Las resiliencia del Bajo Atrato y del Urabá

Los pueblos embera del Pacífico colombiano cuentan que el origen del agua se dio cuando Karabi, “el creador del hombre y de todo cuanto existe, menos del agua”, descubrió que en donde había visto una laguna ahora había un árbol de jenené. Entonces, Karabi reunió a los embera para tumbar el árbol y obtener el agua. Hicieron muchos intentos, pero el árbol siempre se recuperaba y recomponía.

Un día, Karabi le encomendó a la ardita, una especie de mamífero roedor, que trepara el árbol e intentara cortarlo. La ardita lo logró. Cuando el jenené cayó, las raíces formaron el mar, las ramas se convirtieron en ríos y las flores en lagunas y ciénagas. Karabi dijo: “Esto ha sido fruto del esfuerzo de todos los embera y debe conservarse así para siempre. Yo estaré vigilando para que esto se cumpla. ¡El embera que no cumpla este mandato será castigado!”.

“Tratemos de ser como el árbol de jenené que es un árbol que produce el río y el agua. Así quiero que seamos nosotros, tengamos libertad y sea la actitud de nosotros”. Habitante del Bajo Atrato Darién- Urabá

Bajo esa cosmovisión, del cuidado colectivo de la tierra y los recursos, las comunidades étnicas que habitan las regiones del Bajo Atrato-Darién y Urabá siguen resistiendo y defendiendo su territorio. Permanecer es la consigna y tanto los grupos étnicos, afro, campesinos, mujeres, comunidades LGBT, jóvenes, artistas, están dispuestos a mantenerse a través de diversas formas de lucha para que la paz por fin llegue.

Una de esas maneras con las cuales, particularmente los grupos étnicos y afro reivindican sus derechos, es a través de la instauración de sus territorios colectivos como áreas de resistencia. Cada uno de estos grupos poblacionales trabaja desde estos territorios para conservar sus prácticas ancestrales y su cultura, pero también para hacer frente a la violencia. “El compromiso de nosotros como pueblos indígenas es que vamos a hacer resistencia hasta lo último. Estamos claros que un indio sin tierra es un indio muerto; por lo tanto, estamos dispuestos a resistir en los territorios”, dijo uno de los participantes en el encuentro de la Comisión de la Verdad con grupos étnicos en los Diálogos para la No Continuidad y la No Repetición.

La resistencia en el territorio se manifiesta por medio de iniciativas para proteger la naturaleza y el ambiente; para cuidar a las comunidades del actuar de los grupos violentos, por ejemplo, a los jóvenes del reclutamiento; y devolver la vocación productiva de la tierra, para garantizar la sostenibilidad alimentaria de los pueblos. “Como estamos dispuestos a hacer resistencia, estamos dispuestos también a ver nuestro reglamento interno y ver cómo podemos mejorar, reforzar, debemos ir actualizando nuestros reglamentos”, aseguró uno de los participantes en el encuentro de la Comisión de la Verdad con grupos étnicos.

En ese sentido, varias iniciativas de estos grupos se han focalizado desde lo organizativo: el reconocimiento de estos pueblos como parte de Colombia, pero guardando su autodeterminación y la defensa del territorio ancestral. “Estamos siendo invisibilizados. A veces ni siquiera se reflejan los nombres de algunos municipios en los que habitamos y desde ahí empieza la invisibilización, porque nadie tiene jurisdicción y no responden por nosotros”, contó uno de los asistentes al encuentro de la Comisión de la Verdad con organizaciones afro.

La lucha contra el racismo es una bandera de estos pueblos que exigen reconocimiento y más espacios de participación en ámbitos políticos, económicos y sociales. Es necesario, según contaron en los encuentros con la Comisión de la Verdad, que se comiencen a incentivar los proyectos productivos en los municipios PDET y se abran oportunidades para la juventud. Todo esto, teniendo en cuenta las particularidades de la población y, sobre todo, que las propuestas sean pensadas desde las comunidades y no, como dijeron algunos durante los encuentros, “desde los escritorios de los funcionarios en las capitales”.

Pero además, uno de los representantes de las entidades estatales que participaron en el encuentro con la Comisión, planteó la necesidad de fortalecer “las organizaciones que agremian a comunidades afro, indígenas y mujeres, campesinos para que trabajen en pro de sus comunidades”.

“El racismo ha sido sistemático, así como las amenazas para que los líderes no avancen en la lucha por sus necesidades. Este es un llamado a los líderes para que las comunidades sigan fuertes y unidas”. Líder de una organización afro en la región

“Siempre hay actitud de esperanza y trabajo colectivo”.

Una de las representantes del sector empresarial que participó en el encuentro con la Comisión aseguró que el Urabá, “siempre hay actitud de esperanza y trabajo colectivo”. Esa disposición para trabajar por el desarrollo de la región se puede reconocer en la articulación que han logrado algunos miembros del sector privado con las comunidades, para sacar adelante proyectos que abran más oportunidades para todos.

Algunas empresas del sector privado están dispuestas a trabajar por el beneficio de la región y, por ello, han adelantado diferentes iniciativas con las que buscan tener diálogos más cercanos con las comunidades y construir juntos una visión de desarrollo. Estos consensos se muestran como propuestas de paz entre sectores que fueron antagónicos. “Los empresarios también fueron víctimas de este conflicto. Tuvieron que irse y dejaron de hacer inversiones. Los empresarios, en el caso de Urabá, han padecido situaciones complejas y se han estigmatizado de manera generalizada”, contó uno de los participantes en el encuentro del sector privado con la Comisión de la Verdad.

El trabajo que muchos de ellos están adelantando es para planear territorios equitativos y construidos por todos. Los diferentes sectores comprenden que es necesario apoyar para que se resuelvan las necesidades básicas de los pobladores, se trabaje para disminuir las inequidades y se le den las herramientas a las personas para que saquen adelante sus proyectos de vida, la paz no llegará.

“No podemos perder de vista las razones por las que llegamos al conflicto: brechas sociales, inequidad, deficiencias del sistema educativo. Los empresarios debemos pensar que cada paso que damos no solo debe generar beneficios económicos para quienes están haciendo la inversión, sino que cada peso debe proteger las personas, el ambiente y dignificar a las personas que están en territorio”. Empresario del Urabá.

El arte como forma de recuperar la esperanza

El sector artístico de las regiones del Bajo Atrato-Darién y del Urabá ha sido uno de los más afectados por el conflicto, pues además de la necesidad que tuvieron de frenar sus actividades durante las épocas más violentas, fueron estigmatizados y señalados por los grupos armados, que se encargaron de silenciar a muchos de los líderes de las artes.

Según contó uno de los participantes del encuentro con el sector artístico y la Comisión de la Verdad, un ejemplo de esa estigmatización surgió después de la masacre de La Chinita, en Apartadó, el 23 de enero de 1994. Este asesinato masivo ocurrió durante una verbena popular. “A partir de ahí, empieza una estigmatización con las rumbas caribes. Los mandatarios, en sus políticas de gobierno, siguen relacionado que las rumbas caribes son las culpables de la violencia en la región”, dijo el artista.

“En esos días, los espacios de reunión de los jóvenes artistas se volvieron peligrosos. Los paramilitares no permitían ningún tipo de reunión, así que los grupos artísticos dejaron de reunirse a crear. Además, no permitían que tuvieras arete, que te hicieras un corte de pelo diferente, que te reunieras a bailar, hacer o escuchar música. Estabas confinado en tu propio barrio, porque cuando pasaban los paracos asesinaban a todo el que encontraran en la calle. Cuando eran benévolos, golpeaban”. Artista de la región.

A pesar de estas circunstancias, las amenazas y la violencia en su contra, muchos siguieron resistiendo a través del arte, una herramienta que sirvió y aún lo sigue haciendo, para que los jóvenes encuentren en la música, la danza, la pintura, el teatro o las artesanías un camino diferente a la guerra, un motivo de vida para sacar adelante sus proyectos y un espacio para expresar sus ideas. “Nos ha tocado hacer arte en medio del conflicto. Pero, donde los malos ponen una bala, nosotros ponemos una sonrisa y esperanza a nuestros muchachos para que no caigan en la guerra”, aseguró una de las artistas de la región.

“Los pelados no tienen oportunidades. Aunque hay propuestas y movimientos culturales impresionantes, no tenemos herramientas y nos mochan las alas. En muchos municipios está sucediendo una muerte cultural, y si no apoyamos estas iniciativas, los malos van a ofrecer otras cosas y por las buenas o por las malas se llevan a nuestros muchachos”. Artista del Bajo Atrato-Darién y Urabá.

Para luchar contra el estigma y recuperar las tradiciones populares, muchos artistas de las regiones están trabajando para retomar, por ejemplo, las rumbas caribes o los picós y convertirlos en espacios pedagógicos que unan a las comunidades con su cultura. Otras iniciativas que están adelantando los artistas tienen que ver con incentivar espacios de desahogo y de resiliencia, en donde puedan tramitar a través del arte las marcas que les ha dejado la guerra.

Sin embargo, el apoyo por parte del Estado al sector artístico es escaso, lo que ha hecho que su influencia, sobre todo en la población más joven, sea cada vez más limitada. Aún así, el arraigo a su tierra, a sus costumbres y la idea de recuperar su identidad sigue moviendo a los artistas quienes seguirán prestando su voz para contar la historia de su región.