Los ríos
Río Caquetá
LA HISTORIA
Alexander Pinzón Tique era un joven campesino de 23 años, cuyo cuerpo terminó flotando en las aguas del río Caquetá en 2006. Ese año, en apenas uno cuantos meses, Pinzón fue víctima, primero de la guerrilla de las Farc, que lo reclutó a la fuerza y luego de los paramilitares que lo asesinaron.
Según cuenta su hermano Nelson Pinzón, Alexander había aceptado dejar su casa en el Caquetá para irse a arrear ganado de las Farc en San Agustín, Huila, a cambio de dinero. Pero la guerrilla no lo dejó regresar y lo obligó a sumarse a las filas durante tres meses, tiempo en el que se deterioró profundamente su salud mental.
“Él se voló y llegó como pudo a Florencia. Venía muy mal, sucio, sin zapatos, y solo decías cosas incoherentes de la guerrilla”, cuenta su hermano Nelson, quien recuerda que decidió enviarlo al municipio de Solita en Caquetá con otros familiares. Allí, los paramilitares del Frente Belén de los Andaquíes lo degollaron y lo arrojaron al río, acusándolo de ser un colaborador de las Farc.
“Lo mataron sabiendo que estaba enfermo, que no le hacía mal a nadie. Fue el último muerto de los ‘paras’ en Solita, porque la mayoría se había desmovilizado ese año y el Ejército sacó a los que se habían quedado en la zona”, recuerda Nelson.
La Defensa Civil de Solita encontró el cuerpo de Alexander en el río, tres días después de que los ‘paras’ se lo hubieran llevado. Pero el destino del cadáver del joven no fue el mismo que el de otras víctimas arrojadas al río y que nunca fueron recuperados por sus familiares.
El río Caquetá nace en las altas montañas del Páramo de las Papas en los límites entre Huila y Cauca, a solo dos kilómetros y medio del río Magdalena. Pero, mientras el segundo avanza hacia el Caribe, marcando todo el centro de la región más poblada del país, el Caquetá rápidamente se interna en la selva amazónica en un largo camino que lo lleva a desembocar en el río Amazonas en Brasil.
El cauce del Caquetá apenas bordea unos cuantos poblados pequeños en su recorrido selva a dentro. Probablemente esa es la razón para que la magnitud de la desaparición forzada en sus aguas no sea tan visible como la de su hermano de nacimiento, el Magdalena. Aunque el registro del Centro Nacional de Memoria Histórica reporta al menos siete cuerpos encontrados en el río, las historias de personas que siguen buscando sus familiares o de aquellos que aún encuentran restos de cadáveres en la corriente, son frecuentes a lo largo de esta vía fluvial.
Una vez el río baja de la cordillera y se adentra en la selva, se convierte en la frontera entre los departamentos de Caquetá y Putumayo. Allí, en el municipio de Curillo comienzan a aparecer las primeras historias que relacionan la desaparición forzada y el río. Dentro del proceso de Justicia y Paz, varios desmovilizados del Frente Sur Andaquíes admitieron asesinar y arrojar al río a varios habitantes de la zona, luego de señalarlos de ser auxiliadores de la guerrilla, tal como lo documentó el portal Verdad Abierta.
Los paramilitares llegaron al Caquetá en 1997, año en que se conformaron las Autodefensas Unidas de Colombia y en el que los hermanos Carlos y Vicente Castaño crearon bloques para quitarle el control del narcotráfico a la guerrilla en varias zonas del país. El denominado Frente Caquetá cambió de nombre en 2001 a Frente Sur Andaquíes, una vez los hermanos Castaño le vendieron el grupo al narcotraficante Carlos Mario Jiménez, alias ‘Macaco’, que llegó con más hombres a la zona e incorporó el frente al llamado Bloque Central Bolívar.
La llegada de los ‘paras’ a una zona de tradicional presencia guerrillera dejó en medio del fuego a la población. A medida que el río continúa hacia el suroriente, siguió siendo una gran fosa común en la que los dos grupos armados desaparecían a sus víctimas.
Según la lideresa Mariela Pinzón, que durante cuatro años fue parte de la mesa de víctimas del Caquetá, en los más de 200 kilómetros de río que separan a Curillo con la inspección de Piedras Blancas, era frecuente ver cuerpos flotando, durante la peor época de violencia en la zona, entre 2001 y 2006.
En el municipio de Solano, los paramilitares se llevaron al comerciante Duván Guaca González. Días después de su desaparición, un enfermero que viajaba por el río identificó un cuerpo que tenía la misma ropa que Guaca el día que lo secuestraron. “El muerto tenía hasta la gargantilla de oro con la que andaba. El enfermero dijo que no lo sacó porque no quería problemas. La esposa estuvo preguntado por él, pero los ‘paras’ le dijeron que no lo buscara”, cuenta Enit Guaca, prima de la víctima, de la que nunca se recuperó su cuerpo.
Pero no solamente los paramilitares lanzaron cadáveres al río. La zona de influencia del Frente Sur Andaquíes terminaba selva a dentro, a medida que el río se acerca al departamento del Amazonas. Según la lideresa Mariela Pinzón, las Farc también arrojaron cuerpos al río en esa zona, pero no tan recurrentemente como los ‘paras’. “Sé de un caso en el corregimiento Piedras Blancas. Allá mataron a un señor porque lo señalaban de ladrón y lo tiraron al río”, cuenta Pinzón.
Pero las circunstancias fueron muy diferentes en la región que rodea el pequeño poblado de Araracuara, en el municipio de Solano, en los límites entre Caquetá y Amazonas, en medio de la espesa selva. Desde mediados de los noventa, indígenas uitoto de esta comunidad habían aceptado obligados la instalación de una guarnición del Ejército en la que había presencia de militares estadounidenses.
A finales de 1998, luego del comienzo de los diálogos entre el gobierno de Andrés Pastrana y las Farc, las tropas se fueron y llegaron por primera vez a la región los guerrilleros. Aunque Araracuara no hacía parte de la zona de distención, sí quedaba en su área de influencia.
Nazareth Cabrera, lideresa indígena de esa comunidad, cuenta que cuando llegaron las Farc los señalaron de ser colaboradores del Ejército, debido a la anterior presencia de la fuerza pública y agrega que entre 1998 y 2003 las guerrilla desapareció a varias personas de la zona. “Recuerdo el caso de un colono que vivía al otro lado del río en Puerto Santander, no aparecía y a los pocos días lo encontramos. Le habían puesto piedras en el estómago para que no flotara”, cuenta Cabrera.
La lideresa uitoto recuerda que las Farc amenazaban con asesinar y arrojar al río a quienes se resistieran al control que ejercían en la región. “A mí me amenazaron por reclamarles que habían desplazado a mi primo. Un comandante me dijo: ‘Cuídese, la charapa tiene hambre’”, narra Cabrera, quien explica que ‘la charapa’ es un tipo de tortuga carnívora que habita en el río Caquetá.
Según cifras de la Unidad de Víctimas, 1998 es el año con más registros de desaparecidos en el municipio de Solano con 38 casos. Entre 1998 y 2003 suman 130.
Después de Araracuara, el río se sigue internando en la selva rumbo a Brasil. En esa zona, el Caquetá sufre los estragos del mercurio, usados en la explotación ilegal de oro. Todavía, de cuando en cuando los mineros encuentran restos humanos, pero los dejan seguir con la corriente, porque recogerlos lo consideran mala suerte, según cuentan los uitotos de la zona.
El séptimo río más largo del país sigue siendo una fosa común perdida en la selva, que guarda las historias de dolor de los familiares de víctimas de paramilitares y guerrilleros.
Datos principales del río
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Farc