A quince minutos de la frontera colombo-ecuatoriana, con una altura de 3.050 m.s.n.m., donde las nubes rozan los volcanes Cumbal y Chiles, existe otro volcán que empezó a despertar en los resguardos de Cumbal, Nariño: la lucha conjunta de las mujeres por reivindicar sus derechos.
En Panán, resguardo indígena del Pueblo de los Pastos y uno de los cuatro resguardos: Cumbal, Panán, Chiles y Mayasquer, del municipio de Cumbal, vive Zonia Puenayán, lideresa indígena campesina de la Mesa Municipal de Mujeres de Panán, geógrafa, secretaria del Concejo Municipal de Cumbal y Presidenta de la Asociación de Mujeres Emprendedoras del Resguardo de Panán. Zonia, como todas las mujeres de la Mesa, ha empezado un movimiento feminista que desafía las lógicas machistas de su tradición indígena y enfoca su trabajo en escuchar y ser la vocera de todas las mujeres en su territorio. Estas defensoras de la equidad de género han heredado el liderazgo de María Panana, cacica fundadora de su resguardo y guerrera ancestral, luchadora incansable por la defensa y la recuperación de las tierras indígenas que fueron hurtadas por terratenientes y hacendados españoles.
Frente a la casa del Cabildo en Panán, Zonia y las mujeres de la Mesa construyeron un mural con información sobre a quién acudir cuando experimentaran algún tipo de violencia de género. Terminar el mural les tomó tres días, debido a que muchas de ellas trabajan en el hogar o tienen otras responsabilidades. Entre risas nerviosas, manos creativas y una tarea conjunta, Zonia recuerda que empezaron a comadrear y a preguntarse:
—¿Qué dijo tu marido?
—No pues bravo, que para qué venía a perder el tiempo.
—¿Y el tuyo? No pues, también bravo, pero bueno, ya les ha de pasar, ya se han de haber ido (sic) donde la mamá, a echarle quejas o a que les cocinara.
Pese a las prácticas patriarcales que culturalmente han existido en el Pueblo de los Pastos, algunas mujeres de los resguardos de Cumbal trabajan diariamente para erradicar el machismo y, junto con los hombres, encontrar una equidad de derechos. Según Rosa Prado, coordinadora de la Mesa Municipal de Mujeres, concejala del municipio de Cumbal y exgobernadora del Resguardo de Chiles, “es importante que avancemos juntas para poder defender el espacio de la ley natural en la reciprocidad con nuestros hombres, trabajar en equilibrio hombre-mujer, hombre-naturaleza, mujer-naturaleza y así considerar que vamos en defensa de una familia que es nuestra Madre Tierra, que nos da la vida”.
El liderazgo de Zonia, que cada día se consolida más en su territorio, inició desde que tenía diez años. Creció en el campo junto a sus papás y hermanos varones, bajo las tradicionales dinámicas de poder ejercidas por el hombre. Sin embargo, fue el ejemplo de resistencia de su madre Blanca Marina Irua, el cual le enseñó a ser la mujer quien es hoy: independiente y empoderada.
Blanca afirma que a pesar de no haber tenido una buena vida desde que se casó, nunca dejó de luchar por sacar a su familia adelante y lograr que sus hijos estudiaran una carrera profesional. “Mi esposo era egoísta, trabajaba pero no quería ayudarme para la alimentación de mis hijos o de lo que hiciera falta. Entonces empecé a trabajar y asistía a reuniones organizadas por ASAMIR (Asociación Agropecuaria Artesanal de Mujeres Indígenas del Resguardo de Panán), donde nos enseñaban actividades para el autosustento económico, como tejer artesanías o cultivar huertas caseras. Yo desde ahí comencé a pensar que nosotras también tenemos la forma de trabajar y de hacer algo para sobresalir con nuestros hijos y poder liberarse una como mujer”.
Blanca Marina Irua, madre de Zonia, tejiendo una mochila tradicional para su comercialización.
Foto: Samara Díaz.
Con 10 años de edad, Zonia empezó a acompañar a su madre a las reuniones de ASAMIR: “aunque mi papá no la apoyara, yo recuerdo tanto que para que ella pudiera salir, tenía que dejar hecho todo el oficio de la casa… Empezó a capacitarse, porque ese es el trabajo de ella, poder decirles a las mujeres, a las madres gestantes, todo sobre sus derechos, para empoderarlas, y yo andaba todo el tiempo con ella y eso me sirvió mucho para ser quien soy ahora”.
Además de trabajar con su madre en la casa y ayudar a cuidar a los animales, Zonia caminaba 2 kilómetros diarios por una trocha para ir a la escuela. Su participación y buen rendimiento la llevaron a postularse como personera en el colegio. “El profesor me decía que yo era participativa y motivaba a los demás, ahora es que me doy cuenta que eso era liderazgo, pero yo no lo identificaba así en ese tiempo”.
Pese a que siempre se interesó en la Sicología, Zonia obtuvo una beca para estudiar Geografía en la Universidad Nacional de Colombia, en la ciudad de Bogotá. Ella recuerda que tuvo muchos obstáculos, como pasar de vivir toda su vida en el campo a llegar a la feroz ciudad, lejos de su familia y actual pareja, Juan Carlos Nazate. “Cuando yo me fui a estudiar, pues me daba mucha tristeza dejarlo. Él no estudiaba en esa época, luego ya de verme terminar, él también se motivó a estudiar un técnico y así mantuvimos la relación por casi cuatro años, él en Cumbal y yo en Bogotá. Después iba de vacaciones a visitarme y cuando quedé embarazada, se vino a vivir conmigo y me apoyó”.
Según Zonia, a pesar de que a Juan Carlos le ha costado entender su lucha por los derechos de las mujeres, cada vez desafía menos sus decisiones: “Hay veces que me dice como ¿pero usted qué saca con eso?, ¿Por qué es que le gusta? Yo sé que le molesta, pero él sabe que me gusta, me conoció así, entonces como que hay veces que me pelea, pero ya después no me dice más nada”.
Varias mujeres son la inspiración de Zonia en su proceso como lideresa. Una de ellas es su madre Blanca, quien ha sido lideresa desde que Zonia era muy niña, gracias a este ejemplo Zonia entendió la importancia de luchar por la igualdad de género. Rosa lideresa reconocida en la comunidad indígena, también es un referente de empoderamiento para la protagonista de esta historia.
En el Resguardo de Panán, las imponentes montañas se esconden entre la neblina y la lluvia, y a tan sólo a diez kilómetros se encuentra el pueblo de Tufiño, en territorio ecuatoriano. Su cotidianidad la comparten con el país vecino y en ocasiones es muy difícil distinguir algunas prácticas culturales, debido a que el Pueblo de los Pastos se ubica en la franja transversal del sur de Colombia y el norte de Ecuador. Por ejemplo, en la casa de Blanca Marina, madre de Zonia, como en las demás veredas, la señal de televisión y radio ecuatoriana llega más rápido que muchos de los canales colombianos, razón por la cual los pobladores de este resguardo están mayormente informados de lo que ocurre en Ecuador.
La casa del Cabildo es el lugar en Panán para encontrarse, hablar y tomar decisiones sobre temas centrales para el buen vivir de la comunidad, así como también es el espacio donde sucede la juntanza de las lideresas de la Mesa Municipal de Mujeres de Panán, el otro volcán que despierta.
Antes de la pandemia, los encuentros eran más seguidos, pero durante el año 2020 y parte del 2021 fue casi imposible volverse a encontrar. Después de mucho tiempo, en un sábado lluvioso del mes de marzo, se reunieron. María Isabel Puenayán, médica ancestral de la comunidad, construyó un mandala con algunos frutos secos y flores de la tierra de Panán, como forma de agradecimiento a la Pachamama. Este ritual de iniciación permitió una conexión espiritual de todas las mujeres en el recinto, a través de su unión y sus símbolos. Allí, las nueve mujeres que asistieron se sentaron alrededor del mandala para dar inicio a los diálogos. Esta vez se hablaría de los derechos de la mujer, el trabajo armónico entre hombres y mujeres, y la importancia de la educación sobre la igualdad de género a sus hijos e hijas, como futuras generaciones.
Las mujeres de la Mesa Municipal se reunieron en el cabildo indígena de Panán después de mucho tiempo sin poderse encontrar. La reunión inició con un ritual de agradecimiento alrededor de un mandala con flores y frutos. Así se instaló una conversación sobre la incursión política de las mujeres en el gobierno indígena y la importancia de que la crianza de sus hijos esté basada en la igualdad.
La Mesa ha tenido dos momentos claves: su creación y su renovación.
Antes del 2016, ni en el municipio de Cumbal, ni en los resguardos de Panán, Chiles y Mayesquer, existía una organización consolidada para las mujeres en caso de ser vulnerados sus derechos. Además, algunas sentían que era necesario que existieran espacios de formación y reflexión, con el fin de acabar con las desigualdades entre hombres y mujeres que cotidianamente se presentan en su comunidad.
Bajo este panorama, cuatro lideresas indígenas del Resguardo de Cumbal presentaron ante el Concejo Municipal, una nueva política pública para la creación de instituciones centradas en la defensa de los derechos de las mujeres, resultado de un ejercicio académico del diplomado universitario “Equidad de género en época de conflicto y posconflicto”. Propusieron la creación de la Oficina de la Mujer, la Mesa Municipal de Mujeres, la Secretaría de la Mujer y la Escuela de Liderazgo. El 30 de noviembre de 2016, en una sola sesión, la Oficina de la Mujer fue aprobada ante el Concejo Municipal y se dio paso a la creación de la primera Mesa, conformada por 27 participantes.
La economista e integrante del Resguardo de Cumbal Alba Lucía Risueño fue una de cuatro mujeres precursoras de la Oficina de la Mujer, cuyo proceso habría tenido algunos retos. “En la primera Mesa, el trabajo fue más difícil porque nos tocaba concientizar y trabajar, a pesar de que ya habían mujeres que estaban en el cuento de la defensa de los derechos de las mujeres”, dice Alba Lucía.
Esta primera Mesa solo tuvo lugar en el municipio de Cumbal y, según Alba, las 27 mujeres no alcanzaban a representar la población total. Razón por la cual, en el año 2020 decidieron renovarla y expandir la participación en los resguardos.
A causa de la pandemia, las lideresas de la Mesa delegaron a los gobernadores de cada resguardo la tarea de escoger a las mujeres con mayores capacidades de liderazgo para integrar la Mesa en cada territorio. En total, hoy son 66 mujeres quienes integran esta organización.
En esta segunda fase, ellas han logrado mayor acogida por parte del Concejo del Cabildo y de la comunidad en general. “Yo creo que sí estamos ganando un poquito de ese reconocimiento. Antes no había participación en el Cabildo ni participación en los diferentes espacios, ahora sí. Estamos luchando, vamos en ese proceso”, afirma Leidy Muñoz, integrante de la Mesa de Mujeres de Panán. Las lideresas han recibido capacitaciones de organizaciones de cooperación internacional como ONU Mujeres, Hombres en Marcha, Unicef y Acnur. Y lograron cumplir el tercer objetivo inicial que era la creación de la Secretaría de la Mujer.
En el reencuentro de aquel sábado lluvioso solo pudieron llegar nueve mujeres, pero en realidad la Mesa de Panán está conformada por doce, quienes han emprendido diferentes procesos de liderazgo tanto en el resguardo como en el municipio. Zonia, junto con sus compañeras, han logrado abrir espacios significativos para intercambiar experiencias, exigir representación política y comunitaria, y ser capaces de transformar sus realidades y las de las demás.
“Antes era el miedo a tomar la palabra, a expresar mis sentimientos, ahora no. Ahora, yo sé que puedo hacer lo que me gusta sin que la sociedad me imponga un rol, solo por el hecho de ser mujer, como estar todo el tiempo en la casa cocinando y haciendo el oficio”, Leidy Muñoz, participante de la Mesa de Panán.
Zonia, además de las múltiples tareas que realiza en el hogar y en su trabajo, también dirige la Asociación de Emprendimiento que pertenece a la Mesa. Esta Asociación busca aportar a la independencia económica de las mujeres a través de la producción y comercialización de diferentes cultivos de pancoger y criaderos de cuyes, tipo de roedor presente en el territorio para consumo humano. Este es un punto central en el proceso de empoderamiento de las mujeres en Cumbal, porque, tal cual lo explica Zonia, muchas mujeres aún dependen económicamente de los hombres, lo que las deja en una condición de desigualdad frente a su pareja.
“Una vez me llamó mucho la atención que en el grupo una señora dijo que iba a vender un cuy, pero tenía que pedirle permiso al marido. Ella lo vendió y le dio la plata a él, esa situación no me gustó porque era el trabajo de ella, pero igual él lo administraba y en vez de gastarlo en la familia se iba a comprar chapil (una bebida alcohólica tradicional)”, recordó Zonia.
En aquella reunión, alrededor del mandala, las compañeras de Zonia reconocieron su compromiso y dedicación. Creen que ella es una fuente de motivación constante para construir una nueva forma de relacionarse con la comunidad y llegar a la armonía ideal entre hombre y mujer, tal cual perciben en su cosmovisión indígena al sol y la luna: los dos brillan con luz propia y tienen una función esencial en la naturaleza, ninguno es superior.
El profundo arraigo de las tradiciones patriarcales en el hogar es uno de los más grandes desafíos que las lideresas de esta comunidad deben lidiar. Para los habitantes de Cumbal, aún es difícil aceptar que el cuidado de los hijos, la alimentación y el oficio no son obligaciones exclusivas de la mujer. Zonia todavía cumple este papel en su casa y siente que si no lo hace, sus hijos podrían reclamarle. “Yo he dejado de estar con mis hijos y a veces siento que mi deber es acompañarlos y dejo de asistir a otras cosas que son importantes para mí, porque mi responsabilidad también es compartir con ellos”, cuenta con nostalgia.
Según comenta Zonia, Juan Carlos, su compañero, en algunas ocasiones no entiende sus motivaciones de lucha y le reclama por no compartir tiempo con su familia. A pesar de que se han presentado algunas discusiones, ella sigue asistiendo a las reuniones de la Mesa y trabajando por el bienestar de las mujeres en el municipio de Cumbal. Esta misma situación la viven la mayoría de lideresas del municipio.
“Para mí también fue muy difícil el poder ingresar a la Mesa Municipal de Mujeres, porque en la familia siempre ha habido ese machismo y en la sociedad también. Ha sido muy duro, pero pues, a pesar de las circunstancias, yo decía: ‘yo tengo que estar allá, yo quiero aprender, voy a ir así me digan lo que me digan’”, Alexanda Puetaté, integrante de la Mesa.
La lucha de las mujeres de la región por desarraigar la tradición ancestral del cuidado del hogar, exclusivo de ellas, es titánica. Zonia no es la excepción, ella debe encargarse de la alimentación, el cuidado de sus hijos y el orden de su casa. Compañeros como Carlos Cuenacán, concejal de Cumbal, consideran que su labor doméstica puede llevarle hasta más tiempo que el mismo trabajo en el Concejo: “Dentro de su hogar tiene las responsabilidades más grandes y si a eso le suma las distancias que debe recorrer para llegar desde su casa al concejo, poco tiempo le queda para otras actividades”.
Por otro lado, la presencia de grupos armados ilegales en la región ha sido un impedimento para que mujeres y hombres puedan ejercer su liderazgo libremente. Sobre las paredes de algunas casas en Cumbal aún se alcanzan a leer las siglas del fantasma de las antiguas FARC. Aunque esta guerrilla dejó de tener influencia en el territorio tras el inicio del proceso de paz, en el 2016, otros grupos, como la guerrilla del ELN y la banda residual del paramilitarismo ‘Los Rastrojos’, han impuesto toques de queda y repartido panfletos con amenazas a diferentes sectores de la comunidad.
Las lideresas que más inspiran a Zonia, como la directora de la Mesa Municipal Rosa Prado, han sido amenazadas en varias ocasiones. Por ello, Zonia prefiere no involucrarse en el ámbito político, por temor a que estos grupos armados tomen represalias en contra de ella o su familia. A pesar de la incertidumbre y el temor, las lideresas no están dispuestas a parar su lucha.
Zonia, como la enorme red de mujeres que integra, trabaja desde su hogar para resistir ante el machismo y despertar el nuevo volcán en esta tierra ferviente. Uno que nació con el ejemplo de la fuerza y valentía de María Panana, guerrera y cacica ancestral, y que ahora reclama la reivindicación de los derechos de todas las mujeres de su pueblo. La erupción del volcán no tiene marcha atrás.
Música video:
Folklore - Andean Celebration MUSIC