MARTHA DAGUA

La revolución feminista que marcha en el Norte del Cauca

Flecha hacia abajo

En la Plaza Central de Santander de Quilichao, al norte del departamento del Cauca, la vida pasa: es un día soleado, se escucha el canto de los pájaros que revolotean sobre los árboles de la Plaza y voces por doquier, ofreciendo productos, comadres hablando, niños jugando y personas mayores departiendo sobre temas de actualidad, yendo de aquí para allá buscando los ingredientes del almuerzo. Es el año 2004 y a pesar de la aparente tranquilidad de la vida cotidiana en el municipio, las personas andan prevenidas en la calle, alertas por la arremetida paramilitar que ha venido arreciando en diferentes regiones del país, incluyendo el Cauca. La tensa calma de la plaza, de repente, se revienta con la irrupción de seis mujeres que con carteles empiezan a abordar a las personas presentes, explicándoles sobre los derechos de las mujeres, mientras se plantan en el lugar.

En los rostros de las personas espectadoras, se puede ver un asombro mezclado con risa. “¿Y quiénes son estas?”, se estarán preguntando muchas. En medio de la amenaza armada que está asediando a la población, a cualquiera le hubiese parecido una locura salir a protestar.

En las caras de las mujeres se deja ver algo de vergüenza, pero la disposición de sus cuerpos dicta valentía y empoderamiento. Entre las diversas siluetas de las seis, se divisa la de una con piel morena, cabello castaño oscuro totalmente recogido, ojos cafés oscuros, párpados caídos y labios gruesos. Su nombre es Martha Lucía Flor Dagua, tiene 40 años y lleva 16 empoderando a las mujeres del Norte del Cauca, propiciando espacios para discutir y visibilizar sus derechos en esta región del país.

El día de la plaza fue un 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer; salieron con el propósito de visibilizarse como mujeres. El precedente de los plantones en ese municipio del Cauca. Así lo recuerda Martha, quien con un tono de agrado cuenta que “un profesor que estaba en el parque ese día dijo ‘jum ¿qué tal?, hablando de derechos y son cinco gatas’. Nos devolvimos y le hicimos un alboroto del que yo creo él nunca se olvidó de estas cinco gatas”. Ese día fue muy empoderador, algunas mujeres del municipio las miraban de forma extraña, pero otras se detenían a felicitarlas.

En esa primera acción de protesta, querían generar conciencia sobre la conmemoración del Día de la Mujer y exigir que Santander de Quilichao contara con una Secretaría de la Mujer. Además, que se asignaran planes, programas y proyectos con enfoque de género. Martha cuenta que el plantón fue ese gran inicio en el que decidió dedicar media parte de su vida a empoderar a las mujeres a su alrededor.

A su lado, en esa primera lucha, estuvieron Yasnaia Cuellar Ocampo, Ingrid Mábel Mota, Teresa Gallego, Argenis Quina y Celemencia Samboní. Dos de ellas ya murieron, pero siguen vivas en el legado y el liderazgo que Martha, y las demás comenzaron a tejer desde ese día. Hoy, junto con sus amigas, es una referente feminista en el Norte del Cauca.

Martha hace parte de la Fundación para el Empoderamiento de la Mujer - Empoderarte, que agrupa a mujeres de Santander de Quilichao, incluyendo víctimas de violencias, y las capacita sobre sus derechos, además de trabajar activamente por defenderlos. Una amiga de vieja data de Martha fue quien creó la fundación: Dielina Palomino. Se conocieron tres años después de ese primer plantón en el que participó. “Cuando nos conocimos, hicimos clic. Ha sido una amistad eterna, de esas que son para siempre”, cuenta Martha.

Delante de una cortina de plantas de todo tipo, el vivero de la sede de Empoderarte, Dielina se sienta en una silla y admira a su alrededor. En frente suyo hay un gato sentado cómodamente en una mesa y más allá, a su izquierda, está Angelina, una estatua blanca de un ángel. Angelina es quien cuida la sede de los ladrones, la pusieron allí luego de experimentar dos saqueos en la casa. Desde que Angelina está en esa esquina del antejardín, nunca más han vuelto a robar, por eso están tan convencidas de que es una guardiana.

Dielina tiene el cabello negro y casi siempre lo lleva recogido, nariz fina y ojos cafés oscuros, almendrados y pequeños. Describe a Martha como una “lideresa clara en la vida y feminista convencida”. “La describo como una mujer que se conoce y que se permite a través de su conocimiento explorar este camino de los derechos de las otras”, dice mientras sonríe frente a ella. Dielina fue quien tuvo la idea de crear una fundación en el territorio y Martha ha estado allí para apoyar en lo que necesitara, hasta llegar a involucrarse casi de lleno.

Como parte de Empoderarte, Martha, Dielina y sus demás compañeras también hacen parte de la organización Mujeres Diversas, creada a raíz de los Acuerdos de Paz entre el Gobierno y la antigua guerrilla de las FARC y donde confluyen organizaciones de mujeres de toda procedencia en el departamento. “Nos juntamos para trabajar en clave de paz”, dice Martha, quien también cuenta que Mujeres Diversas ha sido ese espacio en donde las mujeres nortecaucanas se han dado cuenta de que a pesar de ser tan diferentes, confluyen en su género y eso las hace tener una lucha en común. Así, desde la creación de la organización, indígenas, negras y mestizas vienen trabajando por el bienestar común de las mujeres de la región.

En medio del trabajo de Mujeres Diversas, Martha y sus compañeras de lucha se cruzaron en un diplomado a una mujer nortecaucana que aspiraba a la Alcaldía del municipio de Guachené, a quien, como organización, decidieron apoyar en su candidatura. “No es un tema partidista, no tiene nada que ver con eso, el único requisito para que nosotras nos pongamos la camiseta por esa compañera es que sea de proceso social, que sea una lideresa”, aclara Martha.

Desde entonces, conformaron la Red de Mujeres Políticas en Expansión, por medio de la cual apoyan las campañas políticas a los concejos y alcaldías de sus compañeras en la región. Apoyando asuntos de las comunicaciones, el discurso público y las políticas que pueden impulsar, han empoderado la incidencia de la mujer en espacios políticos y de toma de decisiones.

Pero la representación de Martha no para ahí. A parte de esto, como representante de la Red de Mujeres Políticas en Expansión, entró a la Red Nosotras Ahora, un espacio de incidencia política conformada por mujeres. Martha es la comisionada por el Cauca para esta red, que tiene cobertura en varias regiones del país. Como dice Martha, Empoderarte, la Red de Mujeres Políticas y la Red Nosotras Ahora se han convertido en una red de afectos, en donde trabajan desde el amor, la sororidad, la empatía y el apoyo.

Empoderarte

Empoderarte pretende contribuir al mayor disfrute de los derechos humanos por parte de las mujeres y a la promoción de la igualdad de género, a través del fortalecimiento de organizaciones y la Red de Mujeres Políticas en Expansión.

Al presentarse, Martha no duda un segundo en decir que es una mujer feminista. Seguido de ello, con su voz, calmada y aguda, explica lo que implica enunciarse como mujeres feministas en el Norte del Cauca. Antes, las mujeres de allí concebían el feminismo como una idea ajena, cuenta. Uno de los impactos del trabajo de su equipo ha sido “bajar como esos imaginarios, de que el feminismo no es con nosotras o que las mujeres feministas son las que están en Bogotá, las académicas, y son mujeres que hablan desde sus privilegios y no entienden lo que nos pasa”.

Con orgullo, Martha dice que ese trabajo ha permitido que las mujeres indígenas, negras y campesinas se reconozcan como tal, pero también que se reconozcan como mujeres feministas, y eso para ella es un paso gigante. En parte, es lo que las mujeres del territorio le han agradecido a Martha y sus compañeras de lucha, pues ahora entienden y perciben el feminismo como una lucha cercana, una lucha de todas.

En la tarde, bajo pleno sol de mediodía quilichagueño, en un barrio a las afueras del municipio, está Martha frente a una reja plateada. Al otro lado, a varios metros, grita Dielina: “¡Está abierto, entren!” Martha llegó junto a Nelly Pavitrochez y Mary Luz Rodríguez en un taxi hasta, la que llaman, la sede campestre de Empoderarte. Es una casa pequeña de un solo ambiente, en una montaña que sirve de mirador hacia Santander de Quilichao. Fue construida por Dielina en ese lote, de su propiedad. Al entrar, el aire acoge y envuelve completamente, con armonía y fraternidad, se siente con claridad que algo bello ocurre allí siempre que todas llegan.

Martha pasa, saluda y abraza a Ruth Maya y Laura López, también integrantes de Empoderarte. Hablan, se ríen y cocinan juntas unos crepes de pollo con champiñones. Más tarde, llegan Duvy Orejuela, Clara Ávila y Carolina Fernández, quienes saludan cálidamente a las presentes y se sientan. No hay sillas en el lugar, se acomodan en esteras y cojines tendidos en el piso, unas acostadas y otras sentadas. En el aire se puede captar la sororidad y la fraternidad que inunda el lugar; cada tanto hacen chistes, se molestan y se ríen. Todas son compañeras de lucha, dentro de Mujeres Diversas todas han confluido en el proceso de visibilizar sus derechos y los de las demás.

Se disponen a hacer lo que llaman un “círculo de encuentro y sanación”. Parece sencillo al inicio, en esta ocasión todas hablan por turnos, cuentan sobre lo que hacen y a qué organizaciones pertenecen. Juntas de Acción Comunal, organizaciones indígenas, organizaciones sociales, entre otras. Cuando una habla, todas la escuchan y le sonríen. En un momento fortuito, una de ellas rompe en llanto.

La noche anterior, en el municipio de Caloto, donde vive, fue activado un artefacto explosivo en la hacienda La Emperatriz, un territorio a las afueras del casco urbano. Los responsables, al parecer, pertenecían a grupos residuales de las FARC. Ella escuchó el momento de la explosión desde su casa y al recordarlo, no pudo contener las lágrimas. Justo años antes, había empezado un proceso para superar un trauma posguerra que la había dejado literalmente paralizada desde el 2011. Con ayuda psicológica, pudo superarlo y finalmente se desplazó hacia donde vive ahora. Con la detonación, ese trauma volvió a atormentarla, su voz quebrantaba decía: “¿por qué está pasando esto otra vez?, ¿por qué tengo que volver a pasar por esto? Si lo que estamos haciendo es tratando de implementar acuerdos de paz, entonces, ¿para qué todo esto?”

Su llanto fue tan sincero como la empatía que sintieron las que estaban a su alrededor al escucharla. Doña Rosalba Castaño, quien había llegado hace un rato al círculo, se levantó de la estera en el piso y fue con un aceite esencial a ponérselo en las yemas de los índices. “Pásese los dedos por detrás de las orejas, luego por la cien y luego los huele profundamente”, le dijo. Añadió también: “tranquila, que a muchas nos ha pasado”. Luego de esto, Rosalba pasó por enfrente de todas a repartir el mismo aceite, para que hicieran lo mismo.

Habiendo hecho lo mismo todas, el ambiente se llenó de tranquilidad. “Tú no estás sola, comprendemos lo que sientes, amiga, pero sabes que aquí estamos siempre para escucharte, el llanto es necesario”, fueron algunas de las palabras que se escucharon por parte de las que estaban a su lado. Su llanto, aunque fue muy desesperanzador, en parte también fue positivo: ella se permitió llorar junto a sus amigas. “Yo sé que esto ya no lo llevo sola, agradezco que puedo liberar este dolor y esta tristeza junto a ustedes”, sentenció.

Estos momentos son cruciales en las vidas de Martha y todas las allí presentes, para recordar que la lucha de una, sí es la lucha de todas. Los espacios organizativos les han permitido quebrantarse, pero también recogerse entre todas, armarse nuevamente y seguir luchando. Ese proceso lo han construido en medio de esas reuniones o círculos de tardes enteras, a las que van, como dicen, a “brujear”.

Finalizando el día, siguen charlando acostadas en las esteras, con cartas de tarot preguntan y especulan sobre sus destinos, ríen juntas, se molestan las unas a las otras, hablan sobre cuarzos y sus energías, comen plátano maduro con queso y fantasean con una fiesta en la que todas van vestidas como diosas, como las diosas que han construido y han renacido en el feminismo.

“Las mujeres queremos cantar,
aunque muchos nos quieran callar.
Juntas podemos avanzar,
de la mano, acompañadas de la diversidad.
Soy mujer feminista, antiracista y activista,
me comprometo a luchar,
para acabar y derrotar la justicia antisocial,
de todos aquellos que nos quieren silenciar”.

Esto cuentan los versos de La Diosa en Mí, el sencillo principal de un álbum que lleva el mismo nombre. Es una recopilación de canciones escritas por diferentes mujeres, algunas hacen parte de Mujeres Diversas. El álbum es interpretado por 26 mujeres del Norte del Cauca y fue coordinado por la Corporación Ensayos para la Promoción de la Cultura Política. El disco tiene ritmos como bambuco, son patiano, vallenato, salsa, corrido popular, cumbia caucana y bunde timbiquireño.

La Diosa en Mí es el reflejo de las experiencias y luchas de las mujeres del Norte del Cauca, quienes plasmaron en las canciones las vivencias de muchas, no solo en esa región, sino en todo el país. Después de unos talleres de colectiva construcción musical, plasmaron las letras en clave de construcción de paz y una vida libre de violencias para las mujeres.

Cuando Martha no está participando en Empoderarte, atendiendo reuniones o generando acciones de movilización en las calles, está en su casa, en frente de su computador, diagramando el primer periódico feminista de esa región. Se llama Mujeres a la Par y es una apuesta comunicativa alternativa en la que escriben mujeres de varias partes del país. El periódico se distribuye en los 13 municipios que componen el Norte del Cauca, tiene dos ediciones anuales y es otra manera de resistir a las narrativas patriarcales. Es un espacio en el que se ponen a dialogar temas de interés para las mujeres, discutidos por y para mujeres.

Liderazgo y feminismo

El asesinato de las personas lideresas sociales y de sus familiares en los cascos urbanos y rurales en el Norte del Cauca, la sucesiva corrupción de los gobiernos y la presencia de grupos armados al margen de la Ley en los territorios, siguen siendo noticia en el departamento. Pero esto no impide que las mujeres estén organizadas y quieran participar activamente de los escenarios de poder.

La Martha de hoy: una mujer empoderada, fuerte, resiliente y abanderada de sus derechos y las demás, un día también fue niña. Esa niña fue criada por Luis Carlos Flor y María Dilma Dagua. Sentados bajo un árbol en Santander de Quilichao, en la casa en la que ya llevan 18 años, cuentan que Martha siempre ha sido una mujer dedicada y juiciosa. “Soy la dichosa y orgullosa madre de Martha”, dice su mamá, quien después menciona que “siempre le he admirado la personalidad, quisiera haberla tenido yo”.

La casa queda a las afueras de Santander de Quilichao, es una casa rural de tres habitaciones, una cocina con una estufa de leña afuera y un patio trasero que luego lleva a un terreno donde el papá de Martha cultiva aguacate, plátano, naranja, cacao, fríjol, maíz y yuca. Allí se asentaron hasta hoy, luego de desplazarse por varios municipios del Cauca junto a su hija; de allí que Martha diga que no siente que sea de algún lugar, a pesar de que lleva gran parte de su vida en ese municipio.

Sus padres concuerdan al decir que Martha siempre fue una niña muy independiente y entregada a sus responsabilidades. Su mamá cuenta que su orgullo era ir a las reuniones del colegio, porque siempre le hablaban bellezas de ella y le decían que era la mejor. “Yo recuerdo a mi hija con mucho cariño, ella siempre ha sido muy centrada para salir adelante en la vida”, dice su papá, quien instruyó a Martha en la apicultura. Desde muy joven, Luis Carlos encontró el gusto por la conservación y aprovechamiento de las abejas, luego ese saber lo transmitió a Martha desde pequeña.

“Todos los días le doy gracias a Dios por la hija que nos dio, ella todo lo que se proponga lo va a lograr”, dice su padre, mientras su madre asiente a su lado. “Ella siempre va con ese amor a todas partes, al municipio al que tenga que ir, sin ponerse a pensar en el orden público, sino que cumple sus objetivos, es muy entregada y dada a servir”, concluyen.

También mencionan que un apoyo fundamental para Martha en la construcción de una familia y en la consolidación de su liderazgo ha sido Jaime Soto, escritor, periodista, historiador y compañero de vida de Martha. Se conocieron en Caloto, cuando Jaime hacía un viaje de trabajo, se hicieron amigos y luego surgió una relación llena de amor y respeto mutuo. Viven en un acogedor apartamento en el casco urbano del municipio, junto a José Miguel, su hijo, a quien Martha tuvo a sus 14 años.

El patio trasero de la casa en la que viven es un lugar que exhala paz y tranquilidad. Junto al lavadero, hay una gran cantidad de plantas de todos los tipos, incluso, en el piso se pueden ver materas con plantas acuáticas, que se reproducen rápidamente. En una esquina, está una que su abuelo llamaba “fresquita”, usada para preparar remedios y para calmar y controlar el ambiente cuando la energía se torna pesada. Martha la considera una de sus plantas favoritas, le recuerda que todo tiene un poder y una historia, incluidas sus plantas. Junto a esa planta, sentado en una silla, se encuentra su hijo, tiene la piel morena, ojos cafés oscuros, el cabello negro y un característico lunar al lado izquierdo de sus labios.

Con timidez y un tono de voz bajo, José Miguel habla de su mamá como su mejor amiga. Cuenta que con ella puede hablar de cualquier tema en cualquier momento y que es alguien que lo apoya, lo escucha y le muestra el camino que debería tomar en la vida. Además, cuenta que Martha es una mujer fuerte, con carácter y perseverante. También se ríe un poco al darse cuenta de que ha naturalizado en su vida el feminismo, por acompañar a su mamá en sus luchas, y que a veces no concibe que haya mujeres que no son feministas.

El conjunto en el que viven está delimitado por una reja que se abre con un chip. Al pasarla, el camino de ladrillos lleva a un corredor lleno de plantas y arbustos, por allí se pasean en las tardes Petrosky y Violeta, dos gatos que tienen en casa y que ambientan la vida en el hogar de Martha, Jaime y José Miguel. Luego, en el camino, se encuentra un árbol grande, en la mitad de las casas. Bajo ese árbol, Jaime cuenta que Martha y sus amigas fueron muy valientes por haber empezado su trabajo de liderazgo en una época en la que el paramilitarismo hacía una fuerte presencia en el territorio.

“Empezar sus luchas justo en ese momento fue un acto heroico, a esas mujeres hay que reconocerles esa valentía”, dice Jaime. También cuenta que un gran logro de Martha ha sido dar a conocer en el Norte del Cauca que las mujeres tienen derechos, además “que, en una sociedad tan mojigata como esta: la caucana, no son simplemente las señoras de la casa y las que crían los hijos; ellas rompen ese paradigma de la mujer casera y esclava”, dice.

Jaime se goza al decir que acompaña a su compañera en sus luchas y en las actividades en las que puede estar, a las movilizaciones lleva sus carteles y toma fotos de Martha y sus amigas incidiendo en las calles, en las pintadas de murales en el municipio y en los encuentros públicos de mujeres. “Ella no tiene horario, es simplemente trabajar por los derechos de las mujeres y andar para adelante”, concluye.

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Martha Lucia Flor Dagua siempre está en movimiento. Desde su convicción de mujer feminista, articula diferentes procesos organizaticos que defienden los derechos humanos y el liderazgo de las mujeres nortecaucanas.

En el carro rojo que conduce su amiga Dielina, Martha y su papá se dirigen a una zona rural, un poco más allá de la casa de sus papás. Al llegar y bajarse del carro, caminan más adentro, en un bosque loteado. El último lote le pertenece a Martha. Al entrar, hay una pequeña cabañita pintada de amarillo, en la que hay diferentes trastos y materiales dentro. Más allá, hay unos 10 metros cuadrados de tierra preparados para sembrar y, luego, avanzando con la tierra en bajada, se escucha el majestuoso sonido del río, pasa justo por el límite del lote. A la orilla hay árboles y enredaderas que hacen del lugar un pequeño bosque que Martha planea dejar intacto toda la vida.

Además, allí, en ese espacio, espera poder construir un chalet, en el que pueda descansar y alejarse del trajín urbano. Martha sonríe y expresa con voz de ilusión que en este momento de su vida está trabajando por alcanzar una independencia económica que le permita seguir ejerciendo su liderazgo sin importar la falta de dinero. Quiere conocer su país y viajar por los lugares hermosos que tiene su tierra. Estando sentada en el lote junto a su papá, también cuenta que quiere pasar sus últimos años ahí, acogida por la naturaleza y por la Madre Tierra que tanto respeta, tranquila y alejada de “la Colombia apocalíptica”.

Aún teniendo sueños propios como cualquier mujer colombiana, Martha ha decidido incluir en su proyecto de vida ese sueño colectivo de las mujeres nortecaucanas. Aspira a consolidar un semillero feminista para mujeres en su región y seguir forjando liderazgos de mujeres feministas en las futuras generaciones.

A pesar de ser alguien que inició su vida como una mujer común y corriente, y que parecía que tendría una vida de casada con un hombre mayor y dedicada a las labores del hogar y la finca, Martha entendió que su destino no era precisamente el de una mujer “del común”, como ella lo plantea. En cambio, tomó la decisión de arriesgar su vida, su tiempo, su espacio y su familia con el objetivo de trabajar por los derechos de las mujeres en el Norte del Cauca, una lucha que ha hecho eco en todo el país y que hoy se levanta con tesón para conquistar zonas urbanas y rurales en la Colombia que aún le sigue encarcelando los sueños a muchas mujeres.

Martha ha ganado un reconocimiento invaluable gracias a su labor en la región. Las comunidades siempre han agradecido su trabajo y el de las demás que están a su alrededor. Ellas son el reflejo de las miles de mujeres que hoy reviven y resisten en Colombia para transformar las realidades de todas. Con su voz cálida y pacífica, Martha habla de que se enorgullece de lo que ellas y sus amigas han logrado en la población nortecaucana.

No duda al hablar de que cada batalla la ha superado junto a sus compañeras de lucha y que cada una de ellas también brilla en el reflejo de su propia vida. “He contado con la suerte más grande del mundo y es que siempre las diosas me rodean de las mujeres más maravillosas, entonces es imposible no brillar cuando estás al pie de tantas estrellas”.

Créditos

  • Música video:
    La Diosa en Mí - Corporación Ensayos