'yo sobreviví'

El conflicto en Recetor causó un profundo dolor en sus habitantes. Atentados, asesinatos selectivos, desapariciones y desplazamiento forzado tuvieron como consecuencia que una gran parte de la población recetoreña estuviera compuesta por viudas, niños huérfanos en una edad muy temprana y ancianos que tuvieron que hacerse cargo de sacar adelante a sus nietos. Esta es la historia de la guerra contada por sus protagonistas.



Yeison Salamanca

Edwin Cepeda

Jimmy Carreño

Rodrigo Salamanca

La búsqueda incansable de los desaparecidos

'Ellos se llevaron a mi mamá'

En el año 2003, cuando eran los tiempos de guerra, los paramilitares entraron al pueblo (Recetor – Casanare).

Mi familia fue una de tantas familias que sufrieron en esa época. Bueno, mi nombre es Edwin Cepeda, fui citado por los paramilitares en la vereda El Vegón con mi mamá que se llamaba Elvira Cepeda (Q.E.P.D.), acudimos al lugar citado y allí amarraron a mi mamá y nos llevaron a la vereda Lagunitas, del municipio de Tauramena. Cuando llegamos allá nos separaron, a mi mamá la encerraron en un salón oscuro donde tenían a más personas y a mí me dejaron con una paramilitar. Durante ocho días aguantamos insultos, hambre y maltratos. Después de transcurrir los ocho días citaron a mi abuela en la escuela de la vereda El Vegón, donde allí me regresaron. Ellos se quedaron con mi mamá.

Durante los ocho días que estuve secuestrado mi abuela suplicaba para que nos regresaran, pero ellos le dijeron que solo le podían regresar al nieto, que la hija se quedaba más tiempo. En ese momento le dieron la condición que tenía que irse del pueblo en 24 horas con las dos hijas y el nieto.

Mi abuela hizo caso, nos fuimos para Tibasosa, Boyacá. Allí nos quedamos cinco meses llenos de miedo y pensativos de lo que le podía pasar a mi mamá. Nos devolvimos al pueblo cuando nos enteramos que se habían ido los paramilitares.

Cuando llegamos a la casa encontramos los vidrios rotos y la puerta dañada, los vecinos nos contaron que los paramilitares habían venido a buscarnos.

Mi abuela muy destrozada, con un vacío muy grande por la pérdida de su hija Elvira, luchó contra ese dolor para poder sacar adelante a sus otras dos hijas, una de siete y otra de 10 años. Y a mí, que tenía cuatro años.

Mi abuela trabajó muy duro en los pocos empleos que le ofrecían. Fueron pasando los años y mis tías buscaron trabajo para poder ayudar en las necesidades de la casa.

A mí por parte del ICBF me brindaron ayuda económica y psicológica. Ya han pasado 13 años desde lo sucedido y hemos salido adelante.

Me faltan dos años para salir del colegio, soy líder juvenil y me gustaría ir a la universidad a estudiar psicología.


En las manos de Edwin

En medio del dolor, estudiar para salir adelante

La violencia y la naturaleza: dos caras de Recetor

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