“Ellos dicen que son la guerrilla, pero guerrilla aquí no hay”, dice un habitante de la vereda El Porvenir, en Puerto Gaitán, Meta, sobre el origen de las amenazas que recibe desde hace un tiempo. Puerto Gaitán, junto con Puerto López, son los municipios más afectados por los grupos armados que quedaron de la desmovilización de las Autodefensas de Meta y Vichada y el Bloque Centauros.
Los Puntilleros y el Clan del Golfo son señalados por las comunidades de extorsionar, invadir predios, cometer asesinatos selectivos e intimidar a la población. “Ahorita hace poquito amenazaron a un muchacho para que se fuera, un comerciante”, relató la habitante del casco urbano de El Porvenir.
Desde hace tres años, los cultivos de coca aumentaron en los departamentos de Meta y Vichada en medio de amenazas contra líderes sociales, de restitución de tierras y de defensa ambiental. Las comunidades, en especial las ribereñas, viven atemorizadas por las disputas por el territorio por parte de los grupos armados herederos del paramilitarismo. Cada vez es más difícil el retorno de los pueblos indígenas y comunidades campesinas, que viven en medio del crecimiento de cultivos de coca y el fortalecimiento de empresas petroleras y agroindustriales.
Hoy día, el cultivo, el procesamiento y el transporte de cocaína, que históricamente controlaba los frentes 16 y 39 de las Farc en el municipio de Mapiripán, al sur del Meta desde los años ochenta, es controlado por grupos sucesores del paramilitarismo que arribaron desde el Urabá desde 1997, y grupos residuales de las Farc que surgieron tras la firma del acuerdo entre esta guerrilla y el gobierno. Los Cuchillitos, Los Rastrojos, Clan del Golfo y Los Puntilleros Bloque Meta son los nombres que se escuchan en la región.
Hacia el oriente, en el Vichada, la Defensoría del Pueblo en su Alerta Temprana 005 del 2 de marzo de 2021, advirtió la presencia de grupos como la guerrilla del Eln, disidencias del Frente Décimo de las antiguas Farc, —así como la Nueva Marquetalia— y narcoparamilitares como Los Puntilleros Libertadores del Vichada y el Clan del Golfo. La presencia de grupos armados sobre la Altillanura repartió los corredores y fluviales donde transita la droga desde el departamento del Guaviare, pasando por el Meta, hasta llegar al Vichada en la frontera con Venezuela.
Las disputas por el territorio que aparentemente se habían acabado con la desmovilización de las Autodefensas Campesinas de Meta y Vichada en 2005 y la dejación de armas del , rápidamente se reactivaron con la formación de otros grupos armados.Las comunidades que habitan los siete municipios de la Altillanura han tenido que enfrentar la violencia, se estima que la Orinoquía tiene el 9% de las víctimas del conflicto y 1 millón de hechos victimizantes.
En las Alertas Tempranas 005 y 006 de la Defensoría del Pueblo advirtió la reactivación de los cultivos de coca y las amenazas a líderes y lideresas sociales, que vivieron los años de guerra en los departamentos de Meta y Vichada. Indepaz, en su informe ‘Todos los nombres, todos los rostros’, ubica esta región como una de las 10 con mayor número de asesinatos a líderes sociales, entre 2018 y 2020 con 15 casos.
El 24 de diciembre de 2010, en una casa entre la frontera del Meta y Guaviare, cerca de Mapiripán, Pedro Oliveiro Guerrero se encontraba celebrando la noche de Navidad. Consumía licor con sus escoltas y acompañantes en su casa, entre los que había niños. Mientras festejaban, a las 12:15 de la madrugada, soldados del Ejército Nacional irrumpieron desde la selva. Los escoltas de Guerrero, alias ‘Chuchillo’, empezaron a disparar.
El enfrentamiento duró varios minutos, por lo que ‘Cuchillo’, uno de los narcoparamilitares más buscados del Llano en aquel entonces, aprovechó y huyó atravesando el Caño Siare. Por el licor que había consumido esa noche no resistió y murió ahogado. Su cuerpo fue encontrado cuatro días después.
‘Cuchillo’, después de desmovilizarse con el Bloque Heroes del Guaviare de las Auc en 2006, fundó y comandó el Ejército Revolucionario Popular Anticomunista, Erpac, un grupo residual que tuvo incidencia sobre gran parte de los corredores de la Altillanura. Se alió con el narcotraficante Daniel Barrera Barrera, alias ‘Loco Barrera’.
Al tiempo de la fundación del Erpac comenzó una guerra con Carlos Mario Jiménez alias ‘Macaco’ por el control de los corredores de narcotráfico por el río Guaviare. Durante ese año, fue una guerra que cobró la vida de 250 personas entre comunidades e integrantes de ambos grupos residuales.
En diciembre de 2011, alias ‘Caracho’, quien había quedado al mando del Erpac, decidió desmovilizarse junto con 272 combatientes. La facción que no estuvo de acuerdo con el sometimiento —cerca de 500 personas— se separó en dos: Bloque Meta y Libertadores del Vichada, creando unos nuevos grupos residuales herederos del paramilitarismo.
En 2015, según un informe de Indepaz, Mauricio Pachón Rozo, alias ‘Puntilla’ unificó las dos estructuras en lo que se conoce como Los Puntilleros. Esta banda logró acaparar el control de los puntos estratégicos de la ruta de narcotráfico que va desde el Meta hasta la frontera con Venezuela.
Mientras ‘Los Puntilleros’ se expandieron durante el 2011, en la capital del Meta, Villavicencio, amanecía pintado un grafiti sobre las paredes: “AGC, llegamos para quedarnos”.
Las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, AGC, son también conocidas por las autoridades como Clan del Golfo. Según la Policía, desde el Urabá antioqueño, en 2016 varios mandos medios llegaron a los Llanos Orientales con la intención de establecer relaciones criminales con alias ‘Puntilla’.
Después de que este último fue capturado, puesto en libertad en 2017 y luego asesinado dos años más tarde en Medellín, el Bloque Meta y Libertadores del Vichada nuevamente empezaron a delinquir como estructuras independientes, cada una en su departamento. Sin embargo, los acuerdos de no agresión permitieron a las tres bandas criminales ejercer el control, que se ha intensificado desde mediados de 2019, sobre los corredores del narcotráfico.
A pesar de los golpes de las autoridades, las comunidades no visualizan un panorama alentador en un conflicto que, tras años, se ha convertido en un círculo vicioso: ante la caída de un capo, se imponen otros dos. Entretanto, el reclutamiento de niños, niñas y jóvenes va en aumento.