Mujeres indígenas, guardianas del territorio y de la cultura en Putumayo
En medio del piedemonte amazónico, muy cerca de la ciudad de Mocoa en Putumayo hay un lugar en donde la naturaleza se erige en todo su esplendor. Una reserva que se ubica a 6,5 kilómetros de la cabecera municipal, y en la que un grupo de 65 mujeres indígenas de los pueblos Siona, Kofán, Koreguaje, Inga y Kamëntsá crearon la Asociación de Mujeres Indígenas Chagra de la Vida (Asomi).
Por:Alejandra Cetina
Esta organización tiene como objetivo la preservación de los saberes, tradiciones e identidades de las mujeres, sus territorios y el fortalecimiento organizativo. Las mujeres del Putumayo se organizaron para la defensa del territorio, sus tradiciones, su cultura y sus prácticas ancestrales. Soportaron y siguen resistiendo las violencias de los actores armados y esperan poder seguir transmitiendo su conocimiento y evitar el exterminio del pueblo siona en la región amazónica
Paola Margarita Chindoy es una joven de gran sonrisa, piel trigueña y pelo liso y es una de las mujeres indígenas que lidera Asomi. Su labor es la de liderar el proceso en conjunto con las directivas, pertenecer al comité Juntas para tejer y hacer el relacionamiento público. Como la mayoría de las lideresas que pertenecen a la Asociación, ella heredó los conocimientos y el mandato de su madre Rosario Chicunque.
Paola Chindoy arengando en la Plaza de Mocoa, Putumayo. Ricardo Sánchez Gómez
“Ha sido un proceso de legado muy bonito en el que honro el camino de mi abuelita mamá Conchita y el de taita Santiago. Mamá Conchita fue una de las fundadoras de Asomi. Y en una ida al territorio para transmitir los conocimientos trajo a mi mamá, a mamá Charito y ella en ese mismo proceso nos empezó a traer a mi hermanita y a mí. He ido caminando ese sentir, ese pensar y esas palabras de las mamitas que inicialmente estuvieron y me vieron aquí chiquita”, cuenta Paola.
En un ambiente en el que las mujeres no participaban tanto en los espacios de toma de decisiones y en medio de la sobrecarga del trabajo de cuidado en los hogares, nació Asomi, como una respuesta para enriquecer y practicar los conocimientos y saberes ancestrales.
La asociación se ha convertido en un ejemplo de resistencia frente a las violencias que se ejercieron sobre las comunidades indígenas durante el conflicto armado y como una propuesta de conservación ancestral y del territorio. Como lo relata Paola Chindoy, la creación de la asociación nació de la visión de un taita, máxima autoridad dentro de los territorio indígenas, y han sido las mujeres, generación tras generación, las que, apropiándose de este espacio, lo han sacado adelante durante 20 años.
El trabajo de Asomi se extiende a diversos territorios de los departamentos de Putumayo y Caquetá. Sus actividades se desarrollan en los municipios de Santiago, Colón, Sibundoy y San Francisco del Alto Putumayo, Mocoa y los resguardos Inga Kamëntša y Yunguillo del Medio Putumayo. Mientras que en la zona del bajo Putumayo tienen presencia en Santa Rosa, ubicado en el Valle de Guamuez, Buena Vista y Nuevo Amanecer, en Puerto Asís. Además hay varias mujeres que pertenecen a la Asociación, en el resguardo Yurayaco, situado en Florencia, Caquetá.
Como parte de sus labores, entre el 18 y el 20 de agosto de 2023, Asomi en compañía de otras organizaciones de la sociedad civil convocó al Festival del Agua, la Montaña y la Vda. Este evento fue el momento perfecto para que las mamitas sabedoras, la guardia y los jóvenes de los pueblos indígenas se reunieran por la defensa del territorio, por la preservación de sus tradiciones y por la transmisión de sus conocimientos. El evento tenía como objetivo sensibilizar a las instituciones estatales y a la ciudadanía sobre la defensa del territorio amenazado por proyectos extractivistas de cobre, petróleo y otros recursos naturales.
Al festival asistieron comunidades indígenas de toda la región, además de organizaciones y líderes ambientales de la amazonía. Ricardo Sánchez Gómez
Las mamitas fundadoras
Asomi nació luego de que en 2004 se creara la Unión de Médicos Indígenas Yageceros de la Amazonía Colombiana, para fortalecer la medicina tradicional y preservar el conocimiento ancestral. En ese momento el taita del Pueblo Siona del Resguardo Buenavista, Francisco Piaguaje, visionó que las mujeres también deberían organizarse con el mismo propósito pero desde la mirada femenina y promoviendo el autocuidado.
En ese mismo contexto, el taita hizo énfasis en la importancia de que además las mayoras tuvieran un espacio para continuar transmitiendo su sabiduría a las generaciones más jóvenes. Y es que por el conflicto armado y el desplazamiento, las chagras, es decir lugares sagrados en donde se preserva la cultura y la soberanía alimentaria, se fueron debilitando.
Según la Comisión de la Verdad, entre 2001 y 2008 fueron desplazadas en el departamento 28.775 personas. Las comunidades indígenas no solo fueron expulsadas de sus territorios sino que fueron confinadas. En palabras de la Comisión, esto o afecta la sobrevivencia de los pueblos indígenas y el desarrollo de su cultura en el territorio, al atentar contra las prácticas de alimentación (caza, pesca y cosecha de alimentos) y el uso de las plantas medicinales, y restringir el acceso a los sitios sagrados, así como a espacios fundamentales en la vida cotidiana, como los ríos, los caminos y los sembrados. Lo que trae como consecuencia un un desarraigo y una desprotección del territorio.
En los primeros días de octubre de 2023, se conoció que la comunidades indígena Siona llevaba más de dos semanas confinadas y desplazadas de su territorio en los resguardos de Buenavista y del Piñuña Blanco, en Puerto Asís, Putumayo. Las comunidades denunciaron que los hechos violentos se dieron por la confrontación entre dos grupos disidentes de las antiguas FARC-EP, el Frente 1 Carolina Ramírez y los Comandos de la Frontera. “Las familias confinadas, según los comunicados, tuvieron bloqueado el acceso a sus chagras (cultivos de subsistencia), mientras persistía el paso de actores armados ilegales y del Ejército por el territorio, además del toque de queda desde las 18:00 h y la suspensión de servicio público fluvial y terrestre.
La situación de amenaza a estas comunidades no es nueva. Por medio del Auto 004 de 2009: ‘Planes Salvaguarda’ para comunidades y pueblos indígenas de Colombia, el Ministerio del Interior ratificó las condiciones de exterminio físico y cultural de los pueblos indígenas del Putumayo y del Caquetá, además de las del resto del país. Los daños ambientales derivados de los cultivos de uso ilícito, contaminación de las fuentes de agua por la minería ilegal y las actividades petroleros en ríos como el Putumayo, el deterioro social por la presencia de grupos armados, las disputas territoriales interétnicas, instituciones estatales débiles y asesinatos a líderes y lideresas indígenas son situaciones que el Auto menciona como factores determinantes en el exterminio.
Brigitte Escobar, es una joven de apenas 18 años que tuvo que salir de su territorio por el conflicto armado. Tras su retorno al resguardo indígena Buenavista empezó un proceso de apropiación cultural que la llevó a pertenecer a la directiva de su resguardo y al semillero Raíces Ancestrales de Jóvenes que tiene Asomi.
Brigitte Escobar es indígena siona. Es lideresa de su comunidad e integrante de Asomi. Ricardo Sánchez Gómez.
“Mi proceso de apropiación tiene que ver con el cuestionamiento al decir soy indígena, pero no conozco mi cultura. Eso vincula un poco el l semillero de jóvenes que se llevan en Asomi ya que le damos la importancia de seguir fortaleciendo, estos trabajos como de conocerme a mí misma, conocer mi identidad, cómo cuido mi cuerpo que es mi primer territorio para seguir cuidando nuestro entorno biodiverso y cultural”, asegura Brigitte.
Son varios los jóvenes que al retornar a su territorio se han interesado en recuperar sus costumbres culturales y sus saberes ancestrales a través del semillero de la organización, como lo explica Brigitte. Según cuenta Paola Chindoy, esta iniciativa surge también de la necesidad de estar en constante comunicación con los resguardos y con las necesidades que estos tienen. “Son niños, niñas, jóvenes, hombres y mujeres que están en este camino de fortalecimiento y de empezar a vincularse con la representación de cada territorio. Esto nos permite siempre estar como en esa comunicación”, añadió la líderesa.
La chagra
Las mujeres indígenas de Putumayo pasan su vida muy cerca de las chagras, allí es en donde siembran su alimento, recogen las plantas medicinales, cuidan a su familia y se transmite el conocimiento. Es el lugar en donde convergen las mujeres, el territorio y la sabiduría. Eso hace que su relación con el territorio sea ancestral y poderosa.
La cascada surte de agua a familias del resguardo indígena Kamëntsá. Ricardo Sánchez Gómez
En el caso de Asomi, una larga colina de más de 52 hectáreas se convirtió en su espacio sagrado. Allí yacen cientos de árboles amazónicos altos y frondosos, una cascada que alimenta todo el territorio y cientos de animales que encuentran allí el único lugar preservado, seguro y alejado de la intervención humana. El lugar, que es una reserva de la sociedad civil y está en trámite para constituirse como una reserva ambiental, tiene como propósito preservar el territorio que había sido deteriorado por la ganadería y así cuidar los saberes y costumbres ancestrales.
Con carnavales, cantos y bailes, durante el festival del Agua, la Vida y la Montaña, Asomi, varias instituciones educativas y otros colectivos le hicieron frente a estas problemáticas y le dijeron “no” a todas esas afectaciones territoriales en el Putumayo. “Que feo, que feo, que feo debe ser, destruir nuestras montañas y no poder comer”, era una de las arengas de niños, jóvenes y adultos gritaban a medio día en la avenida principal de Mocoa.
“En este proceso nos hemos dado cuenta que todas estas afectaciones ambientales también tienen un impacto en nuestras formas de vida. Ha sido como ir en ese paralelo de entender que, para defender nuestros saberes, para continuar viviendo de acuerdo a la enseñanza de nuestros abuelos y abuelas, es necesario defender el territorio y tener el territorio”, aseguró Paola.
Desde el 2016, Asomi ha fortalecido las chagras asociadas por medio de procesos como el reconocimiento e inventariado de especies y variedades de plantas que cada mujer tiene en su chagra, la protección y reproducción de las mismas y la transmisión de los conocimientos. Para mamita Francisca Jacanamijoy, una de las mujeres mayores de Asomi que tiene conocimientos de medicina ancestral que heredó de sus padres, esto es un avance en su territorio porque “las otras personas están recibiendo nuestras sugerencias, nuestros saberes. Están aprendiendo y ellas son las mujeres del mañana que van a van a defender lo que nosotros tenemos”.
Como parte de sus luchas territoriales la Asociación participó activamente en la creación del Plan de Salvaguardias para las Comunidades Indígenas de Putumayo en el que se incitó a comunidades y autoridades estatales a implementar medidas de precaución para la protección de los derechos humanos, la autonomía territorial y la integridad cultural. En 2008, contribuyó en la creación de las áreas ambientalmente protegidas de Orito Iyu Ande, el Parque Nacional Los Churumbelos y en el plan de cogestión para el Parque Nacional Alto Fragua IndiWasi.
Esta estrecha conexión fue precisamente la razón por la cual, dentro de los eventos del Festival del Agua, la Montaña y la Vida, se incorporó una travesía a través de una porción del territorio de Asomi. Durante un recorrido de cerca de 45 minutos, visitantes, jóvenes indígenas, mujeres y niños disfrutaron de la montaña, aprendieron de los caminos, de las plantas y de las aves y la importancia del territorio para las comunidades indígenas. Dentro de los objetivos trazados por la Asociación, se encuentra la apropiación profunda de su espacio mediante el conocimiento. Como dicen las mujeres sabedoras "para aprender, es necesario recorrer el territorio".
Sentipensar
Para las comunidades indígenas el fuego es el lugar de encuentro. Allí se “siembran” las placentas de las mujeres luego de dar a luz, se dialoga, y se transmiten conocimientos y saberes. Es el lugar en donde jóvenes, mamitas y taitas dialogan y toman decisiones. “Es el espacio de diálogo de consejo de escucha de reflexión de orientación de juntarnos como comunidad como familia para para poder tejer la palabra”, afirmó Paola. Asomi se plantea ser precisamente el fuego, el punto de encuentro de las mujeres de los pueblos indígenas Sionas, Kofanes, Koreguajes, Ingas y Kamëntsá.
“Lo vemos como una gran fortaleza. Que nuestras mujeres estén en los territorios significa que las acciones que hace Asomi pueden tener un mayor impacto y una mayor visibilización. También nos ha permitido entender cómo están las problemáticas ambientales en todos los resguardos. Uno a veces hace un ejercicio rápido con las mujeres y dice, bueno, en el Alto Putumayo están contaminando el río y eso explica porqué al Medio o al Bajo llega tan mal”, explica la líder.
Uno de los mayores retos para la Asociación es el de transmitir y difundir los conocimientos y las experiencias de los mayores a través de los dos departamentos. Es por eso, que espacios como el Festival , son el momento oportuno para que lleguen mujeres de todos los resguardos, se compartan los saberes e incluso reciban capacitación profesional de los ingenieros, biólogos y otras asociaciones que llegan hasta Mocoa para ayudar con el proceso.
Mamita Yolanda, es otra de las mujeres mayores que empezó el proceso en Asomi gracias a la herencia de sus ancestras. Ella cuenta que al crear la asociación una de las necesidades que detectó su madre y que logró minimizar con la creación de una escuela indígena y con la fundación de la asociación, fue la falta de formación de los niños y jóvenes de los resguardos indígenas. Para la mamita sabedora estar en el proceso de formación de Asomi es una oportunidad para que los más pequeños aprendan sus conocimientos y ella obtenga unos nuevos de las otras mujeres de la asociación.
A Yolanda se le suma la mamita Francisca. Ella, en Asomi, encuentra la oportunidad de que los niños se interesen en sus conocimientos de medicina ancestral y además de capacitarse en nuevas técnicas o plantas de otros territorios que también tengan propiedades curativas. Son varias personas las que, por ejemplo, se acercaron a ella durante el Festival de la Montaña, el Agua y a la Vida buscando aliviarse de dolores de cabeza, afecciones estomacales e incluso (en el caso de las mujeres) problemas en el útero. “Tiene que hacerlo con fe” dice cada que receta algún medicamento o “cura” algún amuleto.
Reconocimiento
Las mujeres coinciden en que de sus mayores preocupaciones es el cuidado y la tenencia del territorio. Muchos de los resguardos indígenas han perdido extensiones de tierra e iniciativas como Asomi luchan en contra de los problemas ambientales que rodean al municipio por la llegada de personas interesadas en sus tierras. Para mamita Yolanda, la máxima prioridad de las mujeres es la preservación de su territorio. Según ella, en él reside la vitalidad, la esencia misma de su cultura, las plantas medicinales y el agua, que es fundamental para la existencia humana, de las plantas y del territorio.
Y es que, según la plataforma Global Forest Watch, desde 2001 hasta 2022, el departamento de Putumayo perdió 169 hectáreas de bosque primario húmedo.
“Una amenaza para los pueblos indígenas han sido las minerías ilegales que están detrás del petróleo, atrás del oro o atrás del carbón, detrás de todo lo que tiene que ver con los recursos naturales. Por eso decidimos no dejar entrar a estas maquinaria. Somos una organización, la única diferencia es que nosotros no somos de armas, sino de bastón de lucha”, añade mamita Yolanda
En el último año, los habitantes del Putumayo no solo se han tenido que enfrentar a la minería ilegal. Hace un tiempo que Libero Cobre (filial de la empresa canadiense Libero Copper and Gold) mostró su interés en el territorio ya que aseguran que hay una amplia cantidad de cobre mineral clave en la transición energética, ya que se usa en la fabricación de baterías. Sin embargo, tanto las mujeres indígenas de Asomi, como las personas del casco urbano de Mocoa les preocupa los intereses de la empresa.
El alcalde del municipio, Jhon Jairo Imbachi, le aseguró a Revista Semana que “tanto las comunidades indígenas como las veedurías ciudadanas, los jóvenes y las mujeres han dicho que no quieren esta explotación minera para unos ecosistemas tan frágiles como son los de Mocoa, ya hemos vivido experiencias fuertes por no respetar la naturaleza, por no respetar a los ríos, entre ellas la avalancha del 2017 y no queremos que esto vuelva a pasar”.
Además, la mamita Francisca asegura que para proteger las costumbres y saberes ancestrales incluido el medio ambiente, es necesario contar con fuentes de empleo dignas. “La principal necesidad que hay es el trabajo. No hay un trabajito para que las mujeres se desempeñen libremente y puedan aportar bien a la familia porque hay escasez, no hay buenos trabajos. Algunas mujeres jóvenes lo único que han podido aprender es a hacer artesanías”, cuenta Francisca.
Las jóvenes como Brigitte y Paola se preocupan porque las nuevas generaciones puedan formarse dentro de las mismas comunidades que aquellos que decidan salir de ellas para recibir formación profesional decidan volver a implementar sus conocimientos en los resguardos y se apropien de sus territorios, de su cultura y de sus saberes.
Brigitte señala que el mensaje es que se conozcan a ellos mismos y se acepten tal como son, que conozcan su historia, sus orígenes, sus lineamientos y procesos.
“Es clave que esto se desarrolle también desde la educación propia, no desde una educación tan estructurada o profesional, sino de vincular los procesos de concientización de formación de recorrer el territorio. Que entendamos que si me preparo no es sólo para estar en los espacios externos sino para pensar sobre lo que estoy haciendo y puedo aportar en mi territorio”, concluye Brigitte.
Actualizado el: Mar, 10/31/2023 - 14:48