La paz silenciosa de las mujeres del nordeste antioqueño

AMII y la Red de Mujeres del Norte de Antioquia

En medio del sonido de las metrallas, un tímido susurro de mujer se escuchó el 20 de junio de 1998 en el municipio de Ituango (Norte de Antioquia). Su asomo se dio al filo de la desaparición forzada en el cañón del río Cauca, las masacres y la pobreza desatada por los desplazamientos forzados.

El valiente susurro se escuchó cálidamente en momentos en que también acababa de ser poco tiempo después de creada la Sociedad Promotora de la Hidroeléctrica Pescadero Ituango, de la que todos creían traería grandes logros en empleo y desarrollo. Pero más que un buen presagio, era el inicio de un conflicto social sin pies ni cabeza. La mezcla de violencia y las promesas de desarrollo no fueron bien asimiladas por los ituanguinos.

En ese momento, lo mejor era no confiar en nadie, mirar el horror, llorar los dolores y callar el espanto para sobrevivir. La violencia armada desvertebró el tejido social hasta el punto que pronunciar las palabras “Derechos Humanos” terminó en una prohibición que aún está vigente. Tras la muerte del hijo del pueblo, el abogado defensor de los derechos humanos Jesús María Valle, ocurrido cuatro meses antes en Medellín a manos de paramilitares, nadie se hacía llamar defensor y no había asociaciones que trabajaran siquiera por la defensa del agua ni dell territorio.

Entonces, un grupo de mujeres enamoradas del trabajo social idearon una organización que buscara la  paz en su región desde el desarrollo comunitario y la equidad de género, que se caracterizara por no apoyar posturas políticas ni ideológicas. Crearon la Asociación de Mujeres Ideales de Ituango (AMII).

De este equipo emprendedor con 32 mujeres y dos hombres, hace parte Luz Miriam Mazo Ortiz, representante legal de AMII, nativa del cañón del Cauca que se ha ganado el respeto del pueblo por sacar adelante unidades productivas de empleo para que las mujeres de Ituango dependan solo de sus capacidades.

Había que dar ese salto en medio del estruendo de los fusiles. El tejido social de Ituango ya estaba minado, tanto en la esfera pública como en la privada. La violencia originada por el conflicto armado y la doméstica se convirtieron en el arma letal para las familias del pueblo, siendo las mujeres las que llevaron la peor parte, pues cuando los hombres se fueron a la guerra, ellas se quedaron resistiendo la carga de sostener sus hogares y enfrentando una sociedad que las cuestiona, pero a la cual le han aportado su trabajo como madres cabeza de hogar.

Mientras muchas mujeres lloraban los dolores causados por las desapariciones forzadas y asesinatos de sus hijos, padres y esposos, las líderesas de AMII se prepararon para enfrentar la pobreza que la violencia dejó a su paso con una estrategia económica que les permitiría sopesar el día a día de las familias de una región donde la confrontación armada se niega a marcharse.

AMII  les tendió la mano a las familias desplazadas, pero muchas veces pararon por efecto de la misma violencia armada. Entonces empezaron a mostrar las cosas positivas del municipio en pro de las mujeres, sin estar al lado de ningún grupo armado. Así recibieron las primeras ayudas de la Gobernación de Antioquia y de organizaciones de cooperación española con las que capacitaron a las mujeres en talleres de empoderamiento y conformaron las unidades productivas que veinte años después, prevalecen. “Seguimos soportando porque todavía estamos en un contexto de guerra en el que sufrimos, pero con nuestro trabajo abonamos el terreno para seguir construyendo”, admite Luz Miriam, quien tiene la misión de buscar voluntarias y capacitarlas para generar cambios en sus vidas como lograr una independencia económica.

Con la llegada de Hidroituango, las asociadas sabían que además del impacto económíco y el medioambiente, traería cosas positivas y la clave era trabajar desde la resistencia y la resiliencia. Así crearon tres unidades productivas: estampado de camisetas, bordados y una fábrica de arepas, la más fuerte de todas y con la que desde hace cuatro años provee del producto al megaproyecto, al cual le vendían 60 mil unidades al mes, pero con la emergencia desatada desde el año pasado, la producción disminuyó. “Somos conscientes de que la hidroeléctrica trajo un impacto en contra de la naturaleza, pero escogimos lo bueno que es el empoderamiento económico de las mujeres”, explica Luz Miriam.

Más que críticas, las mujeres de AMII han recibido apoyo de la Alcaldía, la comunidad y de los hombres que empiezan a entender la necesidad de asociarse con ellas. El machismo no falta, pero es más el reconocimiento por mejorar las condiciones económicas inicialmente de 15 familias. “Nosotras preveíamos que podría venir la crisis de Hidroituango, por eso pensamos que cuando el proyecto termine o baje la producción, debíamos tener ya fortalecido el comercio local y abrir canales de comercialización para los municipios vecinos”, señala Luz Miriam, quien ahora explora con su equipo nuevas estrategias para enfrentar la situación presentada desde abril del año pasado por la emergencia del megaproyecto, que los dejó sin la única carretera que tenían.

“Estamos embotellados, no hay manera de abrir comercio en el Nudo de Paramillo, donde hacemos parte de la Red Nudo de Paramillo, que tiene 115 organizaciones del norte y del bajo Cauca, inclusive Córdoba. Esta emergencia no puede durar toda la vida”, planea la representante de AMII.

En medio de la crisis humanitaria y económica que afronta Ituango, AMII practica lo que llama ‘la paz silenciosa’ porque prefiere acompañar los procesos sin salir a hacer cacerolazos.

AMII nació y se sostiene en medio del conflicto. Pese a la firma del acuerdo de paz entre el gobierno nacional y las Farc, Ituango no logra transitar hacia el posconflicto, el territorio sigue en disputa entre grupos armados. Pensando en que la paz hay que construirla entre todos, acaba de emprender un proyecto socioeconómico en el corregimiento El Aro, tarea nada fácil porque su comunidad, tristemente conocedora de la monstruosidad del conflicto armado, perdió la confianza tanto en el Gobierno como en las organizaciones sociales.

Con la paciencia que la caracteriza, trabaja en la construcción de unos comités de asuntos de género adjuntos a las Juntas de Acción Comunal de El Aro para generar incidencia y atender las necesidades básicas de las mujeres del territorio. “Este inicio es un abono para que no esperen tanto de la institucionalidad, sino que sean ellas las que tomen las iniciativas de negocios”. De igual forma, en el proceso de inclusión que adelanta AMII también están las mujeres excombatientes, organizadas bajo el grupo de Amaranta, con las que trabaja en varios procesos y esperan seguir haciéndolo.

“Ummm, tantas cosas por hacer por una Colombia en paz desde el desarrollo comunitario y la equidad de género”, suspira Luz Miriam, pero no importa en el contexto en el que la vida las quiera poner, AMII seguirá vendiendo arepas, esas que se venden ricas y calientes en el parque central desde las 4 de la mañana, hora en la que las mujeres de la asociación están amasando y empacando para distribuirlas en su mercado local.

La Red de Mujeres Unidas, apuesta regional en medio de la resistencia

Todo este trabajo no lo hubiese podido hacer AMII sola. Desde hace cinco años integra la Red de Mujeres Unidas del Norte de Antioquia, de la cual también hacen parte las organizaciones de mujeres de Briceño (Asomubri), Anorí (AMMUAN) y Mujeres de Corazón  de Valdivia, conformada por 30, 120 y 30 asociadas respectivamente. Hilda Oquendo, su representante legal, impulsa esta estrategia como una apuesta regional para integrar a las emprendedoras de otros municipios antioqueños a su Red y los programas nacionales.

La Red creada el 20 de noviembre del 2014 para mostrar las acciones de las mujeres en sus municipios, también trabaja la paz silenciosa para exigir el cumplimiento de sus derechos. Su proyecto bandera son los Grupos Locales de Ahorro y Crédito, con los que han logrado llegar a sus municipios y otros como Dabeiba,  para enseñarle a la gente a ahorrar y evitar los pagadiarios y el gota a gota.

En el norte de Antioquia existen otras 30 organizaciones de mujeres y lo más difícil es lograr que comprendan que el trabajo en cooperación las fortalecería. El desafío es conseguir que se unan a la Red para visibilizar sus causas.  “Todavía pecamos por ser celosas y querer trabajar de manera individual”, reflexiona Hilda sobre el alcance que podría tener a largo plazo si todas trabajaran unidas. “Estuviéramos fortalecidas en la ruta de atención a mujeres víctimas de violencia; incidiríamos en la construcción de las agendas políticas para que las iniciativas de las mujeres se hagan realidad y a nivel educativo, influiríamos en la consecución de becas para mujeres”.

Hilda cree que el relevo generacional es fundamental, pues se ha dado cuenta que muchas jóvenes aún no tienen visiones a futuro. “¿Cómo le vamos a enseñar que hay otras formas de subsistir?. Es necesario que se pregunten ¿qué quieren ser cuando tengan 30 años, ser mamá solamente o liderar un proyecto profesional? Y nosotras las adultas, que no tuvimos esas oportunidades, somos el ejemplo”.

En Ituango es alto el índice de embarazo en adolescentes y el abuso a niñas, las cuales conforman familias desde los 13 años con personas adultas, con las que buscan estabilidad económica. “Es triste y frustrante no poder apoyar más procesos para beneficio de ellas, cómo lograr que se haga inversión en los PDET y haya más espacios que las beneficie?”, cuestiona Hilda.

Algo que han aprendido AMII y la Red de Mujeres en medio del conflicto armado es no mirar atrás sin olvidar y no desfallecer. Cuentan con la fuerza para seguir resistiendo y persistiendo en el trabajo social autónomo que ha generado verdadera transformación. Ese susurro que se asomó hace 20 años en el territorio ya no es tímido, es una voz fuerte que se transforma en emprendimiento con rostro de mujer.