Vías sin resguardo: la construcción de carreteras en el territorio nukak



Como espinas de pescado que avanzan lentamente en el mapa, decenas de kilómetros de carreteras se siguen adentrando dentro del Resguardo Nukak, en el Guaviare, el hogar ancestral del pueblo indígena que tiene el mismo nombre. Las vías le abren paso a la deforestación de esta densa selva que marca la frontera norte de la Amazonía colombiana, llena de caños naturales que la recorren de norte a sur, hasta desembocar en las aguas de los ríos Inírida y Guaviare.

Según la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS), de 2019 hasta agosto de 2022, se han construído 70 kilómetros de vías dentro del resguardo, especialmente en el sector noroccidental. Esta cifra se suma a los 218 kilómetros que se habían construido en casi cuatro décadas, desde principios de los ochenta hasta 2018.

Muy cerca del límite norte del resguardo se encuentra el río Guaviare, que fue por mucho tiempo la frontera entre las extensas llanuras de la Orinoquía y la selva. Una frontera que ha ido desapareciendo por cuenta de la deforestación vinculada con la colonización que, aunque tiene un avance de décadas, ha empeorado durante los últimos años. Así lo muestran los datos de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS), que indica que en tan solo cuatro años, de 2017 a 2020, se deforestaron dentro del resguardo cerca de 10.700 hectáreas de bosque amazónico. Esta cifra es superior a la del periodo que comprende los once años previos, entre 2005 y 2016, que llegó a las 9.000 hectáreas.

Estas nuevas carreteras que siguen avanzando marcan el avance de la destrucción de la selva y de los negocios que trae consigo. Según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM), el 85% de toda la deforestación en Colombia en los últimos años ha estado a menos de cinco kilómetros de un acceso terrestre. “Cuando se mejora la accesibilidad a un área de bosque se incrementa su transformación. Llega una carretera y llega la deforestación”, dice un funcionario del IDEAM encargado del monitoreo de esta situación ambiental.

El resguardo fue creado en 1993 con 632 mil hectáreas y ampliado a casi un millón en 1997, que pertenecen al pueblo nukak. A pesar de lo que parecería una abundancia de tierra, la realidad es que la comunidad indígena intenta subsistir en medio de la pobreza y el desplazamiento, pues una buena parte de los nativos han dejado su territorio por la violencia y las nuevas condiciones impuestas por la colonización.

En consecuencia, algunos nukak aseguran que parte del resguardo se ha convertido en una “tierra sin ley”, en la que potreros para ganadería y cultivos de coca han reemplazado a la selva. “Parece que no fuera nuestra tierra. Nos toca pedir permiso para cruzar por las nuevas fincas que van cercando y si uno llega a hacer algún reclamo termina hasta amenazado”, cuenta un indígena nukak que vive dentro del resguardo, pero al igual que la mayoría de fuentes de esta investigación, prefiere no publicar su nombre por cuestiones de seguridad.




Las vías que avanzan desde el norte y el oriente

El proceso de colonización en el departamento fue marcando la construcción de carreteras que poco a poco se fueron acercando al resguardo Nukak desde hace cerca de 70 años. Los cultivos de coca fueron factores que influyeron en la construcción de estas vías, varias de las cuales siguen abiertas.

La profesora de la Universidad Nacional Dany Mahecha, que ha seguido el caso de los Nukak desde 1991 con distintas investigaciones e intervenciones institucionales acompañando este pueblo, cuenta que el avance de las vías hacia lo que hoy es el resguardo se fue dando lentamente con la llegada de colonos. “Desde la carretera que conecta San José a la llamada ‘Trocha Ganadera’, se desprendieron otras hacia Caño Maku, Guanapalo, Charraquera y Charras”, explica la investigadora, autora, junto al profesor Carlos Eduardo Franky del informe Políticas de representación y presentación entre los nukak (Amazonía colombiana).Transformaciones y continuidades (Ver documento).

Mahecha agrega que esas vías se fueron consolidando luego de la llegada de cultivos de uso ilícito a la zona, cuando los colonos, que en general eran campesinos pobres, entraron a la cadena de producción de base de coca desde finales de los ochenta.

La profesora Mahecha cuenta que para la época se crearon Juntas de Acción Comunal de campesinos colonos que habían ocupado lo que para ese momento era una zona de reserva forestal, pero que desde 1993 se convirtió en el resguardo. La investigadora señala que en los noventa, políticos llegaron buscando votos y llevaron recursos y maquinaria para mantener y ampliar la carreteras y construir nuevas en lo que ya era el resguardo Nukak. “El hecho de que el Estado reconociera a las Juntas como un espacio participativo también conllevaba que se viera a los colonos como un caudal político que se gestiona a través de la llevada de la luz, de la carretera, todo en una zona de reserva forestal”, señala Mahecha.

La guerrilla de las FARC-EP, que fue llegando paulatinamente a la zona, amplió y terminó de construir la carretera más extensa dentro del resguardo, una vía de cerca de 60 kilómetros que lo atraviesa de sur a norte, desde el sector de Barranco Colorado, a orillas del río Guaviare, a unos 90 kilómetros en línea recta al oriente de San José, hasta la población de Tomachipán, sobre el río Inírida.

Entre 1997 y 2006, la violencia se disparó con la llegada de los paramilitares desde Urabá, que volvieron a desplazar a los indígenas y arrasaron a varios poblados que habían construido los colonos. Desde entonces, decenas de vías avanzaron por el norte y el occidente, desde San José del Guaviare, El Retorno y Calamar hacia el resguardo Nukak con el apoyo de el mismo Estado, cómo se verá más adelante. Muchas de ellas se extendieron dentro del mismo resguardo, especialmente desde 2017, cuando las FARC-EP se desmovilizaron y dejaron la zona, en un nuevo y fuerte proceso de deforestación para la ganadería y los cultivos de coca, palma y eucalipto.

Como se ve en el mapa, más abajo, varias de estas carreteras, especialmente en los sectores de Guanapalo, Caño Makú y Puerto Flores, se han extendido dentro del resguardo desde 2019. “Las carreteras van de la mano con las áreas más deforestadas del resguardo, especialmente para ganadería y para cultivos de uso ilícito”, cuenta una funcionaria de una ONG ambiental que trabaja en la zona.





GUANAPALO

CAÑO MAKÚ

PUERTO FLORES

GUANAPALO

CAÑO MAKÚ

PUERTO FLORES

El resguardo Nukak se extiende por cerca de un millón de kilómetros en el nororiente del departamento de Guaviare

Junto al avance de la colonización y con el apoyo del Estado, las carreteras avanzaron desde los cascos urbanos de los municipios de San José y El Retorno. Las vías antiguas del noroccidente del resguardo se ven en naranja (hasta 2018) y las nuevas en fucsia.

Los puntos violeta marcan la deforestación desde 2019. La zona noroccidental del resguardo ha sido afectada y coincide en vairias zonas con las carreteras.

Las áreas en verde marcan los cultivos de coca, según la FCDS. La mayoría se concentran en el sector de Guanapalo, el caño Makú y La Lindosa, al sur del resguardo, una zona a las que llega una carretera que viene desde Puerto Flores.

Las áreas en amarillo y rosa en el norte del resguardo son cultivos de palma y eucalipto, respectivamente. Líderes indígenas denunciaron que los cultivos de palma ya están dentro de la propiedad colectiva.





Las carreteras que conectan los cascos urbanos de los municipios con estas zonas de colonización en los límites y dentro del resguardo han recibido recursos de las administraciones locales a pesar de que no tenían permisos ambientales para su construcción, mantenimiento y ampliación. El exgobernador Nebio Echeverry y los alcaldes Pedro Novoa, de Calamar, Jhonivar Cumbe Miraflores y Oscar Ospina de El Retorno han recibido sanciones en diferentes instancias por invertir recursos públicos en vías ilegales en el departamento.


De izquierda a derecha, los exalcaldes con procesos por la construcción de carreteras de Miraflores(Jhonivar Cumbe), El Retorno (Óscar Ospina) y Calamar (Pedro Novoa).

La Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y el Oriente Amazónico (CDA), entidad pública autónoma encargada del control ambiental en la región, señala que en el plan vial del departamento y del municipio de El Retorno, hay varias carreteras que conectan veredas cercanas al borde del resguardo. Estas vías se encuentran entre Charras y Guanapalo al norte y Puerto Flores al sur. Un funcionario de esta entidad, que prefiere no publicar su nombre por cuestiones de seguridad, señaló que las tres carreteras que aparecen en el plan vial de El Retorno no tienen licencia ambiental y deben hacer la debida gestión ante la CDA.

Una vía del plan de la gobernación conecta a varias veredas de El Retorno con el borde del resguardo en el sector de Caño Mosco. En la práctica, esta carretera se conecta con otra que atraviesa una especie de cuello del territorio nukak rompiéndolo completamente. Como se aprecia en el mapa más arriba, esta vía avanza hasta el sector de La Lindosa, en los límites con la Reserva Nacional Natural Nukak, que se extiende al sur del Resguardo Nukak.

Las líneas punteadas en el mapa muestran la carretera en el mapa vial de la Gobernación. Las líneas contínuas muestran las vías en el mapa vial del municipio de El Retorno. Mapa:CDA.

Una funcionaria de una entidad local que ha trabajado hace más de 10 años en la zona y que omite su nombre por seguridad señala que el Estado tiene una enorme responsabilidad en la construcción de estas nuevas vías, abiertas dentro del resguardo desde 2019. “Los mandatarios locales han ampliado y mejorado vías. Así las entidades encargadas prohíban transitar por ahí, queda la trocha abierta, para que luego vuelva la gente interesada en deforestar y siga avanzando con la vía, selva adentro”, señala la funcionaria.

Por supuesto, lo complejo de estas construcciones es que están rompiendo con el territorio indígena. Por ejemplo, la carretera paralela a Caño Mosco, que rompe el cuello que forma el límite del resguardo, ha terminado por cerrar el paso de las comunidades nukak que ancestralmente se movían por esa zona recolectando sus alimentos. “Por allá para el lado de Puerto Flores, de Caño Flor, ya lo que hay es pura sabana, ya no queda selva, entonces ya ¿uno a qué va por allá?”, dice un indígena nukak que vive dentro del resguardo, cerca a la zona.




¿Quiénes abren las carreteras y quién deforesta?

Organizaciones ambientales que trabajan en la zona y líderes del pueblo Nukak señalan que la construcción de las vías dentro del resguardo y el aumento de la deforestación van de la mano con el aumento del mercado informal de tierras en varias zonas del departamento, incluído el resguardo. “Vienen, tumban un pedazo de selva y cercan, vuelven eso un potrero. Después lo venden y se van y tumban otro pedazo y así, es un negocio”, dice Joaquín Nibe, representante legal del resguardo, que vive desplazado en el asentamiento de Aguabonita, cerca a San José del Guaviare.

La funcionaria que trabaja para una entidad local señala que en muchos casos no son campesinos colonos los que abren las carreteras o ‘potrerizan’ sino que son comerciantes que tienen el poder económico para tumbar grandes superficies de selva. Un indígena nukak que vive dentro del resguardo, cuyo nombre también se omite por seguridad, señala que se invierte mucho dinero en contratar ‘motosierristas’ o en maquinaria para abrir las trochas.”Los colonos no tienen toda esa plata. La cosa es que llega gente que tiene con qué y muchas veces dentro del resguardo no hay ley, entonces hacen lo que quieren. Y cuando viene el Ejército agarra a los colonos que están haciendo lo del día con sus motosierras nada más”, contó el indígena.

Precisamente, la FCDS ha denunciado la presencia de monocultivos agroindustriales que necesitan grandes inversiones cerca del resguardo en el sector de Guanapalo. Como se ve en el mapa, se han detectado varios cultivos de palma de aceite y eucalipto en la zona.

La CDA le dijo a Rutas del Conflicto que no ha emitido sanciones por la construcción de estas carreteras, pero sí por 13 casos de deforestación dentro del Resguardo Nukak desde el año 2020. La mayoría de estas sanciones están relacionadas a casos en los que el área deforestada iba entre las 50 y las 120 hectáreas (Ver lista de sanciones por deforestación en el resguardo) y las personas involucradas fueron frecuentemente los ‘motosierristas’, capturados en flagrancia por el Ejército.

Captura de personas con motosierra en 2018 presentada a medios por el Ejército y la Policía.

Un funcionario de la CDA que prefiere no publicar su nombre señaló que tienen varias limitaciones para controlar los daños ambientales que ocurren en el resguardo por las complejas situaciones de seguridad de la zona. Cabe recordar que en la zona hace presencia el Frente Primero de las disidencias de las FARC que controlan el cultivo de coca. “Para ir a inspeccionar el terreno debemos coordinar todo primero con el Ejército y la Fiscalía. Si no tenemos la garantía por parte de estas autoridades no podemos ingresar a la zona”, explicó el funcionario de la entidad de control ambiental.




La colonización en el resguardo y los nukak

La prensa registró por primera vez el contacto entre los colonos y los nukak en 1965, en la zona de Charras, que terminó en un choque que dejó varios heridos, como lo cuentan Mahecha y el profesor Carlos Eduardo Franky en el informe Los Nukak, el último pueblo de tradición nómada contactado oficialmente en Colombia(ver documento). “Después de ese incidente, ellos (los indígenas) fueron retrocediendo en su territorio con el avance de la colonización, pero es claro que el área entre los ríos Guaviare e Inírida, que es donde está el resguardo, es el territorio ancestral nukak”, señala la profesora.

Han pasado ya varias décadas desde la llegada de los primeros colonos a este territorio, incluso mucho antes de la conformación del resguardo. Los límites de la propiedad indígena no están plenamente marcados en el terreno con mojones, como se le llaman a las señales que delimintan un terreno, por lo que muchos campesinos han construido sus hogares y han cercado lo que consideran sus fincas en zonas que consideran están fuera del resguardo.

Las comunidades de colonos que han llegado a la zona en diferentes momentos han reclamado la apertura y mantenimiento de carreteras porque han generado unas lógicas de vivienda, trabajo y movilidad durante estos años, según cuenta un funcionario de una entidad local que conoce la zona. “Es difícil que una persona que ha vivido ahí toda su vida no sienta que esa tierra es suya y trabaje para mejorar las condiciones de las vías que le permiten moverse o comerciar”, dice el funcionario.

Zona del resguardo convertida en potrero con pastos altos. Foto: archivo personal de fuente entrevistada para el reportaje.

Las carreteras fueron y son claves para toda la economía alrededor del cultivo de coca en la región y el Estado no llegó a ofrecerles alguna opción diferente a los colonos después del proceso de paz con las FARC, según cuenta la funcionaria de la ONG ambiental. “Vinieron del gobierno con el Programa Nacional Integral de Sustitución (PNIS), pero se dieron cuenta que no podían financiarles proyectos productivos a los colonos porque esas tierras hacían parte del resguardo y todo quedó ahí”, explica la funcionaria.

Y es que el asunto de la propiedad de la tierra plantea una situación inamovible dentro del marco legal colombiano: los colonos jamás podrán acceder a títulos de propiedad dentro del resguardo. Ana Jimena Bautista, coordinadora de tierras de la ONG Dejusticia explica que este tipo de propiedad colectiva para pueblos indígenas es inalienable, imprescriptible e inembargable. “Es una situación compleja, pero el Estado debe encontrar soluciones, debe entrar a caracterizar y ver quiénes están ahí, desde hace cuánto tiempo. En algunos casos podría haber un saneamiento, que es básicamente la reubicación de esas personas en predios fuera del resguardo”, explica Bautista.

Uno de los líderes nukak entrevistados insiste en que la forma en que los ven los colonos sigue contribuyendo en el desplazamiento de los indígenas. “Ellos dicen que nosotros no producimos nada en la tierra, que no deberíamos cruzar por las fincas que son de ellos, pero lo que pasa es que este territorio es nuestro y ellos son los que no deberían estar ahí”, dice el líder.

Lo cierto es que mientras todo esto ocurre y a pesar de que existen unas medidas cautelares proferidas por un juez de restitución de tierras para preservar la integridad territorial de los nukak, las carreteras siguen avanzando por la selva y con ellas la deforestación. Como lo señala la profesora Mahecha, toda la situación que ha vivido este pueblo indígena en su territorio es un crimen contra su existencia física y cultural.