Los testigos

Jorge Alberto Franco

La historia transcurre en Cartagena: allá es donde vivíamos con mi familia. Yo soy monteriano, pero me fui en el año 1982 para Cartagena. Allá me puse a vivir con mi familia: mi papá, Jorge Alberto Franco; mi mamá, Temida Vanegas, y mis hermanos, que se llaman Norman y Pavel.

Jorge nació el 19 de abril de 1948 en Ciénaga de Oro (Córdoba) y era uno entre seis hermanos (tres hombres y tres mujeres). Estudió en la Normal Guillermo Valencia de Montería. Era un hombre amoroso con su familia. Trabajador, madrugador, que siempre tuvo en la mente la educación de sus hijos, su preocupación máxima.

Yo en el día estudiaba y en la tarde acompañaba a mi papá, que era vendedor ambulante. Yo trabajaba con él en las murallas de Cartagena. Él vendía en una caja de madera donde iban cigarrillos, dulces, chocolatinas, cosas de esas y vendía en los juzgados.

Allá había un edificio que se llama todavía el Edificio Nacional, donde no dejaban entrar a todos los vendedores sino solamente a él. Le vendía a los jueces, a los funcionarios y  guardaba sus cosas en el Juzgado Cuarto Penal Municipal, me acuerdo de eso.

Y era una vida tranquila, feliz. Yo tenía, para el momento de la desaparición de mi papá, 14 años. Un tiempo muy tranquilo en familia, así, papá, mamá, familia completa. En la Cartagena de los ochenta que era muy bonita, estudiábamos en el colegio. Era una familia pobre, humilde, pero vivíamos bien, no hacía falta nada.

Me acuerdo mucho del mar, porque íbamos mucho. A mi papá le gustaba mucho llevarnos a la playa. Como turistas debíamos ser los peores, porque hacíamos todo en la casa, y en el mundo del turismo se espera que el turista compre, consuma, pero nosotros como muchos turistas de ahora llevábamos todo ya preparado. Mi mamá preparaba la comida, la llevaba, y cuando llegaba la hora del almuerzo, la servía.

Ya después mi papá ingresa a una cosa que se llama el Frente Popular, un partido político de izquierda, y entonces comienza a hacer tareas en otras zonas y en una de esas, el 4 de noviembre de 1987, él se va para un lugar que se llama Tenerife, en Magdalena. Eran los tiempos de la Unión Patriótica. Estas tareas trataban de hacer trabajo con los líderes de las juntas de acción comunales. Antes de dedicarse a las ventas ambulantes para sostener a su familia, el había sido maestro y lo habían echado por su activismo como sindicalista. Desde joven fue rebelde y contestatario, cosa que le costó su puesto en el magisterio.

Aquí es detenido por el DAS (extinto Departamento Administrativo de Seguridad) rural de Pivijay y que lo entrega a los paramilitares, quienes tenían una base en la finca Santa Martica. Ahí lo torturan durante varios días y lo asesinan. Luego lo tiran al río Magdalena. Las aguas del río lo llevaban en dirección al mar, pero en una jugada del destino vino la corriente, lo metió en un muelle de la empresa ESO y en ese muelle aparecieron los cadáveres de mi papá y de tres acompañantes más.

Su cadáver fue levantado el 10 de noviembre de 1987, fue sepultado como un NN, a pesar de que tenía su documentación, su libreta militar. De hecho, nosotros lo identificamos, porque eso se lo entregaron a mi mamá, y a pesar de eso lo enterraron como NN, en el cementerio de Calarcala de Barranquilla, un cementerio católico horrible que parece más un basurero que un cementerio. Tenía una zona de solemnidad, donde lo sepultaron y yo recuerdo que la cruz decía: “NN zapatos blancos”. Yo tenía 14 años aquí, era un niño prácticamente, que entendía que estaba pasando, pero que no podía hacer nada y eso era lo más duro.

A él lo capturan el 4 de noviembre y aparece el 10, pero el 16 de diciembre mi mamá se entera, por un periódico viejo. La canción dice que por qué leer un periódico de ayer, pero con un periódico viejo fue que mi mamá supo que a mi papá había sido asesinado. Ella fue a la hemeroteca, a la biblioteca, y buscó los periódicos de esos días. Fue inteligente en su búsqueda y encontró un recorte en el que aparecía el nombre de él como un “muerto ahogado”, como si se hubiera ahogado estando nadando, a pesar de que no tenía los ojos, de que tenía la cara quemada con ácido. Estaba amarrado con alambre de púas, pero apareció así la noticia. Entonces mi mamá fue enseguida al Juzgado Cuarto de Instrucción Criminal de Barranquilla, en una época en la que aún no existía la Fiscalía, que nace en 1992, cinco años después.

Entonces allá en el juzgado le dijeron la documentación que necesitaba. Luego, ella se fue al cementerio, escarbó con sus propias manos y pudo ver por los dientes que sí era él. Sin embargo, el cuerpo nunca nos lo entregaron, sin pretexto, entonces nunca pudimos hacer un funeral. Hubo un tiempo al que a ella la amenazaron y le causaba mucho susto la idea de ir por el cementerio.

Desde ahí mucha tristeza en la familia. Ya no estábamos completos. Ya nada más estábamos mi mamá y nosotros, los hermanos. Eso fue un momento muy amargo, una cosa muy dura, porque mi mamá logró sacarnos adelante. Norman es ingeniero químico, Pavel es arquitecto y yo estudié derecho, motivado por la desaparición de mi papá. Ella pudo educarnos, cumplió con su cometido, pero fue a un precio alto, un precio duro, pues debía ausentarse. Ya después con el tiempo empezó a trabajar en ASFADDES (Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos). Entonces ella debió ausentarse mucho tiempo, pasábamos mucho tiempo solos. Tuvimos que aprender a hacer todo nosotros: cocinar, lavar, como auto gobernarnos. Era interesante, pero a la vez complicado.

Yo hablaba con un sicólogo hace tiempo y él me decía que el mío era “un proyecto de vida reconstruido”. Hablábamos de los daños al proyecto de vida y él decía: “tú eres un abogado, la familia salió adelante, son como para mostrar. Su proyecto de vida fue reconstruido por la lucha y el trabajo”. Me parecía muy interesante eso y a veces no estoy tan seguro de lo que dijo pero sí de seguir pa’ lante, de dejar de ser víctima. Yo podría ir diciendo en todo lado que soy víctima, sin embargo, no lo hago.

Cuando representaba a la víctimas pensaba eso. Tú eres víctima, porque te desaparecieron uno o varios familiares y tienes un abogado y el abogado va a representarte en los estrados; tú no quieres otra víctima, tú quieres un profesional que te represente. Yo pensaba eso. De hecho, en pocos espacios digo que soy víctima, pero mucha gente que me conoce sabe que yo soy víctima de la desaparición forzada de mi papá, pero pues ha sido un tiempo muy duro.

Salí adelante trabajando, estudiando. Trabajando por los familiares de las víctimas, por las comunidades, porque son verdaderas comunidades. Familiares Colombia, del cual fui director, tiene un grupo de cerca de 20 personas en Victoria, Caldas; otras 23 en La Dorada; son como 50 en Recetor y Chámeza, en Casanare, y son como 20 en Santa Marta. En un grupo que se conoce hace 13, 14 años, y ya es una especie de familia, entonces se trabaja de una forma muy especial con ellos.

La gente de Familiares Colombia me quiere mucho. Siempre están poniéndome mensajes, envíandome regalos. Esa fue una experiencia muy bonita que valdrá la pena algún día contar, porque tuvimos la oportunidad de hacer un trabajo con recursos escasos, pero muy serio, y tuvimos la fortuna de poder demostrar resultados. Y eso es muy valorable, la gente aprecia mucho los resultados.

Me llevo siempre como la alegría de haber encontrado a 25 desaparecidos, eso es una alegría grande para mí, nadie me la va a quitar. Por supuesto no fui solo yo, fue un equipo de trabajo interdisciplinar con varias organizaciones; hubo un trabajo de la Fiscalía también, no hay que desconocer ese aspecto, pero yo me siento muy satisfecho de haber trabajado y contribuido en eso.

Yo soy testigo de cómo puede cambiar la vida de un familiar que encuentra a su desaparecido, de cómo hay un antes y un después, y también soy testigo de frustraciones terribles de gente que ha fallecido sin encontrar a su hijo, eso también me ha tocado vivirlo. Eso es muy frustrante y muy doloroso.

Mi familia se distanció. Me distancié de ellos. Debí salir a buscar trabajo en otros lugares, ir a otros sitios, hacer mi vida. Con el tiempo mi familia creció, mi hermano ahora tiene dos hijos, mi otro hermano tiene dos hijos también. Yo tuve un hijo, ahora voy a ser abuelo. El futuro ya son ellos, son la familia, los niños.

En el futuro mío pienso en mi pensión, en cómo será mi vejez. Tengo 45 años, sigo joven todavía, pero cada vez menos. Pienso en un tiempo tranquilo y en cómo apoyar a los niños. Quisiera, en mi caso, no transmitirles los sentimientos míos, las cosas buenas y malas, los amores y los odios míos, porque ellos tienen su propia vida, su propio mundo, pero también que sepan lo que pasó: una historia de lucha.

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Datos principales de la historia

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Fecha de los hechos
11.04.1987
Autor del relato
Ulianov Franco