Los Desaparecidos
Silvestre Martínez Abaunza
Esta es la historia de Silvestre Martínez Abaunza, quien desapareció cuando tenía 26 años. Su familia ha sido víctima de la violencia perpetrada por guerrilleros y paramilitares, causando no solo su desaparición sino el asesinato de su padre Silvestre Martínez Ariza. Sus seres queridos llevan una década esperando noticias desde aquel 14 de noviembre de 2010, cuando llamó desde El Tarra, Norte de Santander, para avisar que los visitaría en ese diciembre.
Rebuscando la vida
Silvestre Martínez Abaunza había aprendido de las labores del campo junto a su padre, de quien heredó su nombre. Sus papás ya habían sido desplazados de Cimitarra, Santander, por los constantes combates entre el Ejército y las Farc, y habían decidido irse al casco urbano buscando oportunidades. Su padre logró conseguir un trabajo en la vereda El Desierto y ambos emprendían caminatas de hasta siete horas para llegar a la finca donde los emplearon. Recibieron amenazas de paramilitares en cabeza de Arnubio Triana Mahecha, alias ‘Botalón’, jefe de las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio, que “no los querían volver a ver por allá”.
El 23 de agosto de 2003 el grupo paramilitar asesinó al padre, cuando bajaba con las mulas hacia el pueblo. Su hijo Silvestre encontró el cuerpo unas horas después, cuando hacía la misma ruta de regreso. La familia, por sus propios medios, emprendió el camino por trocha para recuperar el cuerpo. Un día después del entierro el grupo paramilitar los buscó, amenazándolos de muerte si llegaban a denunciar el crimen. Silvestre se echó las riendas de la familia y preocupado de ver las dificultades que pasaba su mamá barriendo las calles para conseguir algo de dinero, decidió viajar a El Tarra, en Norte de Santander. Este es el relato que hace su mamá sobre su desaparición:
“Mi hijo se fue para El Tarra, en Norte, eso es peligroso, pero lo invitaron a trabajar. Se fue a sembrar la agricultura. Él me mandaba entre 100 mil y 200 mil pesos por Cotaxi. Duró trabajando por allá dos años. El 14 de noviembre me llamó y me dijo, mamita, hoy no vamos a trabajar porque hay mucho invierno, que venía para el 20 de diciembre porque no tenía plata para venir antes a visitarme. Yo sabía que me llamaba el 20 porque llamar de allá era difícil. Pero llegó el 20 y nada. Llamé a la novia y me dijo que había visto la moto de mi hijo, que la tenía una gente rara. Eso ya fue en 2011 y me dijo que fuera para reconocer. Yo averigüé y me dijeron que era difícil, que para entrar tocaba con unos permisos y unos protocolos porque había toda clase de guerrilla…
En septiembre de ese año (2011) me llamaron y me dijeron que a mi hijo se lo había llevado el Ejército Popular de Liberación (EPL). Yo quedé sentada. Me contaron que se lo habían llevado con cinco más y dos muchachas y que no los habían vuelto a ver. Desde eso no he vuelto saber nada; sólo que el Epl se lo llevó”.