la historia

Es miércoles en la noche y en el casco urbano de Recetor solo se escuchan chiflas, zapatazos y gritos de gol. El coliseo alberga alrededor de 20 personas, incluyendo a los espectadores. Los recetoreños están jugando un campeonato de penaltis. El mejor arquero se lleva 60 mil pesos y el mejor goleador, que no va a fallar ningún tiro, se lleva otros 60 mil.

Hace 12 años, al lado de ese coliseo, los ‘Buitragueños’, paramilitares de Casanare, tomaban cerveza con algunos miembros de la fuerza pública, según las versiones de algunos habitantes. Y antes de eso, a finales de los ochenta y durante los noventa, milicianos del Eln y de las Farc se paseaban por las calles y veredas de este municipio del piedemonte llanero.

Recetor está ubicado a dos horas al occidente de Yopal, cerca del límite entre Casanare y Boyacá. Antes conocido como Cerro del Perú, fue fundado en 1740 por curas jesuitas. El pueblo cambió de nombre a Recetor en honor a un médico curandero que ofrecía recetas para las enfermedades de los habitantes. “La gente de los pueblos aledaños decía ‘camine para donde el recetor’ y se los traían para acá, por eso es que este lugar se llama así”, precisa Ricardo González, que vive allí hace más de 60 años.

En Recetor, un pueblo históricamente liberal, se sintió la división partidista después de la muerte de Jorge Eliécer Gaitán. La fuerza pública llegaba al municipio para apoyar a los conservadores en un periodo de violencia que se extendió hasta 1953. En esa confrontación, recuerda González, gran parte del pueblo se quemó. “Acá había liberales, entonces los conservadores que venían desde el lago de Tota quemaron todo por hacer la maldad. Solo quedaron tres o cuatro casitas en pie”.

Después de los años cincuenta surgieron múltiples grupos guerrilleros en el oriente del país. La estrategia de las guerrillas planteó dominar la cordillera oriental, en particular la zona entre Chita y El Cocuy, en Boyacá, y Chámeza, Casanare, a 50 minutos de Recetor.

A partir de 1986 llegó el Eln al municipio. Don Ricardo recuerda su llegada: “Cuando eso yo era el personero del pueblo y estaba en unos hornos salineros en la vereda El Vegón, los vi llegar por el río brincando de piedra en piedra. La gente estaba muy asustada cuando conté, pero yo les dije que nos calmáramos, que no podían matarnos a todos”.

Al principio llegaron siete ‘elenos’: cuatro hombres y tres mujeres. Unos tenían escopetas de cacería y otros revólveres. Se presentaron y les dijeron a los habitantes que no iban a hacerles daño. Y así fue, al menos durante dos años, tiempo en el que se paseaban por el pueblo, como cualquier otro recetoreño.

En 1988 comenzó una matazón sin precedentes. “Eso era muy terrible, los del Eln mataban a dos o tres personas durante la semana y a otras dos durante el fin de semana”, asegura un habitante de la región. A principios de los noventa llegaron las Farc a Recetor. En un comienzo, los frentes 28 y 38 entraron pacíficamente, igual que el Eln. Según Ricardo, “los ‘farianos’ les pararon el macho al Eln y detuvieron la matada de gente recetoreña”.

La llegada del Eln coincide con el arribo de la British Petroleum a Casanare en 1986, que inició labores de explotación en el pozo Cusiana, ubicado en Tauramena, municipio a hora y media al sur de Recetor. Tanto el Eln como las Farc comenzaron a atentar contra la infraestructura petrolera y a secuestrar técnicos.

El desarrollo petrolero intensificó los ataques de las guerrillas. Cupiagua, otro gran pozo petrolero descubierto en Aguazul, a una hora de Recetor, impulsó a que las Farc conectaran los frentes de Casanare con los del departamento Arauca. Extendieron su presencia a Paz de Ariporo y Hato Corozal, municipios limítrofes con Arauca.

El primer grupo de las Farc que entró en Recetor fue el Frente 38. Se establecieron entre el 91 y el 92. Las Farc entraron a disputarle el terreno al Eln, y se ganaron la confianza de la población. Los otros frentes de las Farc que llegaron fueron el 56 y el 28, que acabaron de replegar al Eln.

Las Farc llegaron vestidos de civil, aunque portaban armas. De un momento a otro se multiplicaron: “Crecieron en número, eran 20, 30, 40 personas así. Se ganaron la confianza del pueblo. El Eln en cambio señalaba a la población de ‘sapa’, de paramilitar o de informante del Ejército. Aquí murió mucha gente inocente. Las Farc se hicieron con el poder y desplazaron a los ‘elenos’ a la brava”, recuenta Ricardo.

Recetor era un municipio proclive a la entrada de grupos armados porque solo hasta 2002 hubo fuerza pública de manera permanente. Antes, el Ejército solo hacía presencia durante elecciones. Las Farc habían llegado ganándose el pueblo, y la gente les creyó porque en efecto habían contrarrestado el accionar del Eln. Sin embargo eso no duró mucho porque al tiempo también comenzaron a extorsionar y a asesinar a la población.

En el municipio han hecho presencia los frentes 28, 38 y 56 de las Farc. Según Vicepresidencia de la República, a 2003, el frente 28 contaba con 120 hombres divididos en 11 municipios casanareños y el 56 tenía 160 hombres para Chámeza, Recetor, Aguazul, Tauramena, Maní y Monterrey. El Eln estableció el frente José David Suárez, que para el 2003 tenía 120 hombres entre Recetor y Aguazul.

Chámeza vivió una problemática casi idéntica a Recetor. Allí, las Farc asesinaron a dos alcaldes durante los noventa y volaron la alcaldía. En 2001, las Farc también volaron la alcaldía de Recetor. Una vez tenían a los campesinos ‘ganados’, comenzaron a secuestrar y a extorsionar. “En el río de acá botaban a gente que traían de otro lado. Acá hubo pánico, humillaban a la población civil, tanto el Eln, las Farc, los ‘paras’ y Ejército”, comenta Yeison Salamanca, a quien los ‘paras’ le desaparecieron siete familiares.

Para 2001, las Autodefensas Campesinas de Casanare tenían como objetivo establecer un perímetro de seguridad entre Recetor, Chámeza, Páez, Monterrey y Yopal, con el propósito de tomarse la cordillera oriental. Lo lograron hasta 2003, cuando lograron tomarse las cuencas de los ríos Cusiana y Cravo Sur, la periferia de Yopal y las llanuras de Monterrey, corredores que históricamente habían sido de las Farc y el Eln.

Después de años de padecer la zozobra impuesta por grupos guerrilleros, en el municipio incursionaron los ‘Buitragueños’, al mando de la familia de Héctor Buitrago, conocidos también como las Autodefensas Campesinas del Casanare (Acc). Aunque estas en principio hacían parte de las Autodefensas Unidas de Colombia, nunca tuvieron una buena relación con la Casa Castaño y siempre fueron bastante independientes al delinquir.

Las Autodefensas Campesinas de Casanare, Acc, fueron creadas en 1979 por Héctor Buitrago, quien organizó un grupo paramilitar comandado por sus hijos Héctor Buitrago, alias “Martı́n Llanos” y Nelson Orlando Buitrago, alias “Caballo”. Para el año 2002 las Acc, comandadas por “Martín Llanos”, se consolidaron en el sur y el norte de Casanare.

Los grupos de autodefensa en Casanare se abastecieron al principio de la bonanza marimbera y luego de la cocalera. Con el tiempo se transformaron en grupos paramilitares al servicio de ganaderos, hacendados de la región y de las mafias de esmeralderos de Boyacá.

Asentadas en los hatos grandes del llano casanareño (en los municipios de Monterrey, Maní, Sácama, Aguazul), los Buitragueños tenían la orden de adueñarse de la parte montañosa del departamento, Recetor y Chámeza, que les permitiría comunicarse con Boyacá, Arauca y Cundinamarca.

En 2002, la fuerza pública se instaló de manera permanente en Recetor y despejó la zona de grupos guerrilleros. El accionar de los Buitragueños comenzó el 29 de noviembre de 2002 y terminó el 11 de marzo de 2003. Si bien las guerrillas violentaban a la población, los campesinos consiguieron una relativa calma al exigir sus derechos. Con los ‘paras’ todo fue distinto.

Entre noviembre y diciembre de 2002, los paramilitares llegaron a Recetor y Chámeza por Tauramena, al sur de Recetor. Los habitantes temían la llegada de los ‘masetos’, término generalizado para denominar a los ‘paras’. Cuando estos llegaron, intentaron ganarse a la población diciéndoles que ellos los iban a proteger. Hicieron asados en los campamentos paramilitares y se ganaron a la población, por eso las víctimas confiaron cuando los citaban de nuevo.

Los ‘paras’ reclutaron muchachos de todo el país, prometiéndoles trabajo y seduciéndolos con el dinero de una supuesta ‘bonanza arrocera’ en el Casanare. Y tenía mucho sentido, porque, para comienzos de siglo, a gran parte de la economía casanareña la impulsaba el petróleo y la agricultura estaba abandonada. Había bases de entrenamiento paramilitar en Aguazul, Monterrey, Tauramena y Maní, donde convertían a jóvenes ingenuos en desalmados asesinos.

Los ‘paras’ desaparecieron a siete personas de la familia de Yeison Salamanca. Durante los 90, la guerrilla ya había asesinado a tres tíos suyos. Antes de los ‘paras’, “había fiestas, integraciones, bazares y alegría, sobre todo en la época decembrina. El pueblo quedó desolado, hubo desplazamiento masivo y forzado. Los pocos campesinos que quedaron en 2003 vivían atemorizados, nadie decía nada. La gente no comentó nada por temor. Se apoderaron de este municipio”, asegura Yeison.

La guerra permeó inclusive las actividades cotidianas. Jimmy Carreño ahora tiene 24 años y estudia Diseño industrial en la Universidad Nacional. Sin embargo, para la época de la violencia dura en el municipio era tan solo un niño, y recuerda que las Farc a veces permanecían en su casa. “Nos parecía un juego. Cada vez que salíamos de la escuela nos poníamos a jugar a la guerra. Cogíamos los radios de comunicación de la guerrilla y los imitábamos”, dice Carreño.

Otro caso paradigmático en el municipio es el de Geiner Munive, quien en ese entonces era el médico de Recetor. Oriundo de Valledupar, se enamoró de esa región casanareña después de hacer el rural en el municipio vecino de Chámeza. La población lo quería mucho y le decía que dejara de ser médico para que se lanzara de alcalde.

En los primeros días de 2003 los Buitragueños torturaban a algunas personas y las dejaban ir para que la población se hiciera a la idea de lo que eran capaces de hacer. Geiner atendió a varias personas que torturaron y envió una carta al entonces gobernador de Casanare, William Pérez Espinel, condenado por parapolítica, en la que convocaba a un consejo de seguridad que expusiera la problemática del municipio.

El consejo, que fue hacia finales de febrero, tuvo lugar en la misma cancha del coliseo donde los recetoreños hoy juegan campeonatos de penaltis, partidos de microfútbol y celebran integraciones entre vecinos. En la reunión también estuvieron el brigadier Luis Fabio García Chávez, comandante de la Brigada XVI, el personero y el entonces alcalde, Flaminio Cocinero.

Días después del consejo, el 27 de febrero, a Munive lo citaron en una de las escuelas paramilitares y lo asesinaron junto a Nayro Chaparro, el conductor de la ambulancia. Alexander González Urbina, alias ‘Careloco’, que comandaba las Acc en esa zona, confesó la responsabilidad del crimen y dijo que el cuerpo del médico lo habían arrojado al río para que no se encontrara.

El 3 de febrero de 2003 a las seis de la tarde, Gustavo Humberto Salamanca, el papá de Yeison, estaba en la vereda Vijagual. Salió con un vecino suyo llamado Anatolio y miembros de las Acc los interceptaron en el potrero Mararai. A Gustavo lo desaparecieron y nunca se volvió a saber de él.

El caso de Gustavo se hizo extensivo para la mayoría del resto de las desapariciones. El 13 de febrero desaparecieron a Emperatriz Peña Ríos, esposa de Gustavo, en Vijagual. El mismo día desaparecieron a Doris Patricia Peña Salamanca en la vereda El Vegón con Óscar Montealegre.

El modus operandi de los ‘paras’ consistió en citar a los pobladores de Recetor en campamentos ubicados en las zonas rurales, donde desaparecían a los habitantes. Lo mismo sucedió en Chámeza, donde se reportaron 22 desapariciones en a la par de las 33 que sucedieron en Recetor. Era común también que desaparecieran a las esposas, hijos o sobrinos que fueran a preguntar por su familiar desaparecido.

El 18 de febrero de 2003, Heiner Humberto Salamanca y sus tías, Evelia y Lilia Peña, fueron a la vereda Comogó para ver qué había pasado con el ganado de la familia, porque los ‘paras’ les habían robado días antes. Fueron interceptados por Buitragueños, quienes mandaron llamar a Milton Gallego. Mientras dejaron ir a Lilia, desaparecieron a las otras tres personas.

El accionar paramilitar duró hasta marzo. “Un día los manes se desaparecieron de Recetor y Chámeza”, relata Yeison. Los campesinos cuentan que era sábado, y entre las cuatro y las cinco de la tarde se fueron por Tauramena, lugar por el que ingresaron.

El sábado en la noche se fue el Ejército y Recetor permaneció sin fuerza pública durante el domingo. El lunes, el personal del Ejército había cambiado por completo. Yeison recuerda a los nuevos soldados: “eran más personales, hablaban más con la gente, eran más queridos con uno. Nos decían que les avisáramos dónde estaban los paramilitares, que ellos eran la fuerza pública y estaban ahí para combatirlos”.

Alexander González Urbina, alias ‘Careloco’, le dijo en una entrevista a Ulianov Franco, defensor de las víctimas, que el revuelo que causó la muerte del médico Geiner Munive fue tal que la anécdota llegó, primero, a oídos de Anthoc (Sindicato Nacional de Trabajadores de Hospitales y Clínicas), y luego a la Cruz Roja. Este fue el detonante para que los paramilitares se desplazaran de Recetor y Chámeza.

Después de 2004 hubo algunos hostigamientos por parte de la guerrilla en la región, pero en general el panorama es mucho más tranquilo. A pesar de que el cambio ha sido grande, los campesinos, según Yeison, pagaron un precio muy grande para que se lograra la paz relativa que hoy se respira.

En 2005, familiares de personas que habían sufrido la desaparición forzada en todo el país se juntaron para crear Familiares de Desaparecidos Forzadamente por el Apoyo Mutuo, mejor conocido como ‘Familiares Colombia’. La organización agrupa alrededor de 107 familias entre Bogotá, Santa Marta, Recetor y Chámeza en Casanare y La Dorada en Caldas.

En octubre de 2005, la Fiscalía le notificó a Yeison que habían encontrado los restos de sus padres en una fosa común de cuatro personas en la vereda Guruvita. Sin embargo hubo un error en el dictamen porque la compatibilidad se había establecido por medio de pruebas de sangre y a Yeison solo le habían tomado una muestra de saliva.

Familiares Colombia brinda asesoría jurídica y sicosocial a los miembros de estas regiones. Equitas, una organización forense independiente sin ánimo de lucro, comenzó a trabajar en conjunto con Familiares Colombia para la localización de los cuerpos de los desaparecidos. Gracias al trabajo conjunto, de los 55 desaparecidos han encontrado 14 personas, 11 en Recetor y 3 en Chámeza.

Según los recetoreños, durante octubre de 2015 se presentaron varios enfrentamientos entre el Ejército y el Eln y hubo algunas bajas guerrilleras en la vereda El Vegón. También se registró que la guerrilla quemó un tractor que para pavimentar vías, pero fueron hechos aislados que no se presentaban hace más de 12 años.

Con la ayuda de Equitas y Familiares Colombia, los habitantes de Recetor y Chámeza están a la espera de que los procesos avancen, que los militares implicados que prestaron apoyo logístico a los paramilitares sean judicializados y que los ‘paras’ sigan proporcionando información de las fosas comunes y la ubicación de los cuerpos.

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