Silvia, Cármen, Otilia y Sandra son víctimas del desplazamiento forzado a causa del conflicto armado en Colombia. A través de su relación con la gastronomía, le contarán cómo han resistido, generado memoria e identidad frente a esta problemática. Según el sociólogo Sergio Sánchez, las prácticas alimentarias son el espacio en el que las tradiciones, relaciones sociales, culturales y políticas se encuentran. El alimento es tan fundamental para entender la historia del país, que el Sistema Nacional de Información Cultural lo define como patrimonio cultural inmaterial de la Nación.
Acorde con la Unidad para las Víctimas desde 1985 hasta 2021, más de ocho millones de personas han sufrido el desplazamiento forzado. Asimismo, la Defensoría del pueblo explica que los casos siguen en aumento, y se espera diariamente 168 en el año 2021. Esto, a causa de hechos violentos en los que las poblaciones, en su mayoría campesinas, quedan vulnerables a los reclutamientos forzados, amenazas o confrontaciones. En donde lo único que les queda es dejar sus territorios para salvaguardar sus vidas. También se ven obligados a solventar problemáticas o necesidades alimentarias, económicas, de reconocimiento, de memoria para la no repetición, resistencia, salvaguardar sus conocimientos y demás, como se evidencia en el análisis de los expertos y relatos de las víctimas.
El primer reportaje cuenta cómo afecta el desplazamiento forzado a la gastronomía tradicional, por ejemplo, el cambio de hábitos alimentarios, las formas de adquirir o labrar el alimento, de cocinarlo o fusionarlo, entre otros. Principalmente porque “no es para nada fácil dejar las comodidades y ante todo la libertad del campo, para llegar a la ciudad u otro territorio sin nada”, dice doña Silvia. Lo que las obliga, como menciona la socióloga María Paula Velázquez, a adaptarse a un entorno en el que deben reaprender no solo a vivir, sino a subsistir.
Boyacá, Villavicencio, Catatumbo, Mapiripán, Guaviare y Barbacoas son territorios que tienen una gran oferta gastronómica como se evidencia alrededor de esta serie de reportajes. Sin embargo, no muchas de las preparaciones son reconocidas en otros lugares del país. En consecuencia, cuando las o los sobrevivientes buscan subsistir al salir de sus territorios producen, a partir de la memoria, comidas que les recuerda su vida en ellos y lo que es característico de su población, o de sus ancestros. De tal manera que no solo cuentan sus historias, sino que permiten el acceso a los lugares desconocidos por el conflicto armado, y dan a conocer sus prácticas alimentarias.
El segundo reportaje cuenta las alternativas que desarrollaron las sobrevivientes para poder subsistir, resistir y hacer memoria en sus nuevos territorios. De igual manera, habla un poco del rol que ha tenido la mujer desde los fogones en la que, dice la socióloga Velásquez, pasó de encargarse de lo productivo, reproductivo y comunitario, a empoderarse para mantener su identidad y cultura. Esto a partir de la memoria, transmitiendo saberes, al poseer la seguridad y soberanía alimentaria de sus familias. Aunque la globalización ha hecho que los productos que encuentran, por ejemplo, al llegar a otras ciudades no sean de la misma calidad y hace que sus platos cambien.
Finalmente, encontrará un recetario de platos que recuerdan, han tenido que aprender o adaptar las sobrevivientes a sus nuevos contextos. Estas son sus recetas particulares, que surgieron en medio del conflicto, que les conecta con su tierra, su pasado y también con su presente.
A continuación, para adentrarse en el tema, escuchará a Ana Belén Charry, antropóloga, cocinera y finalista de Máster Chef 2016, y a Ana Cardona, cocinera territorial, hablando de la evolución gastronómica del país, y algunos ejemplos en los que el conflicto armado ha afectado las prácticas alimentarias.