30 años de impunidad: un paso hacia el reconocimiento del exterminio de la UP

La Corte Interamericana de Derechos Humanos declaró culpable la Estado colombiano por el genocidio de los miembros y simpatizantes del partido político Unión Patriótica. Tras años de silencio, las víctimas celebran un pequeño paso hacia la reparación.

Por: Sabrina Bastidas y Ana María Rodríguez

Tomada por: Cesar García

Érika Antequera había llegado del colegio junto con su hermano. Era el 3 de marzo de 1989, la radio de su casa, como era costumbre, llenaba los rincones con música. Su padre, José Antequera, un reconocido líder y activista de la Unión Patriótica (UP), había salido rumbo al Aeropuerto Internacional El Dorado en un viaje con destino a Barranquilla, su ciudad natal. Su madre se dirigía a la oficina en la que siempre había trabajado, era un día como cualquier otro para la familia.  

De repente, la música se paró. Se hablaba de un atentado en contra de Antequera. Érika, de apenas diez años, comenzaba a escuchar las primeras noticias de la muerte de su padre. El hecho se había convertido en noticia nacional en tan solo pocos minutos. Su madre, quien tuvo que regresar de urgencia, atravesó la puerta de la casa a toda prisa y tomó a sus dos hijos de las manos y, mirándolos a los ojos, les dijo “a su papá lo mataron”, contó Érika.  

Pasarían cerca de 34 años hasta que llegara el día en el que las preguntas de su hijo, un niño de 13 años intrigado sobre la figura de su abuelo materno, de quien poco había conocido, podrían contestarse mientras, juntos, veían la audiencia en la que la historia volvería a contarse. Érika había tomado la decisión de que su hijo “no padeciera la historia, sino que la comprendiera y entendiera, que fuera eso: historia”, explicó.

El pasado 30 de enero, en una audiencia transmitida desde Costa Rica, la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al Estado colombiano como responsable por el exterminio de la Unión Patriótica. Se declaró al Estado culpable por la violación de derechos humanos de alrededor de 6.000 víctimas pertenecientes a este partido político. Se declaró, además, que los hechos se dieron de manera repetitiva y sistemática en un periodo que comenzó cerca de 1984 y que duró más de 20 años.  

Con la firma del Acuerdo de Paz de La Uribe (Meta) en 1984, en el que el presidente de ese entonces Belisario Betancur firmó el cese al fuego con el grupo armado Farc-EP y comenzó     la Unión Patriótica como grupo político. Para 1986, con Virgilio Barco en la presidencia del país, se da el asesinato de Jaime Pardo Leal, líder de este partido recien creado.Este hecho marcó la persecución constante y violenta contra los militantes del partido en lo que se dice que fue una alianza entre el gobierno, grupos paramilitares y grupos al margen de la ley.  

“Ahora y siempre nuestra bandera es y será de la paz”, José de Jesús Antequera Antequera. 

 Mientras la Corte leía la condena al Estado por el exterminio de la UP, María Eugenia Guzmán y José Darío Antequera, madre y hermano de Erika, compartían con otras víctimas y abogados la felicidad de aquella noticia en el simbólico centro de la ciudad de Bogotá. Érika, por su parte, desde la lejanía, compartía con su hijo al que no le había podido contar el final que merecía la historia de su abuelo, José Antequera.  

 A pesar del ajetreo de vivir con un político importante, recuerda Érika, su día a día transcurría con normalidad. Si bien su padre era un personaje bastante ocupado, cuando llegaban las vacaciones, salían a disfrutar unos días en la playa. “Terminamos el colegio y nos íbamos a Barranquilla", contó. Eran dos semanas de vacaciones con escoltas incluidos, “pero ahí estaba él de todas formas en la celebración del cumpleaños de su abuela y en algunas otras reuniones,” añadió.  Pasaban celebraciones como en cualquier familia.  

 Según Érika, fueron escenas muy puntuales las que recuerda con su padre, pues él viajaba muchísimo y tenía muchas reuniones. Además, solía estar rodeado de mucha gente, siempre con buena música. Cada uno de sus recuerdos está acompañado de una canción, “tengo una que me recuerda al 3 de marzo y otras a las tardes en las que quizá yo loestaba esperando", explicó. En los libros, cuenta Érika, también lo encuentra. 

El asesinato de José de Jesús Antequera fue, como muchas muertes de la Unión Patriótica, prevista. Varios integrantes del partido venían denunciando las intenciones de exterminio que tenían los paramilitares en contra de la UP. De hecho, días antes de su asesinato, Antequera señaló a Fidel Castaño de ser parte de este plan. La angustia y las amenazas lo llevaron a alejarse, a querer salir de Bogotá y tomarse unos días en Barranquilla con su madre, pero tan sólo alcanzó a llegar al aeropuerto donde fue acribillado por un sicario.  

  El dolor se esparció por la ciudad. El alcalde de ese entonces, Andrés Pastrana, prohibió que se hicieran las honras fúnebres por temor a protestas. Cientos de personas salieron a marchar por el asesinato de Antequera, al igual que por la imposibilidad que impuso el alcalde para su velorio. De los encuentros resultaron varios heridos y un muerto. Al final, tuvieron que esperar cinco días para poder sepultarlo. 

La gente lloraba y gritaba de impotencia. Pero como ocurría con el resto de los asesinatos, al día siguiente tenían que continuar con su vida, llevando el dolor a su cotidianidad. “No nos dieron opción de vivirlo de otra manera. Mi mamá siguió trabajando en el mismo lugar, nosotros tuvimos que volver al colegio dos semanas después, como si nada hubiera pasado”, recordó  Erika Antequera. 

Erika rememoró el esfuerzo que hacía su madre por mantener la vida de ella y su hermano en una cierta normalidad. Lo logró en cierta medida, pero era casi imposible ocultar las ausencias que se iban sumando día a día y las huellas que cada partida dejaba. “Vivimos periodos de frustración porque no solamente mataron a mi papá, sino también mataron a muchos de sus amigos. Los recuerdo estando en la casa, celebrando alguna fiesta, una comida y, de repente, nunca más volvieron”. 

En los velorios se vivió el sufrimiento por quienes asesinaban, al igual que la angustia de que alguno de sus asistentes pudiese ser el siguiente en la lista. “Para mi mamá fue muy difícil ir de entierro en entierro durante años. Llegó un día en el que dijo no voy más o sino la siguiente voy a ser yo. No puedo más”, relató Antequera.  

A pesar de la tensa situación, la familia Antequera buscó hacer justicia por la muerte de José de Jesús. Guzmán, tocó varias puertas, pero era imposible cuando el silencio era dictadura. “En el momento que algún abogado quiso hacer algo, no corrió con buena suerte. No sé si al hombre lo mataron o le desaparecieron la familia, cualquiera de estas cosas atroces”, detalla Érika. Después de intentarlo por varios medios, llegó un momento en que su madre dijo, “yo no busco más, yo le entrego todo a Reiniciar y que la justicia me diga lo que tengo que hacer”.  

Estado y silencio

Con el fin de investigar y llegar a reclamar justicia por parte de las familias de las víctimas del genocidio, la Corporación Reiniciar surge en 1992. Este tiene como fin funcionar como una organización peticionaria ante el sistema interamericano. La demanda del caso de la Unión Patriótica se da en 1993, pero solo hasta mayo de 1997 fue aceptada ante la comisión. En este momento, se comienza a dar el proceso de búsqueda de las personas desaparecidas.  

Aunque inicialmente se recopilaron los casos de 1,200 hechos de violaciones de derechos humanos, a través de talleres por parte de la corporación, se fueron encontrando más víctimas y familiares. “Fuimos documentando los casos y se terminó entregando a la comisión y a la corte más de 6.500 víctimas de genocidio, aunque sabemos que no pudimos documentar todos los casos,” describió Pablo Arenales coordinador nacional de las víctimas y familiares del genocidio contra la Unión Patriótica. Dentro de esta investigación estaba el caso de José Antequera. Su familia entregó todo, fotografías, documentos y toda la historia que fue pedida por la corporación. 

Mientras la investigación corría, la familia Antequera intentó seguir el ritmo de la vida. Erika se fue para Madrid a estudiar periodismo en la Complutense. Se fue con el sueño de convertirse en periodista de guerra para luego volver a Colombia y cubrir el conflicto. Pero al llegar, la ciudad la conquistó, aparecieron nuevas oportunidades y entonces se cuestionó si cubrir violencia realmente era su sueño. Por esto, desde hace más de 20 años, está radicada en España.  

“Mi madre hizo lo que pudo para que tuviéramos una vida lo más normal posible y creo que la tuvimos, aunque con marcas para siempre. Eso luego determina tu forma de relacionarte, tu forma de ver el país, de percibir la política, de muchas cosas.”, recordó Erika.

Reiniciar ha sido una de las principales encargadas de combatir contra el silencio estatal. Como explica Arenales, el Estado colombiano nunca reconoció los hechos, “aun conociendo que había personas involucradas como agentes del estado, miembros del DAS y de la fuerza pública”. Los militantes del partido muchas veces denunciaron amenazas, planes de exterminio y de asesinatos de muchos dirigentes y “el Estado nunca tomó las medidas necesarias para protegerlos,” añadió Arenales. 

Por su parte, Érika también menciona que, en Colombia, este caso se caracterizó por la impunidad. “No hubo investigaciones y si las hubo, quien quiso investigar acabó también dentro del listado de las víctimas", señaló. De hecho, el silencio, la espera y las dificultades para la investigación han dificultado el proceso de señalar a un culpable específico. Esto es descrito por Érika como un proceso “difícil, es bien difícil establecer ese tipo de cosas y más cuando ha pasado tanto tiempo”.   

 

Actualizado el: Mié, 02/08/2023 - 20:26