En la mitad de la densa selva del Vaupés, serpenteando a lo largo del río que lleva su nombre, solía extenderse un manto verde interminable, característico de esta región de transición donde las áridas llanuras de la Orinoquía se encuentran con la selva húmeda amazónica. Pero esos paisajes han comenzando a marcarse por parches a borde de río en medio del océano verde, ocasionados por la deforestación y el avance de la ganadería y amenaza con despojar las tierras indígenas del Vaupés de su riqueza ancestral.
Tal transformación está directamente relacionada con la creciente presencia de colonos y comerciantes, que han llegado a Mitú, la capital del departamento del Vaupés, atraídos por la oportunidad de establecer negocios en una ciudad que cada vez está acogiendo a más pobladores. Este crecimiento sin planificación, denuncian algunos miembros de las comunidades indígenas titulares del Gran Resguardo del Vaupés, que rodea el casco urbano de Mitú, está afectando su propiedad colectiva y sus recursos.
Líderes indígenas señalan que a predios a orillas del río están llegando los comerciantes, particularmente de crianza y venta de vacas, a ocupar estas tierras para establecer allí sus actividades ganaderas.
Un líder indígena de la zona, cuyo nombre no se publica para proteger su identidad, cuenta que su comunidad empezó a alarmarse por esta situación cuando se fijaron que la carne que estaban consumiendo en Mitú era directamente criada y sacrificada en la región. “Nosotros pensábamos que esa carne venía desde Villavicencio, de Bogotá o desde San José del Guaviare, pero resulta que no; viene es de aquí, del río arriba”, asegura.
Las denuncias de ocupación de tierras indígenas por parte de colonos, quienes llegan a determinadas zonas del resguardo a establecer sus actividades económicas viene provocando serios problemas sociales al interior de las comunidades. En muchos casos, los comerciantes negocian con los capitanes por tierras, para su arriendo o venta, en contravía de las directrices de la Asociaciones de Autoridades Tradicionales Indígenas del Amazonas (AATIS), que son las organizaciones de gobierno propio en las que está dividido el resguardo.
A pesar de que la legislación colombiana prohíbe la venta de tierras en los resguardos indígenas, los colonos han encontrado formas de sortear estas restricciones, lo que ha generado divisiones y tensiones dentro de las comunidades. “Ellos traen las cabezas de ganado que van a sacrificar y los tienen en un potrero que queda como a unos 25 minutos de Mitú, pero ese potrero, esa finca, está ubicada en zona de resguardo”, cuenta el líder.
En Colombia, los resguardos son territorios titulados a comunidades indígenas que tradicionalmente han habitado en tales regiones. Con respecto a su naturaleza jurídica, el artículo 21 del decreto 2164 de 1995, menciona que los resguardos tienen el carácter de inalienables, imprescriptibles e inembargables. En pocas palabras, no se pueden vender, ni llevar a cabo ninguna transacción comercial por estos predios, porque son colectivos.
En medio de la compleja situación económica que viven las comunidades de la zona, algunos indígenas terminan negociando con los colonos la ocupación y el uso de terrenos que hacen parte del Gran Resguardo. Así lo cuenta un indígena, habitante de una de las zonas cercanas al río en las que se da esta situación y que prefiere mantener su nombre en reserva: “Yo he sido testigo del caso de una señora de nuestra comunidad que supuestamente le vendió el terreno a uno de los ganaderos que tiene acá su matadero, prácticamente. El señor (colono) dice que el terreno es de él, porque él le pagó una plata por eso”, aseguró.
El hombre agrega que han intentado hacer denuncias con los entes de control pero ninguno les ha dado respuesta. “Le hemos colocado denuncias con la Defensoría, la Contraloría, pero hace caso omiso a eso”, cuenta.
Además de ser zona de resguardo, estas tierras tienen otra característica y es que tienen el carácter de Reserva Forestal, establecida en la Ley Segunda de 1959, que delimita ciertas áreas exclusivas para el cuidado del ambiente, la conservación del agua, los suelos y los bosques. Esto quiere decir que no pueden ser usadas con fines agrícolas, residenciales ni, por supuesto, para actividades dañinas para el ambiente como la ganadería.
Luis Fernando Jaramillo, coordinador del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas - SINCHI - en Vaupés, cuenta que la escala de la deforestación aumentó después de la pandemia. “Los que llegan allí son personas que vienen del Guaviare y empiezan a establecer otro tipo de dinámicas diferentes al manejo del territorio que le dan los indígenas, que es la chagra donde obtienen sus productos de pancoger, donde obtienen su alimentación o también obtienen ingresos para el comercio”, dice el experto.
Esto hace que los indígenas, además de ver afectado su territorio por la deforestación y la ocupación de colonos, modifiquen sus dinámicas sociales y económicas, porque se les está impidiendo que puedan hacer sus actividades agrícolas en su territorio, ocasionando desplazamiento. “Cuando ellos van a entrar a esas fincas, pues no los dejan entrar porque esas fincas ya son privadas, prácticamente. Entonces se está volviendo también un conflicto socioambiental entre indígenas y colonos por un territorio que está establecido que es reserva forestal y resguardo indígena”, asegura Jaramillo.
El experto de SINCHI cuenta que desde que los comerciantes empezaron a transportar el ganado desde el departamento vecino del Guaviare, por medios fluviales, luego de que se permitió la navegación con estos propósitos en el río en 2015, construyeron unos “paraderos” para el descanso de los animales, lo que ha provocado deforestación en las zonas a borde de río. “Los comerciantes están alquilando las fincas para poder hacer un nuevo oficio que no tiene que ver con la vocación del bosque, que es forestal, y no ganadera. Entonces, estas personas alquilan 5 o 6 hectáreas, pero abren 20 hectáreas, hasta 50”, complementa Jaramillo.
Lo más grave, han venido denunciado líderes indígenas de las comunidades que habitan el Gran Resguardo del Vaupés, es que estos parches de ganadería ya no se encuentran solo en las orillas del río sino que, para evitar ser tan visibles, se han adentrado en las zonas de resguardo. “Hay un comerciante que lleva como unos cinco años ahí. Todo eso queda cerca al río y todos los desperdicios lo echaban al río, botaban todo el tripero ahí”, asegura el indígena de la zona que prefiere mantener su identidad en el anonimato.
A pesar de la preocupación de indígenas y expertos por el avance de la deforestación para la actividad ganadera a borde del río Vaupés, la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Norte y el Oriente Amazónico, CDA, asegura que no han recibido ninguna queja en materia ambiental con respecto a la ganadería. “No tenemos ningún proceso sancionatorio ni ninguna queja. Tenemos conocimiento que hay como tránsito de algunas cabezas de ganado, pero es en baja escala dado, pero nada identificado con deforestación, ni quejas”, asegura Liliana Novoa de la CDA.
Sin embargo, cuando Rutas del Conflicto le preguntó a la funcionaria específicamente por las denuncias de deforestación para la ganadería en la zona de Yuruparí, al suroccidente de Mitú, reconoció haber recibido una queja por parte de un líder indígena hace algunas semanas, pero no la han atendido debido a que, debido a las sequías provocadas por el fenómeno del Niño, la navegabilidad se dificulta.
La problemática de la deforestación en el Vaupés no se limita a Mitú. Aguas arriba, en el municipio de Carurú, la situación es igualmente preocupante. “De acuerdo con los informes que nosotros recepcionamos o que nos entrega el IDEAM, se identifica que efectivamente la deforestación viene creciendo desde Carurú (frontera con Guaviare) hacia el departamento de Vaupés, y todo indica que el tema es precisamente por el establecimiento de potreros o de ganadería que se ha ampliado hasta ir hacia esa frontera”, agrega Novoa.
La funcionaria también explica que desde la Corporación tienen identificadas actividades ganaderas que llevan más de seis años instaladas, pero que no se han reportado expedientes nuevos. En cualquier caso, no se ha llevado a cabo ningún proceso sancionatorio ni alguna investigación a alguna persona con relación a la deforestación en la región.
Según datos de Global Forest Watch, en 2010, Mitú tenía 1.34 millones de hectáreas (Mha) de cobertura arbórea, que se extendía por el 99% de su zona terrestre. En 2022, perdió 1.48 miles de hectáreas (kha) de cobertura arbórea.
En el municipio de Carurú, según datos de Global Forest Watch en 2010, tenía 725 kha de cobertura arbórea, que se extendía por el 99% de su zona terrestre. En 2022, perdió 332 ha de cobertura arbórea
A pesar de los esfuerzos de las comunidades indígenas por mantener y cuidar sus recursos y tierras, la presión de los colonos y la expansión del comercio fluvial, con la habilitación de la ruta entre los municipios de Calamar y Mitú desde el 2015, siguen amenazando la selva amazónica en esta región. “Desde la habilitación de la ruta fluvial, empezó a llegar mucha gente y comercio del Guaviare. Allá hay mucha finca, muchos potreros con sus ganaderías y todo eso y parte de los empresarios que tienen sus bongos, y traen mucha mercancía para Mitú”, cuenta el líder indígena que habló con Rutas del Conflicto.
En el departamento del Vaupés, según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística, DANE, la población ha aumentado casi en un 70% los últimos 18 años. Según reporta la entidad estadística, en 2005 había 6.218 personas viviendo en la cabecera municipal de Mitú (área urbana); mientras que en 2023, la cifra ronda los 10.447 habitantes. Si se incluye la zona rural del municipio, se pasó de 18.000 habitantes en 2005 a 34.037 que habitan en la actualidad. El DANE además estima que, para 2035, la población total de Mitú puede llegar a las 44.000 personas.
Luis Fernando Jaramillo de SICHI explica que entre los factores que han impulsado la deforestación en la región están no solo la densidad de población en Mitú, sino con la dinámica del comercio que se ha desarrollado desde 2015. “Claro, la población se duplica entonces hay que producir más carne para consumir y esto genera más presión sobre el bosque en áreas aledañas. La gente, como no tiene chagras porque están ocupadas por otras personas que están usando otras dinámicas de ocupación, entonces está en medio de un conflicto”, dice Jaramillo.
Entonces, la presión sobre el bosque se ha intensificado debido al aumento de la población en Mitú, que se ha duplicado en los últimos años. La carne de ganado criado en la zona es consumida en Mitú, lo que ha llevado a una mayor deforestación en las áreas circundantes. Los colonos han ocupado las tierras que antes eran utilizadas por las comunidades indígenas para sus chagras, generando conflictos socioambientales.
A pesar de los esfuerzos para abrir diálogos y encontrar soluciones, la deforestación es una realidad en esta región. “Nosotros hemos hecho acciones en conjunto con el Ejército Nacional para poder, de algún modo, socializar con ellos o con las personas que aunque no manejen el tema de ganadería o esa actividad de ganadería, pues sean conscientes de que la selva amazónica es para cuidarla, protegerla, preservarla”, cuenta Leiber Ramírez, miembro de la Junta Directiva de la Asociación de autoridades tradicionales del Alto Vaupés, ASAATAV y líder del área de Territorio y Medio Ambiente en el municipio de Carurú.
*Este reportaje fue producido con el apoyo de la Earth Journalism Network, Rutas del Conflicto y miembros de comunidades indígenas del Vaupés.