La lucha y resistencia es por el respeto a la vida

La lucha y resistencia es por el respeto a la vida

Históricamente, las comunidades étnicas y campesinas del departamento del Cauca se han caracterizado por sus múltiples resistencias, luchas por la tierra y el reconocimiento de sus derechos como pueblos indígenas, afros y campesinos. Aunque la estigmatización de la resistencia caucana sigue estando muy arraigada en el imaginario de la sociedad colombiana, las luchas que se han gestado en el departamento han significado algunos avances en la reivindicación por la tierra, la autonomía territorial y la defensa de los derechos constitucionales.

A pesar de las diferencias culturales y de los desafíos que tienen los afros, indígenas y campesinos, especialmente en el acceso a la tierra, a estas comunidades las une el anhelo de vivir dignamente. El Consejo Territorial Interétnico y Cultural del Norte del Cauca, es la representación de la unión en torno a un solo propósito: la convivencia armónica en el territorio, cooperación y respaldo entre pueblos, este consejo ha permitido que se generen espacios para encontrar puntos en común encaminados a el desarrollo de la región.

Ser mujer y lideresa en el Cauca

“Yo hago esto por amor, lo hago por mi familia, por la comunidad. En muchas ocasiones, no se dimensiona un poco el trabajo que eso tiene y el desgaste por tanta violencia”
Lideresa, Diálogo para la No Repetición con mujeres

Clemencia Carabalí es oriunda del municipio de Buenos Aires, Cauca. Desde los 16 años, cuando estaba en el colegio, comenzó a cuestionar la realidad injusta en la que habitaba y decidió empezar su camino como lideresa, con la fiel convicción de que los problemas de la comunidad los tenía que resolver su propia comunidad. Nadie más que ellos podrían entender mejor sus necesidades.

Su hermano ya tenía algo de experiencia liderando una corporación y la llevaba a las reuniones, ahí su vocación por ser lideresa tomó más fuerza. Después de algunos años, junto con otras mujeres, creó la Asociación de Mujeres del Norte del Cauca (ASOM) que busca reivindicar los derechos de las mujeres, mejorar las condiciones de vida y garantizar el legado cultural, actualmente trabajan en los municipios de Buenos Aires, Caloto, Corinto, Miranda, Suárez, Caldono, López, Guapí y Timbiquí.

“Esto es lo que me hace ser lo que yo soy, de pensar, juntar y de levantar nuestra voz cada vez que sentimos que las cosas no están bien. No me veo haciendo otra cosa sino trabajando con la gente”, concluye la lideresa.

Según cuenta, ASOM nació en 1997 con el objetivo de enfrentarse a las constantes violaciones de los derechos humanos que las mujeres caucanas han tenido que padecer en el territorio. Que no solo se ven reflejadas en el conflicto armado que ha golpeado a la región, sino también en la falta de oportunidades de las mujeres en el entorno político y laboral, las escasas políticas públicas en la defensa de la integridad, la disminución de la dicriminación racial y el trato inequitativo entre hombres y mujeres.

Además, en la lucha de las mujeres negras se ha puesto como eje central la defensa de las prácticas ancestrales que mantienen su cultura basada en el cuidado de la naturaleza y la sostenibilidad económica femenina.

“ASOM nace de la juntanza de varias organizaciones de mujeres en diferentes comunidades para defender nuestros derechos, actualmente somos 223, de 10 veredas de Buenos Aires. Antes, éramos 250 pero a raíz de los desplazamientos masivos que sufrimos por la incursión paramilitar en el 2001, alrededor de 50 mujeres no pudieron retornar al territorio”, afirmó Carabalí.

Las tres líneas de acción de ASOM son el desarrollo sostenible en la seguridad alimentaria, generación de ingresos, recuperación y conservación ambiental; la segunda es el componente de desarrollo de capacidades y empoderamiento de las mujeres, en donde se trabajan temas de legislación étnica y violencia intrafamiliar; y la tercera, es el tema de Derechos Humanos y articulación con consejos comunitarios, especialmente con la guardia cimarrona.

La organización ASOM, liderada por Clemencia Carabalí, presentó ante la Comisión de la Verdad el informe Voces valientes y gritos de mujeres negras por la libertad, la reparación y la memoria. Allí, se identificaron los patrones de violencia ejercidos en contra de las mujeres caucanas, especialmente mujeres negras. Esos hechos violentos fueron perpetrados por grupos armados que hicieron presencia en la región entre 1984 y 2019.

Para el informe tuvieron en cuenta temas como la violencia física, psicológica y doméstica. “Tratamos de denunciar y manifestar todos esos hechos que encontramos. Por primera vez las mujeres se abrieron a contarnos todo lo que habían vivido”, apuntó Clemencia.

Su labor como lideresa y defensora de los derechos humanos y etnicoterritoriales de las mujeres negras y víctimas del conflicto armado fue reconocido en el 2019 al ser ganadora del Premio Nacional de Derechos Humanos en Colombia

Clemencia Carabalí y otras lideresas caucanas tienen en común la lucha por la defensa de la vida y el empoderamiento social y económico en sus comunidades, esta mujeres también ejercen su liderazgo y le apuntan a cambios estructurales. “A veces se decía que las mujeres tenemos maestría en sanación, que se decida continuar en medio de circunstancias tan adversas exige una cantidad de elementos que son valiosísimos”, expresó una lideresa de Buenos Aires, Cauca, durante uno de los diálogos para la No Repetición.

Leonor Yonda es una mujer campesina que también ha ejercido un liderazgo importante en el departamento del Cauca. Aunque nació en Bogotá, sus raíces le pertenecen al Cauca. A los 28 años decidió retornar a su departamento, y a partir del 2007, empezó su liderazgo en las veredas del municipio de Argelia, con la convicción de disminuir los índices de necesidad básicas insatisfechas que han sido muy elevados ante el abandono casi total del Estado.

“Al ver esa situación, la falta de acceso a la educación, salud, vías, vivienda digna y cantidad de cosas que me indignaron mucho y me causaron mucho dolor. Tanta injusticia. Me pregunté de qué forma podía aportar desde mi conocimiento o lo empírico a esa otra Colombia. Me acuerdo que empezamos en un corregimiento que se llama San Juan, a casi ocho horas de camino en mula, más que todo era una comunidad negra que se asentó allí, sobre el cañón del Micay, desde la época de la colonia”, recuerda Leonor Yonda.

En San Juan de Micay, Leonor lideró la construcción de una escuela temporal para enseñar a jóvenes de 16 y 17 años a leer y escribir. Jóvenes que en su mayoría preferían irse a grupos armados como las FARC-EP o el ELN. Leonor cuenta que el abandono estatal ha sido tan profundo en estas regiones, que los jóvenes ni siquiera tenían documentación que los reconociera como colombianos.

Cuando alguien se enfermaba eran casi 14 o 16 horas para sacarlo al puesto de salud más cercano que era en El Plateado, muchos de ellos llegaban sin documentación y era muy difícil que los atendieran. Aunque las parteras existían, si una mujer embarazada tenía complicaciones, muchas de ellas morían o perdían el bebé porque no alcanzaban a llegar al puesto de salud.

Dar clases en algunas aulas improvisadas y rústicas no garantizaba a los niños, niñas y adolescentes un diploma oficial de bachiller. Así que, en el 2009, el segundo paso que dio fue convocar a la comunidad y crear juntas de acción comunal en la vereda, con el fin de presionar a la gobernación para que invirtiera en este rincón del país.

“Después de cuatro años, con gestiones propias, bazares, rifas logramos construir la escuela, logramos que llegara un profesor oficial a la zona y también logramos que por primera vez se hiciera un censo poblacional”, lo que permitió las jornadas para las cédulas y registros civiles”, recordó Leonor. En el 2012 más de 60 niños empezaron a recibir clases en la escuela.

Leonor Yonda es un ejemplo claro de que la defensa de la vida está por encima de la comunidad que representa. Desde el 2010 ha hecho parte del Coordinador Nacional Agrario de Colombia (CNA) plataforma que recoge algunas organizaciones campesinas en el norte y sur del Departamento del Cauca y genera iniciativas agrarias en lo que concierne a los planes de vida, economía propia, participación ciudadana, movilizaciones y la soberanía alimentaria.

“A pesar de que es una asociación campesina, sí hay un componente más de comunidad negra, por sus características y su cultura. Sin embargo, el CNA nos permitía espacios de formación y herramientas de cómo exigir nuestros derechos, eso fue maravilloso porque nos abrió muchas puertas para lo que posteriormente logramos en San Juan con el proceso organizativo” Concluye Leonor.

Amenazas y desafíos

“Siento que nos están cortando las alas, yo lo veo así, porque por lo menos yo vengo de un proceso organizativo desde que tenía 10 años, ya no quiero tomar una decisión, ni una posición porque a mí me da miedo”
Lideresa. Diálogo para la No Repetición con mujeres

Uno de los mayores desafíos para los líderes en el Cauca es la persistencia y el recrudecimiento de la violencia. Los grupos armados buscan debilitar las dinámicas organizativas de defensa y reivindicación de los derechos etnicoterritoriales, de las víctimas y por supuesto de las mujeres caucanas.

Clemencia y Leonor han recibido en reiteradas ocasiones amenazas por parte de los grupos armados que hacen presencia en el Cauca. Clemencia tiene registradas más de 10 intimidaciones , en muchas ha tenido que salir de su territorio por temor a que atenten contra su vida o la de su familia. “La mayoría de veces me dicen que me debo ir porque soy un estorbo para el desarrollo”, contó la lideresa.

Leonor ha vivido la misma situación, la última vez fue objeto de amenaza por parte de miembros del grupo residual Carlos Patiño de las FARC-EP, fueron hasta su casa y le robaron documentos importantes del consejo, además de cámaras y registros fotográficos. Actualmente Leonor no se puede acercar al corregimiento de San Juan por las mismas amenazas. Estas dos mujeres han sido estigmatizadas por supuestamente pertenecer a grupos guerrilleros y en otros casos por trabajar para el gobierno.

En el norte y cordillera Caucana ejercer el liderazgo implica un desafío constante, especialmente por el alto y repetitivo nivel de violencia que se vive en el territorio y la profunda estigmatización por parte de diferentes sectores de la sociedad colombiana hacia las formas de lucha y resistencia de los pueblos étnicos en el Cauca. A pesar de la compleja situación y el constante miedo en el que está sumida la población, las mujeres en el Cauca han tenido una fortaleza organizativa importante para seguir reivindicando su territorio y luchando por la paz tan anhelada.

Luchar y resistir para progresar

“Es mejor empuñar un bastón a unas botas o armas que la quitan”
Lideresa Misak. Diálogo para la No Repetición con comunidades indígenas

La lucha de las comunidades caucanas ha sido un proceso largo y constante. Aunque todavía no se han cumplido la mayoría de acuerdos pactados entre las comunidades y el gobierno, la resistencia ha significado la protección de los derechos étnicos, el derecho a la vida, a la organización comunitaria y el reconocimiento de la autonomía territorial, a través de la constitución colombiana.

Por ejemplo, el auto 004 y 005 fueron creados para proteger los derechos fundamentales de los pueblos indígenas y afrocolombianos víctimas del conflicto armado. De igual forma, la ley 70 de 1993 reconoce el derecho a la propiedad colectiva de las comunidades negras en las zonas ribereñas de los ríos de la Cuenca y del Pacífico. Estas leyes fueron creadas gracias a la lucha histórica de las mismas comunidades.

Ermes Pete, Consejero mayor del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), lleva con orgullo el bastón de mando del movimiento indígenas porque sabe que el proceso de lucha, de más de 50 años, representa el legado más importante para la comunidad Nasa. “ A través de la oralidad, mis abuelos nos enseñaron a escuchar y aprender de nuestra historia, de generación en generación nos han repetido la historia de resistencia, el porqué debemos reclamar nuestras tierras en esas montañas del Cauca y así seguiremos repitiendo esa historia a los niños y jóvenes”, aseguró Ermes.

En el CRIC, son más las horas de lectura y análisis del país que de sueño. A pesar de los hechos violentos que diariamente reciben en su contra y la fuerte estigmatización por parte de algunos sectores políticos en Colombia, siguen en pie de lucha para reivindicar sus derechos y no olvidar las enseñanzas de sus ancestros. “La instalación hoy del CRIC fue un sueño de uno de los fundadores, que dijo que se hiciera un confederado y hoy no está vivo, pero nosotros seguimos guardando su memoria, su historia”, asegura Ermes.

Aunque existen algunas tensiones, especialmente por la tierra, entre comunidades indígenas, negras y campesinas, hay dos puntos centrales en común entre los tres. El primero es el respeto a la vida por encima de cualquier cosmovisión u orientación política y el segundo es la defensa de la autonomía territorial plasmada en la constitución de 1991.

Víctor Moreno, consejero mayor de Pandao y quien representa a más de 4.000 familias de 200 comunidades negras en el norte del Cauca, ha basado su liderazgo en la construcción del Plan de Buen Vivir, que propende por el respeto a la autonomía territorial, procesos de reparación colectiva, defensa de lo derechos de las comunidades negras y exigencias a empresas privadas como huevos Kikes e igenios azucareros, que se han tomado sus territorios causando daños sociales y medioambientales en la región.

A causa del conflicto armado en el Cauca, tanto Ermes como Víctor han sufrido afectaciones profundas en su ejercicio de liderazgo. En el caso de Víctor, del 2004 al 2006 varios líderes del consejo comunitario fueron asesinados por paramilitares, entre las víctimas mortales estaba su hermana, quien también era una lideresa de la región.

“Al que era el representante legal del consejo comunitario le pegaron un tiro a la esposa y eso hizo que el consejo comunitario nuestro entre 2006 y 2009 se acabara, fue una época muy dura para nosotros. Después del 2009 empezamos a fortalecer y retomar las dinámicas del consejo, pero siempre hay zozobra porque nosotros creemos que los paramilitares llegaron al territorio, traídos por algunas empresas privadas”, recordó Víctor Moreno.

En el caso de Ermes Pete, aunque no deja de hablar fuerte y claro ante las vicisitudes que se viven en el territorio, a veces tiene miedo porque su vida y la de sus seres queridos puede estar en riesgo. "Aunque no niego que lo siento, ese miedo no puede llevar a acorralarnos, ni arrodillarnos frente a los grupos criminales. Ni al Estado, a que vulneren la autonomía de nuestros pueblos, y en ese marco nos movemos, porque así nos enseñaron nuestros mayores. han maltrato nuestro pueblo y por eso el legado que nos ha dejado nuestro mayores es defender nuestros derechos así nos toque morir”.

Aunque no es fácil unir a todos los grupos étnicos, sociales y campesinos del Cauca, la colectividad y los procesos de lucha y resistencia los pueden conducir por el mismo camino, a pesar de el gran desafío que significa esa cercanía se han logrado avances. Gracias a la minga y el paro nacional convocado en el 2019 ha habido mayor convergencia en torno a las problemáticas sociales que, con el recrudecimiento del conflicto, se incrementaron.

“Ya se vuelve un tema más grande en donde se unen más sectores, porque las necesidades de los diferentes pueblos terminan siendo las mismas y debemos construir en medio de esas diferencias. Hoy nos están matando a todos en el Cauca y el tema de la vida es un derecho fundamental que está en la constitución y la defensa territorial, y la vida siempre nos unirá”, resaltó Ermes Pete.

Durante los Diálogos para la no Continuidad y no Repetición, los líderes y lideresas del Cauca resaltaron en reiteradas ocasiones la importancia del cumplimiento y la implementación del Acuerdo de Paz, como una arista importante que garantiza la tranquilidad de las comunidades en el territorio.

Un anhelo de paz que perdure

En general, las comunidades en el Cauca concuerdan en que es necesario que exista la voluntad política para la implementación de los Acuerdos de Paz, que vaya de la mano con la presencia integral del Estado, mayor inversión social y menos militarización. “Esa pregunta es muy difícil, hablar de esto en un territorio donde se está agudizando el conflicto, incluso más que antes, es muy retador. La gente habla desde la desesperanza. Pero definitivamente, el primer paso es el cumplimiento de los múltiples acuerdos que se han firmado con las comunidades y que no se han cumplido”, afirmó Mabel Andrade, coordinadora en Cauca de la Comisión de la Verdad.

El segundo aspecto en el que se ha hecho énfasis es en la descentralización estatal en el Cauca, líderes y lideresas reclaman el respeto a la autonomía territorial y la toma de decisiones desde las regiones y no desde las grandes ciudades. Para los habitantes del Cauca el Estado, y quienes lo dirigen, deben poner el valor de la vida por encima de los intereses económicos y/o personales.

De igual forma las comunidades afro, indígenas y campesinas, jóvenes y otros sectores como el educativo concuerdan en que el diálogo humanitario y el pacto de convivencia con el gobierno es esencial para poner fin al conflicto armado. Amparados por la constitución de 1991, se debe respetar la multiculturalidad y replantear la labor que las entidades institucionales han tenido en el Cauca.

La cultura es sinónimo de resistencia

Resistir a través de la cultura también representa para los jóvenes una forma de alzar su voz ante una sociedad que muchas veces no les garantiza el derecho a la educación, a empleos formales o seguridad. Por ejemplo, el Colectivo Cultural Wipala utiliza el muralismo colectivo a partir de un diálogo de saberes para representar la transformación de las realidades a las que diariamente se tienen que enfrentar a través del arte urbano. El recordar y rendir un tributo a los ancestros, las raíces y el mestizaje también es para el colectivo Wipala una forma de propiciar espacios de participación y reconciliación dentro del proceso de construcción de paz.

En los encuentros de profundización cultural que organizó la Comisión de la Verdad, se hizo hincapié en la transformación que hay en la vida de los jóvenes a través de la inclusión de la cultura en su cotidianidad. John Balanta del colectivo CreArte HMB de Padilla, Cauca, considera que a través de estas iniciativas también se transmiten mensajes en contra de la violencia: “Buscamos alejar a los jóvenes de las drogas y la violencia y también vincular niños, jóvenes y tercera edad, que nos enseñen el trenzado, el tejido y el tallado, que ellos puedan enseñar a los jóvenes esas prácticas artísticas”, afirmó.

En la escuela de Sinaí en el municipio de Argelia, se han gestado proyectos enfocados en el arte y la cultura que le hace frente al reclutamiento forzado, el microtráfico y el consumo de sustancias en niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Uno de esos proyectos es la Escuela de Cine Sinaí Films, en donde se enseñan los elementos básicos de la producción audiovisual a estudiantes que cuentan sus experiencias y analizan la realidad en la que viven a través del cine.

Durante los diálogos para la No Repetición, algunos representantes de Sinaí Films denunciaron que en varias ocasiones han recibido amenazas de los grupos armados que hacen presencia en la región.

Para hablar de resistencia y liderazgo en el Cauca, las comunidades han demostrado tener un alto nivel de creatividad. No solo el muralismo y el cine han sobresalido en esta búsqueda de reivindicar los derechos y sentar la voz. Dentro de las iniciativas que se destacan está Memoria Sonora Para La Paz, en donde a través del canto se cuentan las verdades que son difíciles de expresar y que generalmente ocurren en zonas alejadas de Colombia, especialmente en los municipios de Buenos Aires y Suarez.

Esta iniciativa, liderada por la Fundación Plan, nació en el 2017 para consolidarse como un documento histórico que honra la palabra de quienes han tenido que vivir un conflicto ajeno a sus cosmovisiones y estilos de vida y que además a través de la sabiduría ancestral pretende aportar a la construcción de paz.

El pueblo caucano ha demostrado que la organización comunitaria es esencial para mantener unido el tejido social en el departamento. Sin embargo, la presencia de actores armados, el narcotráfico y la poca inversión social del Estado ha llevado a que a la organización social no se le respete el derecho a vivir dignamente en un espacio seguro y armónico. A pesar de las circunstancias y la falta de garantías, los procesos organizativos en el Cauca se siguen construyendo aún con más fuerza, como legado para las futuras generaciones.

Movilizaciones sociales campesinas:

Entre finales de los años 70 y comienzos de los 80, las comunidades campesinas del Cauca comenzaron a juntarse y organizarse, y con ellos, empezaron a gestarse diferentes marchas y movilizaciones sociales que tenían el fin de defender el derecho a la vida de la población rural, y exigir el cumplimiento de los acuerdos y promesas que el gobierno nacional había incumplido durante décadas. Algunas de esas organizaciones campesinas que hasta hoy siguen teniendo gran influencia en el territorio, son la Asociación de Usuarios Campesinos (ANUC) y el Comité de Integración del Macizo Colombiano (CIMA).

En 1974 la ANUC lideró una gran movilización de campesinos e indígenas en Popayán, donde exigían ser reconocidos como sujetos de derechos, garantías en la tenencia de tierra y el cumplimiento de los acuerdos pactados. Peticiones que hasta hoy siguen reclamando al gobierno de turno.

Por su parte, el CIMA, que está integrado por voceros campesinos del sur oriente caucano y algunos municipios de Nariño, y que lleva más de 30 años en el territorio, ha liderado movilizaciones por la defensa del territorio y los derechos de sus habitantes. También ha promovido proyectos enfocados en la producción agraria y la lucha por el reconocimiento político de los campesinos.

Uno de los hitos más recordados fue el gran paro cívico “por la vida digna y justicia social” del 20 al 21 de julio de 1990. En esta movilización, el CIMA exigió, entre otras cosas, la construcción de puestos de salud, colegios, sistemas de alcantarillado, energía eléctrica, seguridad y mayores oportunidades laborales.

La movilización finalizó con la firma del Acuerdo de Rosas entre el gobierno y los representantes del paro. Sin embargo, estos acuerdos no se cumplieron y nueve años después organizaron otra gran movilización que tuvo un fuerte impacto a nivel nacional. En este caso, fueron 28 días de huelga y participaron más de 50.000 personas de 23 municipios del Cauca y 6 de Nariño. El CIMA se ha convertido en la piedra angular de las luchas cívicas y movilizaciones campesinas de los años noventa e inicios del siglo XXI.

Aunque en ocasiones han existido tensiones entre las comunidades negras, indígenas y afro; son más los momentos en donde se han unido para exigir la reivindicación cultural y ancestral de los caucanos, la tenencia de la tierra y el cese de acciones violentas en su contra.

Según el reporte 'Alto Cauca, resistiendo entre la coca, la caña y la violencia', en junio de 1992 se juntaron campesinos e indígenas para protestar en contra de los múltiples asesinatos que grupos armados estaban perpetrando en la región, lo que marcó el precedente para que los diferentes grupos poblacionales que habitan en el departamento tejieran alianzas para ejecutar acciones colectivas dirigidas a mejorar la calidad de vida de los caucanos.

Sin lugar a dudas, las luchas y movilizaciones en el Cauca representan una parte importante de la esencia de sus habitantes. Así como de generación a generación, se han mantenido las mismas falencias estatales y problemas sociales, también se ha heredado la lucha y resistencia de un pueblo que no se rinde.