A las 12:30 del mediodía, el sol y el calor en Arauca se vuelven casi insoportables. Bajo la sombra de lo que parece ser un parasol —un techo de lata sobre una pared de cemento color azul—, se divisan dos mujeres. La pared trae incrustadas unas placas plateadas que llevan diferentes nombres: “Cristobal Valero, Elida del Carmen Neme, Amancio Hernández, Tatiana Peña, Julio Castillo”. A lado y lado, columnas blancas sostienen la leyenda “en memoria de las víctimas”.
Una de las mujeres lleva su cabello castaño a medio recoger y trae un vestido escotado negro y una sonrisa. Su nombre es Sandra Sarmiento, quien explica que las placas llevan los nombres de 102 víctimas de asesinato y desaparición forzada, durante el conflicto armado, en el municipio de Puerto Rondón, departamento de Arauca. A su lado se encuentra una de sus mejores amigas, Nini Cardozo, coordinadora departamental de la Mesa de Víctimas de Arauca. Sandra habla de Nini como un “ejemplo a seguir, un apoyo incondicional, una mujer berraca y emprendedora”. Tras un rato de estar hablando, a Sandra se le quebranta la voz. “Ella siempre se motiva para que nosotras sigamos adelante, aquí en el territorio la admiramos mucho por ser una mujer guerrera y que no tiene horario”, dice.
Al ver los ojos aguados de Sandra, Nini se acerca y le da un abrazo, un abrazo que deja en el aire un ambiente de sororidad, de esperanza y de resiliencia. Ambas son víctimas del conflicto armado, se han apoyado la una a la otra desde que se encontraron en la conformación de la Asamblea Departamental de Víctimas. Juntas llegaron a trabajar por las víctimas desde las altas instancias. Sandra es el referente municipal de víctimas de Puerto Rondón y es la que le da a Nini conocer la información del municipio al respecto cuando ella no está.
Cuando no está allí, Nini Cardozo está en alguno de los otros siete municipios que tiene el departamento de Arauca. Su cargo de coordinadora departamental de víctimas le exige visitar cada uno de estos territorios para gestionar ayudas, talleres y proyectos productivos que mejoren la calidad de vida de las víctimas del conflicto.
Para hablar de la vida de Nini, se debe empezar diciendo que ella “vive en una camioneta”. “Yo cargo mi maleta aquí adentro, porque aquí vivo, prácticamente, aquí incluso invito a personas a tener reuniones”. Ese vehículo se lo asignó la Unidad Nacional de Protección en 2018 para poder seguir ejerciendo sus labores como lideresa. Nini tenía un nivel de riesgo alto debido a las constantes amenazas y persecuciones que sufría por su liderazgo como mujer en el departamento. A parte de ser coordinadora departamental, Nini pertenece al Comité Ejecutivo de la Mesa Nacional de Víctimas, es coordinadora del Eje Temático de Desplazamiento Forzado y es la presidenta del Consejo Departamental de Paz.
Estando en Tame, a punto de ir hacia el municipio de Arauca, Nini habla con voz desgastada pero resonante. “Vengo de hacer viaje por tierra desde Cartagena, de estar en reunión con la Mesa Nacional de Víctimas y no he parado”, dice sentada en el asiento trasero de su camioneta. Tiene el cabello castaño oscuro con destellos rubios, tez morena y ojos cafés oscuros. Cada vez que habla, sus manos gesticulan con su narración y su tono de voz envuelve el ambiente. En los asientos delanteros van dos de sus cuatro escoltas. El que va en el asiento del copiloto escucha lo que dice y mira a los lados cada tanto, evaluando la situación de riesgo a lo largo del trayecto.
“Pare, pare aquí, que quiero tomarme un jugo de borojó”, dice Nini, “es que necesito energía porque no he dormido y no voy a poder dormir hasta dentro de unas horas más”. Para no exponer la seguridad de Nini, el escolta copiloto se baja y le compra el jugo. En cuestión de 3 minutos, se acomodan nuevamente dentro del carro y retoman el trayecto. Antes de llegar a su destino final, paran en por lo menos dos o tres lugares más. Nini visita a diferentes víctimas, líderes y lideresas en algunos pueblos, pregunta por los avances de los proyectos que ha ayudado a gestionar para ellos y ellas, les cuenta algunas cosas, se sube en el carro y retoma nuevamente su recorrido. “Vamos que hay mucho por hacer”, dice Nini, como si acabara de comenzar el día.
Nini, dentro del carro, cuenta que justo ese día había recibido la noticia de que había bombardeos en un municipio venezolano limítrofe con el departamento, La Victoria. Este queda justo en frente del municipio araucano de Arauquita. Las Fuerzas Armadas de Venezuela, presuntamente, estaban atacando a un grupo residual de las FARC ubicadas en ese Estado venezolano, Apure.
En esta ocasión, en cuestión de una semana, Nini necesita recorrer tres municipios del departamento: Arauca, Puerto Rondón y Tame. Hace balances sobre algunos proyectos productivos y visita a varias de sus amigas, lideresas que Nini ha ayudado a formar, que ha empoderado motivándolas a conocer sus derechos, junto a las que ha labrado el camino de una lucha que sigue sin ser fácil: ser mujeres lideresas en ese departamento llanero.
Nini es una araucana berraca, criada en el campo con la entereza de aquellas mujeres que lideran cualquier espacio al que llegan. Desde pequeña supo que su misión en la vida era luchar por los derechos de todas las personas, cada suceso de su vida le fue labrando el camino para ello.
Para llegar a Arauca desde Tame, hay que recorrer tres horas por la vía Tame - Cravo Norte. A la izquierda del camino, al principio del recorrido, se pueden ver los picos con hielo y nieve del Parque Nacional Natural El Cocuy. El Parque es una extensa zona montañosa, de aproximadamente 25 kilómetros de largo por 4 de ancho, tiene páramo, bosque andino y selva, con diferentes y abundantes especies de flora y fauna. A lado y lado de la carretera, se puede ver la extensa llanura, de color terroso en marzo por la sequedad del verano. “Cuando están épocas de más lluvias, esto se ve mucho más precioso, veeerde, muy hermoso”, dice Nini mientras mira el panorama.
La entrada al municipio de Arauca, la capital del departamento con el que comparte nombre, está anunciada por un letrero que reza “Bienvenidos a Arauca”. Más adelante está el Monumento al Coleo (es un 'deporte' llanero conformado por 'una trilogía de jinete, caballo y toro. El objetivo del jinete consiste en derribar por el suelo al toro jalándole por la cola', según la página oficial del turismo en Villavicencio) y, luego, a la derecha, se ve la sede de la Universidad Cooperativa de Colombia, la única con programas presenciales en el departamento. Arauca municipio está ubicado al norte del departamento, donde la línea fronteriza con Venezuela son unos escasos metros que, a esa altura, mide el río Arauca, uno de los más típicos ríos llaneros. Sobre el río se puede ver el Puente Internacional José Antonio Páez.
En esta misma frontera, unos kilómetros río arriba, fue donde ocurrieron los enfrentamientos que le habían notificado a Nini, ya para ese entonces noticia en los medios regionales y nacionales. Nini había recibido informes de que habían muchas familias desplazadas, venezolanas y colombianas, que estaban tratando de resguardarse de los ataques violentos entre el Ejército venezolano y las guerrillas disidentes de las Farc.
La situación se estaba saliendo de control, tanto que unos días después, el gobernador pidió que se declarara la calamidad pública por la situación humanitaria en la región. “Están quemando y saqueando sus viviendas, es una situación de crisis humanitaria sin precedentes aquí en el departamento”, declaró el funcionario.
El calor llanero se siente contundente al abandonar el aire acondicionado de la camioneta. En las casas de un barrio popular del municipio, se cuelan, a todo volumen, las arpas, los cuatros y las maracas de la música llanera. Nini baja de la camioneta, entra a una casa grande, con garaje, y saluda con un gran abrazo a María Castillo, coordinadora municipal de víctimas de Arauca. También saluda a unas cuantas personas dispuestas en sillas dentro del garaje, representantes de los diferentes grupos de víctimas existentes en el municipio.
Todas las personas allí presentes hablan con seguridad de los aportes de Nini a la lucha por las víctimas de Arauca. Por medio del empoderamiento que ella ha aportado al liderazgo de María, por ejemplo, las personas víctimas del municipio de Arauca han podido agruparse y reclamar sus derechos. “Necesitamos relevos generacionales”, dice María antes de presentar a Stiven y Jimena, quienes trabajan desde el grupo de jóvenes Semilleros de Paz. Ambos sonríen mientras hablan de María y Nini como apoyos fundamentales para el empoderamiento de las comunidades en temas de construcción de paz, convivencia y liderazgo.
Luego de hablar con María y los demás representantes de víctimas del municipio, un ritmo llanero se apodera de la calle. En frente de la casa, el grupo de danza Añoranzas del Joropo, conformado por niños, niñas y jóvenes del municipio, baila al compás de este ritmo típico. El grupo es producto de un trabajo, desde la cultura y el arte, por las víctimas del municipio y el departamento. Con trajes autóctonos, sombreros y alpargatas, sacuden el suelo al son de la música. El zapateo del grupo está rítmicamente sincronizado y se escucha imponente, tan imponente como Nini hablando después de aquel baile. Coge con sus dos manos el chaleco que lleva puesto y habla de lo orgullosa que está del trabajo del grupo de danza y del folclor de su región llanera.
Este chaleco es uno de los objetos fundamentales en su trabajo, Nini nunca sale a la calle sin tenerlo puesto. Tiene bastantes bolsillos y a su lado izquierdo lleva la inscripción que la acredita como parte de la Mesa Departamental de Víctimas. El chaleco azul nunca antes había sido portado por mujeres hasta que Nini se sumó a la lucha de las víctimas en el país. “Antes en los municipios, nunca hubo una mujer coordinando una Mesa Municipal de Víctimas, ahora ya vemos que de los 7 municipios de Arauca, 6 están coordinados en sus mesas por mujeres”, señala Nini con una sonrisa orgullosa en su rostro.
Su llegada a la Mesa Departamental de Víctimas, sin embargo, tiene un origen doloroso. Con la arremetida paramilitar que sufrió el país a partir del año 1997, Arauca, desde el nuevo milenio, fue epicentro de múltiples masacres perpetradas en el marco del conflicto armado, en su mayoría por grupos paramilitares. El 9 de marzo de 2004, fue asesinado el padre de Nini, Tiberio Cardozo, junto con 4 campesinos más.
Su padre fue asesinado y presentado como integrante de una cuadrilla insurgente. Nini y su familia negaron contundentemente hasta haberse reconocido legalmente que se trató de una ejecución extrajudicial. Un ‘falso positivo’. En el tribunal de Justicia y Paz, el entonces comandante del Bloque Vencedores, Miguel Ángles Mejía Munera, reconoció que eran campesinos, pero que debían dar resultados y que sus informantes supuestamente habían asegurado que las víctimas eran insurgentes.
Las víctimas del país, en ese entonces, estaban luchando por el reconocimiento jurídico de los diferentes hechos victimizantes en el marco del conflicto armado, pues el único reconocido legalmente era el de desplazamiento forzado, mediante la Ley 387. Solo hasta 2011, esto fue posible, con la creación de la Ley 1448, también llamada Ley de Víctimas.
Con esta nueva legislación, Nini, en calidad de víctima, se unió a la recién creada Mesa Municipal de Participación de Víctimas de Arauca, donde comenzó una lucha por la verdad del asesinato de su padre. “Necesitaba sanar una herida y era que se dijera la verdad, que mi papá no era ningún bandido, no hacía parte de ningún actor armado al margen de la Ley. Para mí lo más sagrado era la verdad y que se conociera públicamente, era como una dignificación a mi familia, a mí misma y al nombre de mi papá”, cuenta Nini.
Desde esa Mesa, en 2011, y estudiando ‘de la A a la Z’ la Ley de Víctimas, fue que Nini consiguió llegar a la coordinación departamental de la Mesa de Víctimas de Arauca. Y luego de dos períodos de estar allí, en las elecciones del 2019, logró llegar al Comité Ejecutivo de la Mesa Nacional de Víctimas. Actualmente, Nini mantiene ese cargo y desde la Mesa Departamental de Víctimas, gestiona proyectos productivos para las personas víctimas en Arauca.
Su nivel de representación ha escalado paulatinamente en el departamento, no solo por los derechos de las víctimas, sino también por los de las mujeres. En medio de un auditorio a medio llenar, Nini se levanta y habla contundentemente frente al Defensor del Pueblo, quien en marzo de este año se trasladó hasta el departamento para escuchar a líderes y lideresas sobre la crítica situación que atraviesan allí.
Su voz y sus reclamaciones inundan el auditorio y generan gestos de convicción y aprobación dentro de sus mismos compañeros y compañeras allí presentes. Una de ellas, además de su amiga, es Mónica Colina, quien la define como una mujer resiliente, resistente y luchadora por la visibilidad de las mujeres rurales en el departamento.
“Las instituciones tienen una credibilidad tan grande en el trabajo de Nini que eso le ha significado no solamente la posición de ella, sino también el respeto de un trabajo colectivo de las mujeres en el departamento de Arauca”, afirma Mónica. “Ella todos los días construye liderazgos en el territorio, hoy veo mujeres empoderadas gracias al acompañamiento y apoyo que han sentido en Nini”, complementa.
Hasta ese momento pareciera que Nini ha hecho suficientes cosas como para terminar el día. Sin embargo, coge su bolso, se monta en su camioneta y emprende un recorrido a un hotel en el municipio de Arauca, donde pasará la noche. El día, sin embargo, no ha acabado. Antes de acostarse a dormir, Nini saca su computador, hace unos cuantos clics y se conecta a sus clases. Desde hace un semestre, estudia derecho en la Universidad Cooperativa de Colombia. Para ella no ha sido fácil, trabajar en el día y estudiar en la noche, pero no desiste de la oportunidad de obtener un título profesional.
Con su estudio culminado, Nini hace unas cuantas diligencias más, atiende llamadas, soluciona problemas y con los ojos pequeños y agotados, se acuesta a dormir. Sus días terminan más a menos a medianoche. “No sé cómo hago tantas cosas, tengo mucho por hacer, yo me duermo porque los párpados me empiezan a pesar, pero si fuera por mi trabajo, yo no dormiría”, dice.
Siendo un nuevo día, Nini se levanta muy temprano en la mañana. Tiene que asistir a las sesiones virtuales de la Mesa Nacional de Víctimas. Se conecta por el computador mientras termina de arreglarse. Al terminar la reunión, vuelve a alistar su maleta, desayuna rápidamente y se monta nuevamente en la camioneta, esta vez con rumbo al municipio de Puerto Rondón.
La llegada a Puerto Rondón por la carretera está rodeada de un típico paisaje de la región, los arucos, con plumaje negro y blanco, van y vienen, volando entre las ramas de los árboles que se ven en mitad de las grandes llanuras. La vía de cemento está delimitada por grandes árboles flor amarillo y flor morado. Las flores que caen van creando una especie de alfombra de los mismos colores que adorna el camino.
El municipio queda al sur del departamento, colindando con Hato Corozal, municipio del Casanare; el límite es totalmente navegable. Enfrente del parque central de Puerto Rondón, se puede ver claramente el río Casanare, la frontera.
“Arauca es la tierra de las maravillas”, dice Nini, pues, para ella, en el departamento han sucedido las cosas más insólitas, desde monumentos que desaparecen en una noche, hasta casos de corrupción que recorren el país y generan indignación nacional. Esto es Arauca, tierra de luchas olvidadas.
Nini llega a la biblioteca municipal de Puerto Rondón. Un antejardín con bancas y pequeños árboles antecede la edificación. Adentro, hay unos escritorios pequeños y sencillos rodeados de varios estantes de libros. Allí se encuentra con Sandra, su buena amiga y coordinadora municipal de víctimas del municipio, se abrazan y conversan sobre los proyectos que en Puerto Rondón están llevando a cabo a favor de las víctimas.
Al hablar, Sandra junta ambas manos a la altura de la cintura y sonríe constantemente. Comenta que el liderazgo de Nini no solo ha tenido un impacto departamental, sino nacional, y resalta que la lucha que sostiene por las mujeres víctimas del conflicto armado es admirable. “No todo el mundo tiene ese empuje de pararse con pantalones firmes y decir ‘es que las cosas son así’ a los gobernantes del departamento”, dice.
En la biblioteca municipal, Nini asiste a una reunión que no estaba en su agenda del día. Sandra la había citado allí sin preguntarle, pero sabiendo que tendría la voluntad para asistir. “A mí me agendan sin que yo sepa ¿sí ve?”, dice Nini risueña mientras entra por la puerta de la biblioteca. Se sienta en un escritorio largo con varias sillas alrededor, coge un libro, lápiz y papel, y conversa con las personas presentes.
Delante de ella, en la mesa del escritorio, se encuentra otra de sus amigas de vieja data, Clara Moreno. Sentada en el antejardín de la biblioteca, Clara habla sobre su amiga de hace 10 años, Nini. “Se empoderó y hoy la considero una gran lideresa, es una persona con mucho reconocimiento a nivel departamental y nacional, porque siempre ha mostrado lo que es. Ha mostrado la necesidad de que las víctimas sean reconocidas y que se les brinde una reparación integral”, cuenta.
Después de la reunión, las personas salen a buscar dónde almorzar. Sandra ha preparado el almuerzo para Nini en su casa. Suben a la camioneta sin parar de charlar, riendo cada tanto, y emprenden el camino. Al llegar, cruzan la puerta de la casa, compuesta por tres habitaciones con un jardín trasero. Varias plantas las reciben al pasar hacia el jardín, que demarcan un sendero hasta llegar a la cocina. Sandra sirve la comida y la dispone en un comedor al aire libre.
Después de haber almorzado, Nini pide con entusiasmo a su escolta que conduzca hacia el malecón. Al llegar, camina en busca de una canoa que pueda pasearla a ella y a su amiga por el río Casanare. Finalmente, Nini sube a la embarcación junto a un escolta y su amiga Sandra.
El motor se enciende y a medida que avanza la canoa, lo único que se escucha, aparte del motor, es el sonido envolvente y acogedor del río. Un momento de pausa para quienes viajan allí. Las aves jibarú, de plumas blancas, cuello rojo y cabeza negra, se ven posando en algunos troncos y pequeñas playas en la ribera. Corrientes van y vienen mientras que Nini y Sandra gozan del paseo hablando de sus vidas y de las gestiones de la mesa.
Después de una vuelta, vuelven al malecón y al pisar tierra, Nini continúa hablando del municipio y de asuntos pendientes con su amiga y compañera de trabajo. La tarde cae y ellas, sentadas en una banca del sendero al borde del río, terminan la charla para volver a la casa de Sandra y pasar allí la noche.
Nini se ha encargado de empoderar a las mujeres de su departamento. Desde proyectos productivos hasta una mano amiga, ella ha labrado un camino en el que la sororidad y el talante de la mujer llanera se han hecho sentir. Estas son las historias de aquellas mujeres que construyen paz en el territorio.
Un resplandeciente amanecer llanero anuncia el nuevo día. En el pueblo, las personas salen a hacer diligencias y se escuchan ruidos de motos combinados con una melodía al son de música llanera. Nini sube de nuevo a su camioneta y pide a los escoltas que conduzcan rumbo al centro poblado Puerto Jordán, a 125 km del casco urbano de Puerto Rondón.
Al llegar allí, Nini entra a una casa al borde de la vía, en la que saluda a dos mujeres, lideresas y amigas: Patricia Moreno, lideresa representativa del pueblo, y Nora Roa, presidenta de una de las Juntas de Acción Comunal de Puerto Jordán. Después de suspirar, Nora cuenta lo que sintió cuando Patricia le contó que Nini iría a visitarlas. “Eso fue como tomarme una bomba de ánimo, me siento otra vez como con fuerzas y ánimos de seguir luchando, porque aquí en las Juntas de Acción Comunal hay mucho machismo”, dice.
Sentadas junto a Nini, las dos lideresas cuentan sobre el empoderamiento de sus liderazgos por medio de las enseñanzas que han provenido de ella. “Siempre saca así sea un momento para contestar, para orientarnos, siempre ha habido una sororidad marcada entre nosotras”, cuenta Patricia refiriéndose al trabajo de Nini con las lideresas del departamento. Además, cuentan cómo han gestionado proyectos importantes para la región, como una vía importante para Puerto Jordán; la pavimentación de 19 kilómetros de la vía al Antiguo Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) del centro poblado, un espacio para la reincorporación colectiva de personas firmantes del Acuerdo de Paz, y una despensa agrícola que permite el paso de carros pesados.
“Cuando una mujer se para y dice ‘yo estoy gestionando ese proyecto’, menos le creen, yo sé que la gente se burla porque es una mujer la que está liderando”, dice Patricia. Acto seguido, habla de que, pese a eso, fue testigo de la gestión de Nini para cierto proyecto, a pesar de los comentarios machistas de la comunidad.
En representación de la Mesa Municipal de Víctimas, Nini, Sandra y Nora participaron en una sesión ante el Ministerio del Interior junto a la Unidad de Víctimas. La ponencia pretendía sustentar la intención del centro poblado de Puerto Jordán de convertirse en el octavo municipio de Arauca. Desde hace un tiempo, las Juntas de Acción Comunal trabajan por tener una autonomía municipal que les permita autogestionar proyectos para su territorio, y no depender de las administraciones de Arauquita ni de Tame.
Al terminar de conversar, Nini se despide de sus amigas con un abrazo y sube de nuevo en su camioneta. Esta vez, el camino se marca hacia la vereda Vista Hermosa, del municipio de Arauquita, más o menos a una hora de recorrido. Allí, en una casa roja al borde de la carretera, la espera sentada la señora Magdalena Martínez, de cabello castaño, piel trigueña y ojos cafés oscuros. Con indignación, Magdalena cuenta que las compañías petroleras en el municipio han tenido conflictos con la comunidad, por la contaminación del agua y la precarización del ecosistema a raíz de la actividad extractivista.
“Con toda esa situación, Nini nos ha ayudado mucho, es una lideresa y apoyo para nosotros, ella ha estado en las buenas y en las malas con nosotros”, cuenta Magdalena. A su lado, Nini cuenta que las compañías petroleras han llegado a intimidar a la comunidad en cabeza de doña Magdalena, con amenaza de judicialización por reclamar el cumplimiento de la responsabilidad social y ambiental de la compañía.
“¿No quiere un tintico o un jugo?”, dice doña Magdalena dirigiéndose a Nini al terminar de hablar. Ella, con una tierna sonrisa en su rostro, le agradece y responde que no, que el camino es largo. Se despide y sube, una vez más, a la camioneta, esta vez va rumbo a la vereda Rincón Hondo, del municipio de Tame, a dos horas de recorrido. Allí se encuentra con Gloria Robledo, lideresa e integrante de las mesas municipal y departamental de víctimas.
La saluda animosa y acepta la invitación de sentarse en una silla en la entrada de la casa. Al frente, se encuentra un kiosco donde se hacen reuniones familiares y capacitaciones y, más allá, se ve una huerta urbana con diferentes plantas aromáticas y ornamentales. Siguiendo hacia la derecha, la finca tiene una cerca que encierra una buena cantidad de cerdos y, luego, se puede ver cómo se asoma entre el paisaje una caseta de donde salen pollos y gallinas.
Todo lo que está enfrente de ellas, expone Gloria, es producto del apoyo de Nini para con ella, víctima del conflicto armado que logró tener el comercio de cerdos gracias a las gestiones de proyectos productivos para víctimas desde la Mesa Municipal. Además de esto, Gloria es apicultora y ha venido perfeccionando su técnica en extracción de miel con los panales de abejas que tiene a unos kilómetros de su casa. Con alegría, le brinda a Nini un plato con queso doble crema y miel caliente que cosechó de sus propios panales.
“¡Esto está delicioso!”, exclama Nini al probar el postre. El orgullo es evidente en su cara, al ver los resultados de su esfuerzo como lideresa en la región. “Para mí lo sagrado son todas las víctimas del conflicto armado, pero una connotación especial la tienen las mujeres campesinas, que se paran desde las 2 o 3 de la mañana y se acuestan a las 11 de la noche”, dice Nini de pie junto a Gloria, mientras gesticula con las manos señalándola en son de respeto.
Nini asegura que las amigas a las que ha visitado en este viaje son un pequeño porcentaje de las lideresas que la han acompañado en la lucha colectiva por los derechos de las mujeres y las víctimas del conflicto armado en el departamento. Todas ellas han representado el movimiento que mujeres como Nini han encabezado, en un departamento que sigue prácticamente gobernado por hombres. Todas ellas se han vuelto semillas que Nini poco a poco ha ido cuidando y regando, en un terreno árido en el que aún, el solo hecho de ser mujer representa un acto de resistencia.
El liderazgo que ha abanderado Nini ha sido objeto de agresiones y persecución. La han agredido verbal, psicológica y físicamente. “Pero he sacado fuerzas y agallas, ¿de dónde?, no sé dónde las tengo. Me he parado en la raya, si me alzan la voz pues más la alzo. Si a mí me tratan mal, pues no trato mal, pero sí alzo la voz y hablo en defensa de mi género y en defensa mía”. Oriunda de Tame, se caracteriza por ser una persona que habla sin escrúpulos y con franqueza. Todo esto por reclamar los derechos que le pertenecen a su comunidad y sus compañeras.
El hecho de ayudar, servir y trabajar por la comunidad del departamento de Arauca es inherente del diario vivir de una lideresa social y política como Nini Cardozo. “Al principio fue complicado, mis hijos estaban acostumbrados a que como mamá estaba todo el tiempo con ellos, me tocó empezar una sensibilización, empezaron a darse cuenta de que mi felicidad depende del trabajo que yo ejercía con la comunidad”, cuenta.
Y es que detrás de la mujer trabajadora, berraca y echada pa’ delante, como muchas la describieron conversando con ella, hay una madre, una hermana y una abuela que enternece su corazón cuando ve a su única nieta, Sofía. En los brazos de Nini, la pequeña Sofía sonríe y se goza del amor que ella le da, la estruja tiernamente y le brinda besos en los cachetes. Se ríen juntas. “Mis hijos y mi nieta son mi debilidad emocional, mis hijas son la razón de ser de mi trabajo por las mujeres”, dice Nini.
“Para mí, mi mamá es como la Mujer Maravilla”, dice Lorena, una de sus hijas, sentada en una banca dentro de la casa al lado de su mamá. Tiene cabello castaño oscuro y unos ojos almendrados parecidos a los de Nini. Sonríe nerviosamente y cuenta cómo les ha enseñado que por encima de todo hay que cumplir sus sueños y que “debemos amarnos y querernos como mujeres, porque valemos mucho”.
Al lado de Lorena, su hermana Thalía, con una sonrisa firme refuerza sus palabras y dice que Nini “por encima de todo, de su trabajo, de todas sus cosas, saca su tiempo y nos pregunta cómo estamos, ella ayuda siempre por encima de todo a quien lo necesite, ella es mi ejemplo a seguir”. Nini sonríe gratamente y se asombra con lo que dicen, “nunca las había escuchado hablar de mí”, comenta con brillo en sus ojos.
“Mi hija es una luchadora en esta región, pero a ella me le han tenido mucha envidia, mucha rabia, porque ella pelea y lucha por lo que ve que sirve aquí, me la han querido matar, me le han hecho mucho daño y no me la dejan tranquila”, comenta la mamá de Nini, Diosaluna Dueñas, cuya voz se torna triste al hablar. Un tono de orgullo, sin embargo, se apodera de su voz cuando cuenta cómo veía que desde niña Nini Johanna tenía una vocación por el liderazgo y la lucha comunitaria. “Ella me decía que hiciera pan y chocolate porque iba a compartir con sus amigos en reunión y toda la vida le ha gustado ver que la gente esté bien, que estén trabajando”. Con sus grandes gestos, su mamá gesticula expresando el gran orgullo que siente por el liderazgo que abandera su hija en la región. Nini, en frente de su mamá, sonríe nostálgica al escucharla hablar.
La pequeña Nini campesina, que le pedía a su mamá comida para sus reuniones con niños y niñas de la comunidad, pronto, en la juventud, se unió a la organización de jóvenes presente en el territorio, Juventud Campesina (JUCAM). Con esa organización, empezaron a exigir colegios rurales en comunidades como en las que ella vivía. En 2007 llegó a ser presidenta de la Junta de Acción Comunal de la vereda Botalón. Abanderada de una lucha como mujer y para las mujeres, se fue haciendo un lugar en los espacios de toma de decisiones, hasta llegar a instancias como en las que hoy participa.
Nini sueña a diario, tiene anhelos en cuanto a su lucha, su liderazgo y el futuro del país. Quiere seguir trabajando a nivel nacional por todas las mujeres campesinas y víctimas del conflicto armado. “Quiero ver esa mujer campesina, esas jóvenes campesinas arriba, allá. O sea, que se coman el país, que se coman su tierra, que sean así como yo, que no sientan miedo de nada, que realmente no sea complejo comparar la mujer rural con la urbana”, comenta Nini mientras mueve ampliamente sus manos.
Como una voz de esperanza, Nini emite un llamado a las jóvenes. Su entusiasmo lo ha puesto en la nueva generación a la que ella le ha labrado el camino: “sueño con un país gobernado y gestionado por mujeres”. Su voz se torna contundente al hablar del empoderamiento político de las mujeres en Colombia, que considera necesario. Nini asegura que seguirá trabajando hasta el cansancio, para que esas semillas que entre todas han cultivado sean cosechadas por las que hoy nacen, para que continúen el legado.
Producción Musical y grabación:
Edgar Ariza Saray
Música y Arpa:
Camilo Guerrero
Producción General:
ValenGer Producciones