Entre 1998 y 2002, Vista Hermosa fue uno de los municipios que integró la “zona de despeje” como parte de los diálogos de paz del Caguán entre Andrés Pastrana y las Farc, los cuales fracasaron después de más de tres años de intentos. Durante este tiempo las Farc tuvieron el control total del territorio y de la población, debido a la desmilitarización de la zona por parte de la fuerza pública.
En julio de 1998, cuando Andrés Pastrana todavía era candidato a la presidencia de Colombia, se reunió por primera vez con Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda o “Tirofijo”, con el fin de mostrar su interés de iniciar negociaciones de paz con las Farc. Una vez elegido, Pastrana se reunió nuevamente con “Tirofijo” y acordaron la creación de una zona de despeje militar como garantía para establecer las conversaciones.
Esta zona de despeje o "zona de distensión” como fue llamada, consistía en una extensión de cerca de 42.000 km² en donde la fuerza pública se retiró del territorio y le cedió a las Farc el control político y militar del mismo. Esta zona integró a los municipios de Vista Hermosa, La Macarena, La Uribe y Mesetas, en el Meta, y a San Vicente del Caguán, en el Caquetá, en donde se llevaron a cabo los diálogos. A través de la Resolución Presidencial No. 85, el 14 de octubre de 1998 se formalizó la creación de la zona de despeje la cual entró en vigencia en noviembre de ese año.
El 7 de enero de 1999, fueron citadas las partes en San Vicente del Caguán junto con invitados nacionales e internacionales, para dar inicio a los diálogos. Marulanda no llegó a la cita pues alegó falta de garantías y dejó a Pastrana solo en la mesa. Aunque los diálogos comenzaron más adelante, este episodio quedó marcado en la historia colombiana como “la silla vacía” que años más tarde se convirtió en el símbolo del fracaso de los diálogos del Caguán.
“Cuando fue zona de distensión esto fue tremendo, tremendo porque uno no podía de pronto dejar mucho los pelados por ahí afuera de la casa. Siempre andaba uno como con esa zozobra de que en cualquier momento pasaba algo, yo tenía ya hijos grandes y pensaba: me los voy a llevar. Entonces uno trataba de salir poco, de pasársela encerrada con sus hijos. Esa gente (las Farc) era la que dominaba acá. Esa gente patrullaba prácticamente como lo hace el Estado, se movilizaban por todo el pueblo, libres, como si fueran la autoridad legal que había acá en este pueblo. Entonces siempre había el temor de que no podía uno tener algún tipo de discusión o de pronto no podía uno estar tan tarde a la noche en la calle.”
- Luvidia Rey.
Durante la zona de distensión, el miedo de algunas mujeres en Vista Hermosa como Luvidia se relacionaba con que sus hijos e hijas salieran a la calle, por temor a que fueran reclutados. Martha Hernández recuerda alguna vez que un hijo suyo estaba en la calle con unos vecinos y un comandante de las Farc les dijo que no podían reunirse. “El comandante miró la reunión de los muchachos y de una vez se bajó de la camioneta y les dijo que qué estaban haciendo, que no debían estar ahí, que más de tres pelados no podían reunirse porque eso los identificaba con algún grupo armado o que parecían malandros. Entonces yo me le fui y le dije: qué pena señor Alquiméz pero aquí los que están son familia, son los hijos de la vecina, de mis hermanos. Y ahí mismo me dijo: si no tienen nada que hacer, si no tienen trabajo, yo sí los necesito”, recuerda Martha.
Las críticas a la zona de despeje y a las negociaciones no demoraron. En el informe Pueblos Arrasados: Memorias del desplazamiento forzado en El Castillo, Meta, del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), se asegura que en esa época “se repitió sin cesar que la zona desmilitarizada se encontraba sin control y que en ella se había permitido la creación de un orden paralelo donde se desconocían las normas. También se dijo que en aquella se entrenaba a nuevos combatientes, reinaba el crimen y proliferaban los cultivos de coca”.
Durante el diálogo nunca se acordó un cese de hostilidades así que las acciones militares no pararon de ninguna de las dos partes. En el especial Recorridos por los paisajes de la violencia en Colombia, del CNMH se asegura que “tanto guerrilla como Estado buscaron fortalecerse militar y políticamente como si vaticinaran que los años más difíciles estaban por llegar. La guerrilla construyó y consolidó sus corredores estratégicos mientras que el Estado negoció la ayuda militar del Plan Colombia con el gobierno de los Estados Unidos”.
Durante la “zona de despeje” desapareció la hija de Martha Hernández. Le faltaban pocos días para cumplir los 12 años. Martha recuerda que le comentaron que su hija no había ido a estudiar y que la habían visto subirse a una camioneta. Martha asegura que la buscó por todo el pueblo y que casi se enloquece al no encontrarla.
Martha duró años investigando por el paradero de su hija en diferentes fiscalías del Meta y nunca obtuvo ninguna respuesta. Después de cerca de 13 años de búsqueda, su hija apareció y le contó a su madre lo que siempre sospechó, que había sido reclutada por las Farc. Martha siempre tuvo la esperanza de que su hija estaba viva e iba a regresar.
El primer congelamiento de los diálogos del Caguán ocurrió 10 días después de iniciados. Sin embargo, en abril los retomaron y el 6 de mayo de 1999, se firmó la “Agenda Común por el Cambio hacia una Nueva Colombia” en La Machaca, un caserío de San Vicente del Caguán. Con este acuerdo se retomaron las negociaciones y se reiteró el interés de construir una salida política y negociada para poner fin al conflicto armado. Además, el gobierno propuso la presencia de veeduría internacional para acompañar el proceso y aunque con cierta resistencia, la guerrilla aceptó.
El 19 de diciembre de 1999, las Farc detuvieron sus acciones por la época navideña y las retomaron el 10 de enero del siguiente año. Un día después, el 11 de enero del 2000, Andrés Pastrana firmó el Plan Colombia con el gobierno de Estados Unidos encabezado por Bill Clinton. Esta alianza tenía el objetivo de fortalecer la lucha contra el narcotráfico en Colombia, a través del apoyo económico y militar del gobierno estadounidense. Esto implicó el fortalecimiento de la fuerza pública colombiana y la sustitución y erradicación de cultivos de uso ilícito.
Durante la zona de despeje, Gloria Jiménez vivía con su esposo en la zona rural de Vista Hermosa. Por accidente su esposo vio que la guerrilla mató a tres primos suyos así que tuvo que escaparse con Gloria o sino lo mataban. Según Gloria, en esa época no había garantías para la gente y la única solución era irse. Llegaron desplazados a Bogotá y una vez pasó el despeje, regresaron a vivir al casco urbano de Vista Hermosa.
“A nosotros nos tocó irnos porque mataron a tres primos de él y a él también lo iban a matar entonces nos tocó volarnos de las fincas pa’ venirnos. Estuvimos un tiempo viviendo en Bogotá y cuando ya pasó el despeje y todo eso, nos volvimos, cuando ya todo se organizó un poquito. Porque es que durante el despeje no había garantías, el gobierno no daba garantías para la gente, le tocaba a uno irse”
- Gloria Jiménez.
El 13 de julio del 2000, por medio del Plan Colombia, Estados Unidos se comprometió a aportar más de 300 millones de dólares a la lucha antinarcóticos. A pesar de que el eslogan de esta alianza era “un plan para la paz, la prosperidad y el fortalecimiento del Estado”, cerca del 75% de los recursos se destinó a las fuerzas de seguridad para la erradicación de cultivos y un porcentaje mínimo se destinó a la paz. Con el paso de los años, y con los posteriores mandatos presidenciales, el Plan Colombia se fue configurando también como estrategia de lucha antisubversiva.
En enero de 2001, dos años después del inicio de los diálogos en el Caguán, el ambiente continuó tenso entre el gobierno y las Farc. Hasta el momento se habían discutido temas como la liberación de secuestrados, el canje de presos políticos, la liberación de menores de edad de las filas de la guerrilla y el cese al fuego y hostilidades. El 8 y 9 de febrero de ese año, Pastrana y Marulanda se reunieron nuevamente y dieron una rueda de prensa en la cual anunciaron que los diálogos continuaban.
Adriana Velosa asegura que además del conflicto bélico, los actores armados controlaban a la población y esto afectó de manera especial a la población LGBTI ya que no podían estar en el municipio, tenían que irse o sino recibían maltrato. “En el caso de las mujeres lesbianas, si bien la situación era digamos un poco menos fuerte, también habían violaciones porque no aceptaban precisamente que fueran lesbianas entonces para ellos eran inconcebible y se maltrataban y ultrajaban a las mujeres de una forma realmente terrible”, afirma Adriana.
El 20 de febrero de 2002, las Farc secuestraron un avión de la aerolínea Aires, que volaba de Neiva a Bogotá, en donde viajaba Jorge Eduardo Gechem Turbay, congresista liberal y presidente de la Comisión de Paz del Senado en esa época. Esta fue la gota que derramó el vaso y la excusa perfecta para acabar algo que venía muriendo de tiempo atrás.
A las 9:30 p.m. de ese día, a través de una alocución presidencial, Andrés Pastrana anunció la ruptura de los diálogos del Caguán, al igual que el fin de la zona de distensión, alegando incumplimientos por parte de la guerrilla. También anunció que a la medianoche iniciaba el proceso de “retoma” de la zona por parte de Ejército, lo que dejó a las Farc con solo un par de horas para dejar el territorio.
Entre las 12 de la medianoche y las 3 de la madrugada, cerca de 100 pilotos llegaron a la zona de distensión y lanzaron más de 400 bombas explosivas sobre 85 objetivos militares como pistas de aterrizaje, puentes y campamentos que supuestamente el Ejército había identificado previamente.