A pesar de los intentos de los violentos por silenciar a la subregión por medio de la estigmatización, intimidaciones, amenazas, asesinatos y desplazamientos, las comunidades siguen luchando por sus derechos y por la protección de sus territorios. Grupos étnicos, de mujeres, de comunidades LGBTI, campesinos y víctimas continúan trabajando para cambiarle la cara al Bajo Cauca, en donde también persisten proyectos productivos que se muestran como alternativas económicas sostenibles, viables y que demuestran su potencial agrícola.
Los testimonios que alimentan este especial se muestran de manera anónima con el fin de guardar la seguridad y la confidencialidad de las voces que participaron durante el proceso de los Diálogos para No Continuidad y No Repetición de la Comisión de la Verdad.
La defensa del territorio ha sido la bandera de las luchas sociales del Bajo Cauca. Consejos comunitarios, organizaciones indígenas, asociaciones de campesinos, de pescadores, de mineros artesanales han logrado reconocimiento en su lucha por la tierra, en cuanto a la titulación de predios en favor de sus comunidades, el cuidado y la conservación de los ríos, humedales, los recursos naturales tan afectados por los monocultivos, la actividad minera y la explotación forestal.
Una de las estrategias de resistencia de las comunidades indígenas del Bajo Cauca ha sido lograr constituirse en , reconocimiento que les permite preservar sus culturas, tener autonomía en sus territorios colectivos y cuidar la tierra, sobre todo, frente a los proyectos mineros de gran envergadura. “El río Cauca, el río Nechí, el río San Jorge, el río Sinú ancestralmente han sido de los pueblos indígenas Sinú. Hoy estas comunidades no tienen territorio donde habitar. Si hablamos de 46 comunidades que hay en el Bajo Cauca, yo creo que no hay más de 15 resguardos, que se han conseguido dando la pelea”, contó uno de los líderes indígena durante el diálogo con la Comisión de la Verdad. Estas comunidades siguen trabajando por el fortalecimiento de las guardias indígenas, el reconocimiento de los territorios ancestrales y mantienen la lucha para que el Estado no pase por alto la consulta con estos pueblos en lo que concierne a la intervención, en este caso de proyectos mineros, en sus tierras.
Los consejos comunitarios de comunidades negras son otra estructura organizativa que resiste en el Bajo Cauca. Sus luchas también han estado enfocadas en el reconocimiento de sus territorios colectivos, en donde puedan desarrollar autónomamente su modo de vida. “Nosotros tenemos la que nos favorece, pero los gobiernos se la están pasando por alto. Por ejemplo, en algunos municipios estamos peleando porque el 30% de las regalías sean para los grupos étnicos, tenemos los proyectos organizados legalmente y las organizaciones de base reconocidas por el Ministerio del Interior. Aún así ningún alcalde de turno da los recursos a las asociaciones”, dijo una de las lideresas afro durante su diálogo con la Comisión.
Otras expresiones de lucha por la preservación de actividades ancestrales son encabezadas por las asociaciones de pescadores, quienes, como explican los investigadores del Observatorios de Derechos Humanos del IPC, “se han organizado en función de la defensa del río, la reivindicación de la actividad pesquera y la conciencia plena de reivindicar esta forma tradicional de desarrollar procesos de conservación sobre humedales y protección del territorio”.
El proceso de resistencia encabezado por las asociaciones de campesinos, que están configuradas tanto en procesos comunitarios como de organización social, tiene cada vez más relevancia. “Con esa doble característica, esas asociaciones de campesinos han intentado generar que el campesinado tenga una posición política frente a diferentes circunstancias que viven, y lamentablemente, por ello han sido las principales víctimas en este proceso de exterminio de líderes sociales. Una de esas asociaciones es un caso dramático: en menos de cuatro años, 15 asociados fueron asesinados y asesinadas”, dijo el investigador del IPC.
A pesar de la violencia que han padecido con los asesinatos, masacres y desplazamientos, el tejido social de estas asociaciones se mantiene así como el compromiso con la sustitución de cultivos y la búsqueda de alternativas de economía diferentes a la coca. “Esto se constituye en una apuesta de resistencia no solamente como una reivindicación frente a un Estado que intencionalmente los ha dejado solos sino también en una forma de resistencia ante grupos armados, que lo único que les interesa es dinamitar el territorio en términos de economías de enclave y de economías ilegales. Eso también es una forma de luchar por permanecer y estar en el territorio”, dicen los expertos del IPC.
Las asociaciones de víctimas, de mujeres y organizaciones LGBTI representan otros procesos de resistencia cada vez más activas en el Bajo Cauca. Estas comunidades, particularmente afectadas por el conflicto, siguen siendo objeto de estigmatización y ataques. “Acá han asesinado a mujeres trans, lesbianas. En Caucasia, en los 90, los exterminaron prácticamente a todos en un barrio donde todos ellos vivían. Últimamente, han matado a varios líderes de Caribe Afirmativo”, contó una lideresa durante el encuentro con la Comisión de la Verdad.
Para resistir, en palabras de una de las lideresas que participó en el diálogo con grupos sociales, muchas han tenido que “bajar el perfil y no visibilizarse mucho en tantos espacios”, porque saben que tienen la mirada de los grupos armados ilegales puestas sobre ellas. Sin embargo, sus reclamos son cada vez más fuertes. “Hay unos impactos específicos que enfrentan las mujeres campesinas, rurales e indígenas y es el precario acceso a la justicia, así como el tema de la propiedad, la tierra y del uso de esta”, resaltó una de las organizaciones de mujeres que participó en el diálogo de organizaciones sociales y academia.
Para muchas de estas organizaciones, la recomendación para frenar la violencia y que no se repita es que se respete la autonomía de las comunidades étnicas, que se les garantice también a víctimas y mujeres el acceso a la tierra, que la institucionalidad llegue al territorio con justicia y presencia social para que teja la confianza necesaria entre comunidad y Estado, en su lucha común por superar el conflicto.
“Nosotros sembrábamos plátano, yuca, arroz; mi papá nos pagó el estudio con eso. Nos iba muy bien. Luego llegó la fiebre del oro, entonces mi papá dejó el cultivo de plátano y se puso a trabajar en el río de la región. Cambiamos la economía que teníamos por otra que nos dijeron que nos iba a llenar de plata. Empezamos a ver que ganábamos mejor y en menos tiempo que cultivando. Eso atrajo a las autodefensas y se empieza a ver en la región hombres armados, carros lujosos. La tierra empieza a verse también con una visión ganadera, ya no del cultivo. Luego llegó la coca, que es otra forma de ganar dinero más fácil. Se ve gente con cadenas, celulares y empieza a cambiarle la mentalidad a la gente, a los jóvenes de solo trabajar en eso”.
- Relato de líder del Bajo Cauca
De esos cultivos de pancoger que relató el líder durante el diálogo con la Comisión de la Verdad aún quedan algunas iniciativas de campesinos y productores que siguen creyendo en el potencial agrícola del Bajo Cauca.
La posición geográfica de la subregión y su riqueza natural le ha permitido mantener una dinámica actividad agrícola y conexiones comerciales con distintas zonas de Antioquia y departamentos vecinos como Bolívar y Córdoba, en donde la tierra es ideal para la ganadería, que junto con la minería representa los renglones más importante en la economía de la zona.
Aunque buena parte de la población se dedica a la minería, otras actividades como la explotación maderera y la pesca siguen siendo alternativas para algunos campesinos, que las realizan a muy pequeña escala, y no representa grandes ingresos. El cultivo de arroz es el producto agrícola más comercial del Bajo Cauca.
Con la firma del Acuerdo de Paz y la puesta en marcha de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial , el Bajo Cauca fue incluido como uno de los territorios para llevar a cabo la transformación rural que propone el programa. Muchas y muchos bajocaucanos están trabajando en diseñar propuestas productivas para reactivar el campo en esta región. Según datos de la Agencia para la Renovación del Territorio , los seis municipios del Bajo Cauca suman 289 iniciativas PDET incluídas en los planes de desarrollo territorial.
“Los territorios necesitan la intervención de proyectos de envergadura, sostenibles en el tiempo. Por ejemplo, tenemos un proyecto de plátano y ha estado funcionando, la gente tiene esperanza y es de un dinero que nos dio la ART. Es la primera vez que llega algo grande, la gente está contenta y se está contagiando, la percepción va cambiando y le está mostrando los grupos autonomía”.
- Líder afro durante la conversación
con la Comisión de la Verdad
En este mapa podrá encontrar algunas iniciativas productivas que resisten en el Bajo Cauca.
La presencia de grupos armados y las prácticas alrededor de las economías ilegales del oro y la coca han generado un impacto profundo en la idiosincrasia y el modo de vivir de algunas comunidades del Bajo Cauca. “Yo crecí rodeado de mucha delincuencia por tráfico de estupefacientes. Cuando tenía 8 años, mi padre falleció y quedamos ahí, viviendo rodeados de todo eso. Mi madre me llevó a caminar un día y pasamos por la Casa de la Cultura; ingresé porque me llamó la atención la banda. Y aunque me decían ‘eso no te va a servir para nada más adelante’, yo le aseguro que si yo no hubiera seguido, no sé qué sería de mi vida”, dijo uno de los artistas en los diálogos de la Comisión del Bajo Cauca.
Precisamente, el arte y la cultura han sido una herramienta clave que le ha permitido a muchas y muchos permanecer en un territorio en donde la guerra persiste y las oportunidades para las y los jóvenes son escasas. “Si nos enfocáramos en los niños y adolescentes, brindándoles espacios de participación, oportunidades acorde a su edad, a la situación que viven en la casa, al territorio donde habitan, para que ellos puedan ayudar a su familia de diferentes formas tendríamos un punto a favor para arrebatarle ese niño a la violencia”, aseguró una artista durante el diálogo con la Comisión.
“Lastimosamente, las administraciones locales ven a la parte cultural como esa que solamente divierte, que emociona a un pueblo. Nosotros somos los que verdaderamente hacemos el tejido social”.
- Gestor cultural del Bajo Cauca
A través de la música, la danza, el teatro, las artesanías, la comunicación, el cine, entre muchas otras actividades, las comunidades han intentado combatir el silencio que los grupos armados ilegales han querido implantar en el Bajo Cauca. Sus canciones, pinturas, cuentos, títeres, cuentan las historias de resistencia y memoria de una región que quiere sanar sus heridas. “Yo creo que gracias a haber sembrado la semilla del arte, haber descubierto sus talentos y haber ayudado a fortalecer esas habilidades para la vida hoy tenemos un montón de jóvenes enfocados y que salieron de situaciones de conflicto”, comentó un gestor cultural durante el diálogo.
“Los recursos para la cultura nunca llegan. Los artistas tenemos que estar como mendigos, para que nos colaboren”, contó un artista. El trabajo de las y los gestores culturales del Bajo Cauca ha sido complejo, no solo por la falta de apoyo económico a sus iniciativas sino porque se han convertido en un blanco de amenazas por tratar de ofrecer otras oportunidades a los niños y jóvenes de la región. “Esos grupos abordan sobre todo a jóvenes de bajos recursos. Les muestran un billete de 20.000 pesos y con eso, los muchachos piensan que van a tener para el play, para el fútbol, para invitar a la novia. Con la música, el teatro, las artes, ellos cambian la mentalidad; por medio de la cultura también tenemos muchas oportunidades”, contaron en el diálogo con el sector artístico.
Varios colectivos de artistas de la región trabajaron con la Comisión de la Verdad para contarle al país las necesidades, luchas y su trabajo en el Bajo Cauca.
A pesar de las amenazas y desplazamientos que algunos gestores culturales y artistas han tenido que enfrentar, muchos siguen trabajando por construir una red cultural en la que se puedan apoyar los artistas del Bajo Cauca y a través de la cual puedan seguir dándole voz a los que no pueden hablar por las consecuencias de la guerra. “Los grupos armados y la violencia que azota al Bajo Cauca es muy grande, pero tenemos un gran potencial, unos grandes artistas en la zona. Lastimosamente todo lo hacemos con las uñas, algunos dependemos de administraciones municipales para poder seguir realizando este tejido social que día a día estamos transformando”, contó un gestor cultural en el espacio con la Comisión.