Puerto Saldaña fue el lugar que el Bloque Tolima, franquicia de las AUC, escogió como base militar en el sur del departamento. Los paramilitares se consolidaron en el corregimiento en abril de 1997 y, desde ese momento, empezaron a generar el desplazamiento de los habitantes del centro poblado y sus veredas. Uno de los primeros éxodos se dio en mayo de 1999, cuando ‘paras’ llegaron a Las Palmas, vereda del corregimiento, y quemaron casas, robaron ganado y se llevaron a varios pobladores que después aparecieron muertos, según contó El Nuevo Día en su momento. Sin embargo, esto no fue un hecho aislado, tan solo tres meses después, 87 personas, entre ellas 50 niños, salieron de las veredas La Ocasión, El Espejo y El Placer huyendo del fuego cruzado entre ‘paras’ y guerrilleros, pues el Frente 21 de las Farc también tenía presencia en el territorio. Poco a poco las veredas de Puerto Saldaña iban quedando vacías mientras el centro poblado se llenaba más y más de desplazados. Hasta que en abril de 2000 no hubo nadie que se quedara a seguir viendo la guerra. El primer día del mes más de 400 hombres de las Farc se tomaron el corregimiento y, durante cinco días, se enfrentaron a paramilitares, Ejército y Policía. Ante la derrota se fueron por las mismas montañas por las que llegaron. Pero bastaron solo tres semanas para que volvieran, el 25 de abril, a terminar lo que habían empezado. En esta segunda toma lograron su cometido: sacar a los paramilitares del corregimiento, y con ellos a toda la población y hasta a la Policía por 17 años. Lo único que quedó en Puerto Saldaña y sus veredas fueron casquillos de fusil y cultivos abandonados. En total, se hablaba de más de 1.330 desplazados y 24 muertos. Casi tres meses después, a finales de junio, la guerrilla le dio permiso a algunos habitantes de retornar, con la condición de que nadie se acercara al puesto de Policía. Para esa época, las autoridades del departamento contaban 2.600 desplazados ubicados en Rioblanco. Hoy, en el centro poblado de Puerto Saldaña viven 90 familias, pero el rastro de la guerra y el desplazamiento todavía se ve en las casas abandonadas, en la plaga que se quedó en algunos cultivos y en los recuerdos de sus habitantes.