincas se asentaban los líderes cercanos a cada grupo, información que determinó la decisión de perpetrar una u otra masacre cuando el conflicto se agudizó.

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Según Arnoldo Escobar, presidente de la Junta de Acción Comunal del corregimiento Nueva Granada en Turbo, para la época el abandono del en la región era total y los grupos armados ilegales eran la ley de las comunidades. “La ley de ellos era ‘el que la hace la paga’ y cuando querían convocar a la gente organizaban reuniones y decían vamos a matar a tal por esto o lo otro. Antes había muertos, pero no sembraron el terror que sembraron los paramilitares cuando llegaron”, contó Escobar.

Carlos Blandón es un líder de la Asociación Comunitaria de Apartadó, Asocodea, que para ese entonces era un niño que vivía en Chigorodó. Su testimonio refleja el temor de los habitantes del Urabá durante este cruento período de violencia.

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Fidel, el hermano mayor de los Castaño, envió paramilitares al Urabá desde 1988, ordenando masacres como las de El Tomate, en San Pedro de Urabá , y las de Honduras y La Negra y Punta Coquitos, en Turbo. Sin embargo, no fue sino hasta 1992 que estableció un grupo en la región, dejando Córdoba a la par que organizaba a sus paramilitares en el norte del Urabá.

La guerra entre Pablo Escobar y los ‘Pepes’, una alianza de criminales exsocios del cartel de Medellín, dirigida entre otros por Fidel Castaño, había hecho que los ‘paras’ concentraran todos sus esfuerzos en eliminar al Capo, que murió a finales de 1993. Castaño no disfrutó mucho la guerra pues fue asesinado misteriosamente un mes después. Ante la muerte del hermano mayor, Carlos y Vicente quedaron con el poder del grupo paramilitar.

Mientras tanto, las Farc y ‘Los Caraballos’ perseguían desmovilizados, aumentaban las extorsiones y los secuestros en la región y ocupaban los espacios que dejó el Epl tras haber firmado la paz. Según le contó a Rutas del Conflicto un administrador de una finca bananera que prefiere no revelar su nombre, antes de que los paramilitares se consolidaran en la región, en Apartadó había dos alcaldías, una legítima y una paralela que era conocida como ‘La Casa del Pueblo’. “La paralela la manejaban las Farc abiertamente, recibiendo las quejas de todo el mundo. Allá se sentenciaba y se ajusticiaba al que fuera, las quejas eran por cosas como alguna deuda por ejemplo”, dijo el administrador.

Arnoldo Escobar recuerda que con la llegada paramilitar el miedo se esparció por Urabá. “Antes uno iba y mercaba a San Pedro de Urabá y no había mayor problema. Con la llegada de los ‘mochacabezas’ por este municipio, ya uno iba a mercar y aparecían en las carreteras haciendo preguntas e intimidando a la gente para sacar información de la guerrilla”, dijo Escobar.

Carmen Palencia recordó que los ‘paras’ entraron a Urabá desde Las Tangas, la finca de Fidel Castaño ubicada en Valencia, Córdoba, de donde viene el nombre ‘Los Tangueros’. Atravesaron la zona por el norte y construyeron la primera base paramilitar en el Cerro del Yoki, ubicado en el corregimiento El Totumo en Necoclí. Los hombres de los Castaño asesinaron a padre e hijo de la familia Valdés Martínez y usurparon su finca para instalar la base.

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Palencia contó que el periodo de las masacres sucedió a la par con las elecciones a las alcaldías. Después de los asesinatos de los posibles candidatos de los sectores políticos respaldados por ambas partes a la Alcaldía de Apartadó, se decidió que Gloria Cuartas sería candidata única. Según Palencia, Cuartas, quien ha sido perseguida por el paramilitarismo, intentó bajarle el tono a la guerra a través de su labor humanitaria.

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Con la conformación de los Comandos Populares y la entrada paramilitar, la violencia se agravó. “Fue una cosa terrible, en la que toda la población estaba polarizada y todo mundo tomaba parte, incluso sin armas”, afirmó Palencia, quien contó además que el recrudecimiento de la guerra hizo que parte de la población entregara información a los grupos armados para tomar venganza.

La polarización era tal que el casco urbano de Apartadó terminó dividido por fronteras invisibles. “Se suponía que los del barrio Policarpa eran de las Farc y los del barrio Pueblo Nuevo eran de los reinsertados del Epl, ninguno podía pasar al otro lado fácilmente”, recordó un habitante. Palencia narró lo que sucedía con muchas víctimas que al principio no tenían nada que ver con esta guerra.

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Carlos y Vicente encontraron en los Comandos la llave de entrada al Urabá. En su interés por consolidarse en esta zona, conocida como el Eje Bananero, los Castaño financiaron a los Comandos, pero terminaron por absorberlos y usarlos como base para la creación de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, Accu, en marzo de 1995.

AUDIO 7

La guerra la ganaron los paramilitares. La Justicia colombiana en varias instancias ha confirmado el apoyo de miembros de la Brigada 17 del Ejército con sede en Carepa a los hombres de los Castaño. En diciembre de 1995, cuatro meses después de estas masacres, la guarnición militar quedó bajo el mando de Rito Alejo Del Río, general condenado por el Juzgado Ocho Especializado de Bogotá por sus comprobados vínculos con los ‘paras’.

Los exjefes paramilitares Salvatore Mancuso, Fredy Rendón Herrera, alias ‘El Alemán’, y alias ‘HH’, han confesado que la expansión paramilitar en la región fue apoyada por Del Río, versión con la que concuerdan diferentes organizaciones internacionales de derechos humanos.

La Fiscalía se ha referido a otros militares que apoyaron la estructura paramilitar en Urabá como el coronel Bayron Carvajal, condenado a 20 años de prisión por una masacre contra policías en Jamundí, Valle, en mayo de 2006; y el coronel Germán Morantes. En septiembre de 2013, una Sala de Justicia y Paz en Medellín pidió que se investigara a algunos militares entre Morantes por estos supuestos vínculos.

El transcurso de la guerra

El Aracatazo

Los Kunas

La Galleta

Bajo del Oso

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La masacre de 'El Aracatazo'



Foto: Archivo Revista Semana

Antes de que ocurriera la masacre ya había preocupación en el municipio de Chigorodó, los habitantes escuchaban rumores de que grupos al margen de la ley rondaban el sector. Cada día aparecían en promedio cinco personas muertas, pero fueron los hechos en ‘El Aracatazo’ los que esparcieron el miedo.

A las 9:30 de la noche del 12 de agosto de 1995, 15 integrantes del Bloque Bananero de las Auc entraron a la discoteca El Aracatazo, ubicada en el barrio El Bosque y ordenaron apagar la música. Luego exigieron información por unas armas que supuestamente guardaban en el lugar, al no encontrar nada, comenzaron a disparar indiscriminadamente. En el lugar murieron 18 personas, entre las que se encontraban miembros del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria Agropecuaria, Sintrainagro, y del Partido Comunista. El barrio El Bosque era una invasión de 30 cuadras en donde habitaban cerca de 700 familias en su mayoría provenientes de Córdoba, Chocó y el interior de Antioquia.

Hebert Veloza García, alias ‘HH’, exjefe del Bloque Bananero confesó su responsabilidad en los crímenes en el proceso de Justicia y Paz, y señaló que la masacre fue planeada por Dalson López Simanca, alias ‘Mono Pecoso’, un reinsertado del Epl que terminó en las filas del Bananero. Según el testimonio de alias ‘HH’, cuando los ‘paras’ llegaron a Urabá ya existían los Comandos Populares y había un grupo de siete personas lideradas por ‘Mono Pecoso’.

20 años después de la masacre, alias ‘HH’, quien fue extraditado y está a la espera de una condena por cargos de narcotráfico en Estados Unidos, aceptó haber autorizado la masacre, por lo que el Tribunal de Justicia y Paz de Bogotá lo condenó a siete años de prisión.

Alias ‘Mono Pecoso’ y el paramilitar José Luis Conrado Pérez, fueron condenados a 40 años de prisión por estos hechos. A septiembre de 2015, ‘Mono Pecoso’ sigue en el proceso de Justicia y Paz, en el puede recibir el beneficio de una pena alternativa de solo ocho años de cárcel si confiesa sus crímenes y repara a las víctimas. Pérez sigue prófugo de la Justicia.

En mayo de 2015 el CTI capturó al sargento primero John Fredy Moncada Carmona y al mayor retirado Nofar Fabián Motta Bastidas por la presunta responsabilidad en la masacre. El fiscal los investiga por homicidio en persona protegida y porte ilegal de armas de fuego de uso privativo de las FF.MM.

Actualmente varias víctimas de Chigorodó no han podido completar los procesos de reparación y reclamación de tierras a los que tienen derecho, debido a amenazas y a demoras en los trámites.

Para Carlos Blandón, líder de la Asociación Comunitaria de Apartadó, Asocodea, las víctimas de Chigorodó no han podido superar el dolor que les dejó la pérdida de sus familiares.“Uno quisiera volverse un paño de lágrimas para secarle las lágrimas a esas madres y mujeres que lloran a sus hijos y esposos”, dice Blandón.

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La masacre de 'Los kunas'


Foto: Archivo Revista Semana

Gloria Tamayo, líder de Asoprovipaz, una asociación de víctimas del municipio de Carepa, contó cómo vivió la llegada de la guerra a su pueblo.

El lunes 28 de agosto de 1995, 30 hombres del Frente Quinto de las Farc se transportaron en lancha por el río Chigorodó hasta llegar a un sitio conocido como La Guacamaya. Luego de cruzar la montaña para salir al río Carepa, atravesaron el río en una hora y se quedaron en la orilla hasta las seis de la tarde.

Según las crónicas de varios periódicos de la época, a las ocho de la noche, los guerrilleros acamparon en una finca ubicada a hora y media de la finca bananera Los Kunas. A las cuatro de la madrugada del otro día, 29 de agosto, se dirigieron hacia el sitio conocido como río Grande, la caminata duró cerca una hora hasta llegar al desvío de la carretera principal de Carepa, que conduce al Aeropuerto Antonio Roldán Betancourt. Los guerrilleros esperaron a que trabajadores de las fincas Los Almendros, Santa Cruz y Los Kunas pasarán por el lugar.

A las cinco y media de la mañana, 150 trabajadores de fincas bananeras que se transportaban en cuatro buses y tres camperos fueron abordados por los guerrilleros justo en frente de la finca Los Kunas. Uno de ellos lps amenazó con asesinarlos y les ordenó bajarse de los vehículos.

¡Los de Esperanza y Comandos Populares salgan al frente! -gritó un guerrillero.

Todos los trabajadores se bajaron y fueron obligados a hacer una fila frente a una construcción antigua del predio. Les quitaron sus pertenencias y les pidieron la cédula. El jefe guerrillero leyó algunos nombres que tenía en una lista y escogió a 24 trabajadores, a los demás les ordenó subir a los buses y devolverse de inmediato.

Cuando ya eran las siete de la mañana, bajo amenazas, se llevaron a los 24 obreros a una cancha de fútbol dentro de la finca, los tiraron al piso y los amarraron boca abajo con las mismas cuerdas con las que se atan los racimos de los plátanos. Dos obreros suplicaron que los soltaran, argumentando que solo se dedicaban a buscar un sustento para sus familias, petición a la que accedió la guerrilla.

A 16 trabajadores amarrados les dispararon en la cabeza mientras les decían: “¡Ustedes son de los Comandos!”. Otros que trataron de huir también recibieron disparos. Según testigos, después de perpetrar la masacre, los guerrilleros huyeron rumbo a Chigorodó en los transportes de los trabajadores.

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La responsabilidad de esta masacre es atribuida a los jefes del Frente Quinto de las Farc, Luis Carlos Úsuga, alias ‘Jacobo Arango’ y Freddy Montalvo de la Rosa, alias ‘Papujo’. Úsuga, Familiar de Dairo Antonio Úsuga, alias ‘Otoniel’, jefe de la banda de los Urabeños, murió en un bombardeo que realizó el Ejército el 31 de enero de 2013, y Montalvo fue capturado y en octubre de 1998 condenado a pagar 28 años de cárcel.

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El 14 de febrero de 1996, casi seis meses después de la masacre en Los Kunas, guerrilleros del mismo frente perpetraron otra masacre en una finca llamada Osaka. Humberto Moreno, uno de los sobrevivientes, compartió su historia.

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La masacre de 'La Galleta'


Foto: Archivo Revista Semana

La represalia de los ‘paras’ por la masacre de Los Kunas llegó el 14 de septiembre en el municipio de Turbo. A las cuatro de la mañana, un grupo de hombres armados pertenecientes al Bloque Bananero de las Auc ingresaron a las veredas de Penachos y Pueblo Galleta. Sacaron de sus hogares a siete personas militantes de la Unión Patriótica. Entre ellos se encontraban los esposos Jacinto Moreno Nuñez y Doralba García Núñez, quienes fueron amarrados y conducidos a la altura del puente de Pueblo Galleta. Allí, Doralba tuvo que presenciar cómo hombres dirigidos por Jesús Albeiro Guisao, alias ‘El Tigre’, torturaron, castraron y decapitaron a su esposo.

Según Hebert Veloza García, alias ‘HH’, exjefe del Bloque Bananero, varias de las víctimas fueron señaladas de haber participado en el homicidio de algunos de los familiares de alias 'El Tigre', en hechos anteriores. Al resto de víctimas los amarraron, los llevaron al mismo lugar y los asesinaron con disparos y armas blancas.

Después de perpetrar la masacre, los paramilitares les dijeron a los habitantes que tenían que desocupar el lugar en cuatro días. Amenazaron aproximadamente a 250 familias que habitaban en las haciendas Currulao, La Primavera, La Fortuna y Paquemás. Muchos tuvieron que huir repentinamente, así que el grupo paramilitar pudo adueñarse de decenas de fincas abandonadas por la masacre.

Aníbal Agudelo, un habitante de La Galleta, contó que el día de la masacre los paramilitares los amenazaron y los obligaron a entregarles sus parcelas. Aníbal tuvo que abandonar el lugar de inmediato. “Yo vivía con mi señora y mis hijos, teníamos una parcela, cultivamos yuca, maíz y otras cosas que nos servían para el sostenimiento del hogar, también teníamos ganado y sacabamos varias crías para el futuro de los hijos. Hasta que llegó un grupo de paramilitares al lugar y se apoderó de las parcela”. Un año después de ocurrida la masacre, Aníbal intentó volver a la finca, pero los paramilitares, que seguían dominando el territorio, lo desplazaron otra vez bajo amenazas.

En 2009, alias ‘El Tigre’ reconoció la responsabilidad en esta masacre y fue condenado a 40 años de cárcel, aunque continúa dentro del proceso de Justicia y Paz, en el que la sentencia le sería conmutada por ocho años a cambio de confesar sus crímenes y reparar a las víctimas. A Guisao se le consideraba la mano derecha de su jefe, alias ‘HH’.

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La masacre de 'Bajo del OSo'


Foto: Archivo Revista Semana

A las 5 de la mañana del 20 de septiembre de 1995, integrantes del Frente Quinto de las Farc asesinaron a 24 personas en la vereda Bajo del Oso, a un kilómetro del municipio de Apartadó, Antioquia. Alexander Puerta es el único sobreviviente y hace exactamente dos años recordó lo sucedido al Centro Nacional de Memoria Histórica.

Los guerrilleros se subieron a un bus en el que un grupo de jornaleros iba de camino al trabajo, en una plantación bananera llamada Rancho Amelia, y ordenaron al conductor dirigirse hasta un sendero que quedaba 200 metros más adelante, donde esperaban otros hombres armados. Les ordenaron bajar uno por uno, hacer tres filas y tirarse en el suelo boca abajo. Les amarraron las manos y vendaron los ojos, luego los fusilaron. “Sentí que las ráfagas quemaban mis piernas, por instinto levanté la cabeza para saber qué sucedía y fue en ese instante que un bala ingresó por mi ojo derecho y salió por el pómulo izquierdo", dijo Alexánder.

Los guerrilleros remataron a los heridos con machetes para no dejar testigos. Dos machetazos que recibió en el cuello dejaron a Alexánder inconsciente. 20 minutos después de la huída de los asesinos, el administrador de Rancho Amelia llegó en su auxilio. Las víctimas, entre las cuales había una mujer embarazada, pertenecían al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria Agropecuaria, Sintrainagro. Algunas de ellas eran simpatizantes del partido político Esperanza Paz y Libertad, creado tras la desmovilización del Epl en 1991.

Alexánder cree que está vivo de milagro, ahora es un pastor cristiano y desde entonces se ha dedicado a conciliar el diálogo entre víctimas y victimarios del conflicto, visitando las cárceles de El Pedregal, Itagûi y Bellavista en Antioquia. Incluso, en el año 1999, visitó a uno sus victimarios en la cárcel de Bellavista, le reveló su identidad, lo abrazó y le ofreció perdón por lo que había hecho.

Carmen Palencia era una líder de Esperanza, Paz y Libertad para ese entonces y pocos días antes de la masacre regresó a Urabá luego de tres meses en coma. El 30 de mayo de 1995 había recibido cinco tiros en un atentado. Cuando volvió se reunió con un tío y un primo hermano que luego murieron en Bajo del Oso.

Luis Carlos Úsuga alias ‘Jacobo Arango’ fue el jefe del Frente Quinto del Bloque José María Córdoba de las Farc. Luego de la muerte de 'Iván Ríos' en 2008, esta estructura adoptó el nombre de este jefe guerrillero. Úsuga, que fue el principal autor del exterminio de decenas de reinsertados del Epl, murió junto a seis guerrilleros en un bombardeo de la fuerza pública en febrero de 2013. Elda Neyis Mosquera García, alias ‘Karina’, ex jefe del Frente 47 de las Farc, también dirigió el ataque y actualmente está postulada a Ley de Justicia y Paz.

Orfelina contó cómo le cambió la vida la muerte de su esposo, víctima de la masacre de Bajo del Oso.